1 de agosto de 2024

Entrevistas

La larga batalla de Haití

Ocupación militar, violencia pandillera y rebelión popular

En octubre del 2023, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó por “el despliegue de una misión multinacional de apoyo a la seguridad para Haití” en el que “Kenia liderará la misión”. Aunque Rusia y China se abstuvieron, condenaron “el incremento en la violencia, la actividad criminal, los abusos de derechos humanos y las violaciones que socavan la paz, la estabilidad y la seguridad de Haití y de la región”. Algunos meses antes, la Comunidad del Caribe (CARICOM) había expresado su “apoyo para la restauración de la ley y el orden” en el país. Estados Unidos prometió contribuir con 200 millones de dólares para asistir a las fuerzas militares. Además de 1.000 policías de Kenia, países como las Bahamas, Jamaica, Belice, Surinam, Antigua y Barbuda, Guatemala, Perú, Senegal, Ruanda, Italia, España y Mongolia prometieron enviar contingentes armados. 

El ex primer ministro Ariel Henry, quien se desempeñó como presidente de facto (no electo), había emitido una segunda petición durante las reuniones de la ONU en septiembre, rogándole a la comunidad internacional que actuara “en nombre de las mujeres y niñas violadas cada día, de las miles de familias expulsadas de sus hogares, de los niños y jóvenes de Haití a quienes se les ha negado el derecho a la educación y a la instrucción, en nombre de todo un pueblo que es víctima de la barbarie de las pandillas”. Algunos meses antes, el ministro de justicia y seguridad pública, que también servía como ministro de cultura y comunicaciones de Haití, Emmelie Prophète, denunció que los barrios tomados por “guerrillas urbanas” eran “territorios perdidos”.

Los medios internacionales dominantes han difundido la crisis haitiana como un problema de pandillas que se escapa del control del Estado. Sin embargo, antes de las peticiones del 2022 y 2023, los movimientos sociales, organizaciones de derechos humanos y activistas de redes sociales ya habían comentado sobre el silencio espeluznante de Henry alrededor de cientos de personas masacradas y secuestradas durante su gobierno. Además, diversos reportes independientes han descrito cómo distintos actores nacionales, internacionales y transnacionales, incluyendo al Estado y otros funcionarios diplomáticos, “manufacturaron” el caos.1  

Según la Red Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos (Réseau National de Défense des Droits Humains, RNDDH), entre noviembre del 2018 y marzo del 2024, ciertas “pandillas” habían liderado más de veinticinco masacres y otros ataques armados que implicaron el asesinato de más de 1.500 personas, la violación colectiva de 160 niñas y mujeres, la desaparición de decenas de personas, la mutilación de cientos de personas y la destrucción de más de 450 hogares, lo cual dio lugar al desplazamiento interno de más de 500 mil personas. Mientras que al comienzo de este periodo los grupos armados actuaban de manera aislada y competían entre sí, para agosto del 2020, nueve grupos armados se confederaron bajo el liderazgo del expolicía Jimmy Chérizier, esfuerzo celebrado por la Comisión Nacional de Desarme, Desmantelamiento y Reinserción de Haití (Commission Nationale de Désarmement, Démantèlement et Réinsertion, CNDDR). En enero del 2024, Chérizier consolidó al resto de las pandillas de la capital para lanzar una “revolución” que tomaría el control de las áreas aledañas al aeropuerto internacional para impedir que Henry volviera a Haití tras su viaje a Kenia. En las semanas siguientes, el grupo demolió estaciones de policía y cárceles, quemó hospitales públicos, universidades, bibliotecas y asesinó a cientos de personas. Destruyó las oficinas de la Corte Superior de Cuentas y Controversias Administrativas (Cour Supérieure des Comptes et du Contentieux Administratif, CSCCA) donde el gobierno archivaba sus recibos de gastos, incluyendo los expedientes sobre el acuerdo de PetroCaribe con Venezuela.

Para reemplazar al gobierno de Henry, CARICOM facilitó a la formación de un Consejo Presidencial de siete presidentes (todos hombres)2 la mayoría de los cuales representaban al Parti Haitien Tèt Kale (PHTK), que había estado en el poder desde el 2011. 3 En mayo del 2024, la primera acción del Consejo fue confirmar el compromiso de la comunidad internacional por cumplir con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), a pesar de las denuncias populares alrededor de esta misión que ya había durado trece años y que permitió que las pandillas se armaran. El Consejo también marginalizó las demandas del pueblo de “chavire chodyè a” (romper con el sistema), formuladas con la pregunta “Kot Kòb PetroKaribe A?” (¿Dónde está el dinero de PetroCaribe?).

La siguiente conversación entre Sabine Lamour, Georges Eddy Lucien y Ernst Jean-Pierre nos empuja a comprender los eventos actuales de Haití más allá de una crisis que se pueda resolver con la ocupación militar, elecciones y “buena gobernanza”. Más bien, veremos que esta es una disputa de proporciones históricas entre el pueblo de Haití y el Estado neocolonial. En esta conversación, no sólo se preguntan cuáles son las pandillas, sino por qué hay pandillas y por qué ahora. 

Sabine Lamour es profesora de sociología en la Universidad Estatal de Haití y fue la coordinadora nacional de Mujeres Haitianas en Solidaridad (SOFA) durante cinco años. Georges Eddy Lucien es profesor de historia y geografía en la Universidad Estatal de Haití. Ernst Jean-Pierre es coordinador general del Grupo de Investigación sobre Iniciativas para un Desarrollo Participativo Alternativo (GRIDAP). Con base en una discusión de panel llevada a cabo en la novena Conferencia anual de la filosofía de la religión en las tradiciones africanas de octubre del 2022, este texto ha sido editado para reflejar sobre los desarrollos políticos recientes.

—Mamyrah Dougé-Prosper

Una conversación con Mamyrah Dougé-Prosper, Sabine Lamour, Georges Eddy Lucien, and Ernst Jean-Pierre

Mamyrah Dougé-prosper: Las pandillas, también conocidas como bases, controlan los territorios abandonados por el Estado. Los barrios populares tienen poco o nulo acceso al agua potable, a la electricidad, a las escuelas, a los hospitales y a los trabajos. Muchos de estos territorios son lugares que se encuentran en el mapa del Estado, pero otros son asentamientos informales, con más de un millón de personas. La mayoría de las pandillas se concentran en el área metropolitana de Puerto Príncipe, cerca de los parques industriales, puertos internacionales, centros de distribución de petróleo, almacenes para productos de lujo y alimentos importados, así como a lo largo de las rutas de comercio intra e internacionales. Las pandillas se suelen conformar por niños y hombres jóvenes (y algunas pocas mujeres) quienes, dados los altos niveles de desempleo y una falta de educación, deciden unirse a la pandilla para encontrar protección, un cierto respeto a su masculinidad por parte de la comunidad y una fuente de ingresos. En contraste, quienes lideran las pandillas suelen ser expolicías o exagentes de seguridad privada.4

Las primeras pandillas fueron extensiones de las brigadas de autodefensa establecidas después del derrocamiento de la dictadura de la familia Duvalier, la cual duró 29 años. Después, en 1991, las brigadas se reforzaron para proteger a los barrios populares de Puerto Príncipe ante los pelotones de la muerte que participaron en el golpe de estado contra el presidente democráticamente electo, Jean-Bertrand Aristide. Tras el retorno del jefe de estado destronado en 1994, se distribuyeron pistolas entre sus simpatizantes, provocando la despolitización de estas formaciones, que, entonces, se volcaron a las actividades criminales, incluyendo el secuestro. Durante el segundo término de Aristide (2001–2004), estas pandillas “de barrio” se fortalecieron para contraponerse a los ex oficiales militares, que habían sido desmovilizados en 1995 y que buscaban derrocar el gobierno de Aristide. Después de la remoción forzada de Aristide en el 2004, las tropas de la Misión de Estabilización de la ONU silenciaron a las milicias.5

Las pandillas no son un monolito. Sin embargo, durante los últimos seis años, académicos militantes han calificado a las 23 principales pandillas que operan en el área metropolitana de Puerto Príncipe como paramilitares o fuerzas armadas extralegales del Estado. ¿Qué explicaría esto? 

Georges Eddy Lucien:  Desde el 2016, la policía ha sido incapaz de apaciguar a los levantamientos populares, de hacer que las personas retrocedan. Las pandillas vinieron para cumplir dos funciones. Para empezar, funcionan para censurar a los barrios que concentran a la población trabajadora; sabemos que entre el 67 y el 69 por ciento de la aglomeración de Puerto Príncipe vive en barrios precarizados. Por ejemplo, los residentes de Lasalin que participaron en la protesta del 17 de octubre del 2018 fueron masacrados por las pandillas tres semanas después. Esto les comunica un mensaje específico a quienes viven en los barrios de personas trabajadoras: que no tienen derechos cívicos y políticos y que no pueden participar en protestas. Se han dado otras instancias, como la masacre de Belair del primer peyi lòk (que puede traducirse como “paro general”) o como la masacre Kafou Marasa (Cité Soleil).

Entonces, las pandillas juegan un papel en la censura de los residentes y también censuran a las organizaciones progresistas. De 1987 a 1988, tras el derrocamiento de la dictadura de Duvalier, distintas organizaciones populares estaban operando dentro de los barrios, entre ellas, grupos estudiantiles y sindicatos. Sin embargo, hoy es difícil organizar una reunión en los barrios de donde tendría que emanar un activismo de base. La segunda misión de las pandillas es banalizar conceptos como “hijos de los pobres” o “revolución” y así contribuir a la criminalización de los movimientos sociales. Bajo el gobierno de Jovenel Moise (2017–2021), la participación de las pandillas en protestas logró trivializar a las demandas. Todo esto es estratégico.

El ejército—que sería el actor tradicional empleado por el Estado haitiano o por las oligarquías locales e internacionales, sobre todo de Estados Unidos, para resolver las crisis—ya no está. Si observas los años 1946, 1956 y 1986, verás que siempre pasa lo mismo: nos dormimos, despertamos y nos damos cuenta de que el ejército ha tomado el control. Pero el ejército de Haití fue disuelto en 1995 cuando el presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido derrocado, volvió al poder. Hoy, los aparatos represores, sean policías o pandillas, juegan un papel primordial. En definitiva, durante la dictadura de Duvalier siempre hubo un lazo entre el ejército y la milicia. Pero el ejército tenía más medios logísticos y más armas que la milicia. La informalidad es importante, porque cuando el ejército necesitaba hacer cosas por debajo del agua, podía valerse de la milicia. Este fue el caso del golpe de estado de 1991, cuando usaron el Frente para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH), este mismo un producto reconocido de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. 

MdP: La potencia armada de las pandillas se ha reforzado y ahora cuentan con armas de guerra como los AK-47 de Rusia, los AR-15 de Estados Unidos y los rifles de ataque Galil provenientes de Israel. Algunas armas que se trafican en Haití son compradas en el estado de Florida, de Estados Unidos, donde las leyes alrededor de las armas son muy flexibles. Después, se envían desde el puerto de Miami, donde los cargamentos se organizan en contenedores detallados que requerirían de búsquedas intensivas. Las armas ilegales entran al país por los puertos marítimos operados de manera privada, como el Puerto Lafito del oligarca Gilbert Bigio, así como por pistas de aterrizaje extraoficiales y por la frontera terrestre con la República Dominicana. Al mismo tiempo, a lo largo de los últimos trece años, el régimen del PHTK les ha dado menos armas y menos fondos de los requeridos a sus propias fuerzas armadas. 

Las pandillas de hoy—fundadas o reforzadas por los líderes del PHTK, otros políticos y oligarcas clave—son los nuevos pelotones de la muerte. Trafican órganos humanos, drogas y armas. Secuestran bajo contrato o para recaudar fondos para comprarse municiones. Matan para conquistar territorios nuevos o para vengarse de grupos rivales. Las pandillas también les otorgan seguridad a las empresas privadas, como aquellas del capitalista mercantil Reynold Deeb o a ladrones de menor relevancia y a quienes compiten por asaltar. Disuelven a los paros laborales. Contratadas por políticos como el expresidente Michel Joseph Martelly (2011–2016), las pandillas amenazan a votantes para que no haya elecciones justas y para aminorar la participación de las personas en protestas. Además, las pandillas asesinan a opositores políticos.

¿Qué ha hecho el movimiento social haitiano actual para lidiar con tanta violencia?6 

GEL: A pesar de la presencia de las pandillas, el último peyi lòk (paro general), en julio del 2018, demostró que estas estrategias no fueron suficientes para desalentar al pueblo. Esto creó la necesidad de una intervención militar de parte de la oligarquía local e internacional. Es como en 1802, cuando Leclerc lanzó una expedición en Saint Domingue (Haití): la metrópolis colonial se dio cuenta de que los aparatos represores a nivel local eran incapaces de forzar a las masas esclavizadas a retirarse. La incapacidad de la metrópolis francesa para bloquear a las masas esclavizadas durante un periodo de más o menos diez años, de 1791 a 1801, hizo que reforzaran sus aparatos represores. El mismo caso se dio en la crisis de 1902 a 1915. La intervención militar extranjera refleja la incapacidad de la oligarquía local e internacional para acabar con el levantamiento. 

El movimiento social que estamos discutiendo hoy surgió en 2015–2016 y ha durado seis años, durante los cuales se han dado varios levantamientos. Desde las grandes protestas del 1929 contra la ocupación estadounidense (1915–1934) no habíamos experimentado un periodo tan largo de levantamientos sostenidos. Tras la retracción de las tropas estadounidenses, la oligarquía local e internacional pudo mantener su continuidad y control. Sin embargo, en 1946, hubo una explosión de protestas masivas. Después de diez años, en 1956–1957, la oligarquía local pudo mantener el control durante los siguientes treinta años a través de la familia Duvalier, hasta 1985–1986. Ahora vemos que, a partir del 2015, las personas comienzan a levantarse de nuevo. Este periodo nos remite al periodo entre 1902 y 1915, a los trece años de resistencia de Rosalvo Bobo contra las relaciones cada vez más arraigadas entre las oligarquías locales y las de Estados Unidos.7

MdP: Esta crisis actual, entonces, es un reflejo de las persistentes divisiones e intervenciones que han caracterizado a la política haitiana desde antes de la Revolución de 1804. ¿Cuáles son las dimensiones históricas detrás del movimiento social que surgió en 2015–2016?  

Ernst jean-pierre: Es importante recordar nuestra historia como pueblo y la forma específica que tomó el colonialismo en Haití. La llegada de Cristóbal Colón en 1492 creó una nueva realidad colonial. Se apropiaron de la riqueza de la tierra y devastaron el ambiente (la flora y la fauna) y a la población indígena que vivía ahí. También se empezó el intercambio transatlántico de esclavos africanos. El Code Noir (Código negro) que regulaba al sistema de esclavitud en Haití consideraba a las personas africanas esclavizadas como subhumanas, cosa que todavía tiene repercusiones hoy en día. En 1791, el sitio de la ceremonia Bwa Kayiman fue donde se planificó la primera gran insurrección de esclavos de la Revolución, que logró la liberación general de todos los esclavizados y aseguró la independencia en 1804. Sin embargo, después de la independencia, los hijos de blancos, mulatos y criollos reclamaron la tierra y exigieron compensaciones por aquellas propiedades perdidas y dañadas. Jean-Jacques Dessalines, un gran líder de la Revolución haitiana y el primer gobernante de la Haití independiente, se opuso a estas demandas. Sus aspiraciones independentistas se extendían más allá de la abolición de la esclavitud. Buscaba un sistema de equidad con base en los valores de los bossales, es decir, de los africanos nacidos en el continente africano que no habían nacido en esclavitud. Los bossales presumían valores comunales en torno al trabajo y la libertad.  Rompiendo con el sistema colonial heredado, Dessalines propuso redistribuir la riqueza de la tierra entre todos los haitianos, proclamando una serie de medidas con este fin. 8

Los decretos de Dessalines representaron esfuerzos radicales para cambiar el sistema colonial de la riqueza, pero provocaron tensiones en esta nueva nación. En octubre de 1806, Dessalines fue asesinado. Este momento fundamental partió a la nación en dos. El gobierno que le sucedió mandó a los bossales a las montañas y al campo e impuso el Código Rural, similar al Código Negro de la colonia. Esto reintrodujo otra forma de racismo, o incluso de apartheid, en la sociedad, manteniendo en su lugar a una clase campesina que produciría productos agrícolas para la clase criolla cultivadora. Esta división fundamental llevó a la crisis del 1843, la cual dividió al país en cuatro partes. Para 1915, Haití había caído en manos de la ocupación estadounidense, durante la cual muchas instituciones y empresas estadounidenses, como la Empresa Azucarera Haitiana Americana (HASCO) exportaron sisal, caucho y caña de azúcar. 9

Los haitianos se encontraron ante un Estado que no correspondía con las aspiraciones de las masas, un prototipo barato del Estado-nación occidental. Las leyes haitianas son una imitación de las leyes francesas, pero sin una orientación hacia derechos ambientales o comunales. Las clases educadas y de élite tomaron las riendas del gobierno, otorgándose privilegios económicos y sociales a sí mismas mientras que la mayoría tenía que esperar. Esta es la condición actual. Esto fue lo que nos llevó a las crisis de 1943 y 1946, así como a las crisis que les sucedieron a los presidentes Dumarsais Estime y Duvalier. Las crisis son recurrentes porque el problema histórico nunca se ha resuelto: la lucha entre los bossales, los campesinos y la élite. La élite impuso dos armas poderosas: la educación y el Estado. Su combinación opera en la lucha en contra de las masas populares. 

En esta lucha desigual, podemos atestiguar cómo las masas han llevado a cabo un esfuerzo por menoscabar al Estado y producir su colapso, o producir el cadáver del Estado. Hay una canción de carnaval que de hecho dice esto: que el Estado es un cadáver, un cuerpo muerto. Sobre ese Estado, no se puede construir nada. Las personas claman por un cambio en el sistema, aquel sistema de esclavitud contra el que luchamos. Los poderes del mundo nos han cobrado caro por esta lucha. Las semillas de un sistema alternativo yacen en la lucha bossale, construida sobre las lakou (tierras comunales) en las bitasyon (plantaciones), con base en el consenso, la democracia, la solidaridad y la konbit (la ayuda mutua). 

MdP: El movimiento social que surgió entre 2015 y 2016 buscó colapsar el Estado para resolver este problema histórico entre las masas y las élites. Después de la primera ronda de elecciones presidenciales en 2015, la oposición política—compuesta de organizaciones enraizadas en las masas y la sociedad civil—paralizó a la capital para denunciar la manipulación de los resultados de parte del PHTK. Antes de este punto de quiebre, la resistencia en contra de los proyectos de desarrollo del PHTK era local: hubo una defensa ante el apoderamiento de tierras en Caracol en 2011, otra en la isla de Ile-à-Vache en 2013 y también en la isla La Gônave en la Bahía de Puerto Príncipe en 2014, por mencionar unos ejemplos. Pero el movimiento social que surgió en 2015–2016 amenazó al régimen del PHTK directamente y provocó que se anularan los resultados de las elecciones. Sin embargo, las elecciones nuevas del 2016 le otorgaron el poder a Jovenel Moise, el predilecto de la PHTK. 

El movimiento social buscó bloquear cualquier intento del PHTK por entablar una histórica “Carrera por Haití”. El momento nos remite a las elecciones fraudulentas que llevaron al partido al poder en el 2011, dejando clara la estrategia del PHTK de postergar las elecciones parlamentarias y gobernar por decreto para regalarles las tierras agrícolas, cuidadas por las comunidades, a las élites multinacionales, presentándolas como zonas de libre comercio. Muchas personas también denunciaron el mal uso de fondos públicos por parte del PHTK: por ejemplo, los fondos para la reconstrucción tras el sismo del 2010 o bien las ganancias de PetroCaribe. Estos fondos se han utilizado para subsidiar proyectos extractivistas, como la construcción del parque industrial más grande de Caribe, el Parque Industrial Caracol, en 2011; el establecimiento de Agritrans, la plantación de plátano de Moise, en 2014; o la construcción del primer puerto de aguas profundas multiusos en Puerto Lafito, para permitir el paso de barcos de carga. Todas estas asociaciones público-privadas están exentas de impuestos. 

En la Haití actual, ¿quién controla estas zonas de libre comercio?

sabine lamour: Los oligarcas haitianos tampoco son un grupo monolítico. No comparten la misma visión o consciencia entre ellos. Hay un segmento que ha existido desde el periodo revolucionario, el de los “libres”, que hasta ahora se consideran a sí mismos como los herederos de sus ancestros blancos coloniales. Este grupo conformó a la burguesía nacional, que tuvo éxito desde 1804 hasta la ocupación estadounidense de 1918. Esta burguesía también incluía a quienes provenían de Francia, Inglaterra y Alemania. Las hijas de la burguesía nacional se casaron con hijos de extranjeros. Este fue el resultado de las relaciones de comercio. La burguesía nacional se renovó al mantener una hegemonía sobre la población más amplia en base al color de la piel. Sin embargo, con la ocupación estadounidense del Caribe, llegaron al poder grupos nuevos. Los capitalistas emergentes del Levante también se extendieron a lo largo de la región. En Haití, donde se beneficiaron de su color de piel más claro, eventualmente lograron reemplazar a la burguesía nacional original. 

La clase burguesa es plural. Es una clase expansiva que no puede caracterizarse como unificada. Sin embargo, hay un hilo en común entre aquellos grupos a los que podríamos llamar “de élite” o “oligárquicos”: no les interesa nada “nacional”. Invierten en el comercio. Así pues, aunque Haití es capaz de producir arroz, Reynold Deeb, el jefe del Grupo Deka, prefiere comprar arroz de Estados Unidos y empacarlo ahí para venderlo en Haití, en vez de apoyar a la producción nacional. ¿Podríamos entonces decir que esta es una burguesía nacional?

Estas élites existen en espacios recónditos, aislados de la mayoría de la población. Sus hijos no van a las mismas escuelas que los demás. Si se enferman, se atienden en Miami. Tienen diversas nacionalidades. Se trata de una especie de burguesía sin Estado que no construye nada con las masas. Cada vez que sus intereses son amenazados, cuando las contradicciones pueden llevar al cambio o a la transformación social necesaria para que los recursos verdaderamente se compartan entre la población, cuando el capital está en problemas, esta burguesía plural se asocia con la comunidad internacional o con las Naciones Unidas, para ofrecerles a los extranjeros cualquier recurso que Haití posea y así asegurar su posición y continuar con la extracción de la riqueza.  

Es interesante que uno de los elementos nuevos de la crisis actual es que la burguesía transnacional está entrando de lleno en la política. Tradicionalmente, habían practicado una “politique de doublure” o política de suplentes, en que financiaban a políticos para que llegaran al poder y les rendirían cuentas a ellos únicamente. Ahora han decidido implicarse en la política nacional de cara propia. Gregory Mevs, cuya familia es dueña de la terminal de petróleo Varreux y del parque industrial SHODECOSA, fue copresidente de la Consejería Presidencial para la Inversión y el Crecimiento Económico del presidente Martelly. Reginald Boulos, fundador de Sogebank y dueño de una cadena de supermercados y concesionarios automovilísticos, estableció su propio movimiento político bajo el presidente difunto  Moise. La burguesía está actuando con cara propia no porque le importe la transformación social, sino porque quiere el control directo de los “sitios de depredación” dentro de la sociedad. La aduana es un sitio de depredación tal, pues otorga la capacidad de importar armas, alimentos podridos carcinógenos y otros productos caducados que pueden provocar la muerte. Además, la burguesía monopoliza a todas las industrias. El Grupo Gilbert Bigio, por ejemplo, controla la construcción (la importación de hierro y madera). 

Cuando la burguesía se da cuenta de que, poco a poco, la mayoría está llegando a tener más poder y que, en cualquier momento, puede haber una explosión social en Haití, entonces busca controlar los espacios del poder. Sin embargo, los burgueses no deciden controlar los espacios solos, sino que buscan compartir el control con los intereses internacionales. 

MdP: Como comenta Sabine Lamour, el Estado del PHTK ha sido muy complaciente con las élites transnacionales. También ha facilitado la emergencia de un pequeño grupo de capitalistas aspiracionistas. En el primer año de su mandato, el gobierno de Moise propuso un presupuesto bajo el cual incrementó su propio salario y el de su gabinete, mientras aumentaba los impuestos para los trabajadores pobres y la clase media. Se salió del acuerdo entre PetroCaribe y Venezuela, el cual había permitido que el país entrara al mercado de nuevo para poder comprar productos petrolíferos. En julio del 2018, como lo pidió el Fondo Monetario Internacional (FMI), Moise anunció que se retirarían los subsidios al combustible. Inevitablemente, el incremento en los precios de combustible provocó un aumento en los precios del transporte público y alimentos. Reaccionando a esta situación, personas disidentes montaron barricadas para bloquear todas las rutas nacionales de comercio e interrumpir la actividad comercial del país durante dos días: este fue el primer peyi lòk. Entonces, Moise revocó la eliminación de subsidios. Un mes después, se lanzó el movimiento PetroChallenge. Estallaron protestas en las diez principales ciudades de Haití bajo la consigna “Kot Kòb PetroKaribe?” (¿Dónde está el dinero de PetroCaribe?). Se exigía que el régimen del PHTK rindiera cuentas sobre los 3.000 millones de dólares estadounidenses en fondos de PetroCaribe que debían destinarse al mejoramiento de la infraestructura y a los programas sociales.El movimiento social que surgió en 2015–2016 se concentró en la capital, pero creció a escala nacional con el primer peyi lòk. Mientras que los focos de resistencia en contra de los proyectos de desarrollo fuera de Puerto Príncipe habían compartido sus propios mensajes, para el 2018, todas las demandas de las y los manifestantes convergieron bajo la pregunta ¿“Kot Kòb PetroKaribe A”? (Dónde está el dinero de PetroCaribe?)

gel: Las sublevaciones de julio de 2018, unas de las más significativas en años recientes, se enfocaron en la cuestión de PetroCaribe porque PetroCaribe en sí cuestiona a la lógica y socava el funcionamiento del sistema financiero internacional que se le impuso a Haití en 1825, cuando los bancos franceses le otorgaron un préstamo a la nación previamente colonizada. En este tipo de acuerdos, normalmente el banco gana y el país que recibe el dinero pierde. Sin embargo, PetroCaribe ofrecía la posibilidad de que tanto Venezuela como Haití salieran ganadores. 

Dentro de PetroCaribe, Venezuela acordó que el prestatario podía pagar el préstamo con los bienes producidos, distanciándose del modelo neoliberal que destruyó las dinámicas de producción en Haití. Con PetroCaribe, existió la posibilidad de desafiar al sistema financiero internacional. El mes de julio de 2018 fue una de las primeras veces en que los movimientos sociales hablaron de “chavire chodyè,” o romper con el sistema. 

MdP: Después de meses de protestas que se extendieron por toda la nación en 2018, un reportaje investigativo oficial reveló que el presidente Moise mismo se había beneficiado de los fondos de PetroCaribe, lo cual provocó demandas para su renuncia. Sin embargo, Moise votó en contra del reconocimiento de Nicolás Maduro en la Organización de los Estados Americanos en 2019. Ese año, hubo desabastecimiento de combustible, lo cual dio lugar a otro peyi lòk, que en esa ocasión duró tres meses. ¿Qué es un “peyi lòk” en este contexto?

sl: Es una manera de resistir. Es el resultado de contradicciones tan sorprendentes dentro de la sociedad que las personas se ven forzadas a bloquear el sistema. ¿Cómo puede ser que el gobierno retire todos los subsidios al combustible cuando el precio por galón excede el salario mínimo? Durante el primer peyi lòk, o paro general de julio de 2018, hubo movilizaciones por toda el área metropolitana de Puerto Príncipe, que se extendieron a lo largo del país y paralizaron toda la actividad comercial. Así, el gobierno se vio forzado a retroceder en cuanto al tema del combustible.

Dentro del peyi lòk, a pesar de la parálisis, se desarrollaron diversas actividades dentro de las organizaciones de la sociedad civil y de la oposición política. Hubo paneles, se compartieron declaraciones de posiciones políticas, surgieron multitudes tipo flash mob y se organizaron protestas. Las demandas en sí no estaban fijas. Entonces, se puede decir que el peyi lòk mitigó la inseguridad pandillera y dio pie a un momento en que las organizaciones pudieron activarse políticamente y reunirse con más frecuencia para entablar discusiones. Por supuesto que hay cierta contradicción en el peyi lòk: las personas con más necesidades pueden convertirse en daño colateral. No pueden seguir con su día a día para subsistir y tienen que poder solventar los gastos alimenticios de antemano. El gobierno también utiliza los periodos de peyi lòk para reprimir a los militantes, especialmente a aquellos que salen a la calle todos los días para erguir barricadas contra la policía y las pandillas.

gel: El peyi lòk previene la acumulación. Hay un lòk, lo cual nos remite al lock en inglés: un candado a la acumulación de inversiones internacionales. Se le pone un freno a la producción en lugares como Savane Diane, una zona de libre comercio para manufacturar productos de Coca-Cola; o al parque industrial Caracol, donde producimos ropa; o a áreas como CODEVI en Ouanaminthe o SONAPI en Puerto Príncipe, donde hay muchas fábricas. Es casi como en 1791, cuando las masas esclavizadas frenaron la acumulación en la metrópolis; en el caso de hoy, la metrópolis sería los Estados Unidos.

ejp: El peyi lòk no es nada nuevo. Es la apropiación de la lucha campesina llamada “koupe wout” (bloquear el paso en los caminos). El Ejército indígena de Jean-Jacques Dessalines utilizó esta táctica para bloquear el camino de abastecimiento del comandante militar francés Joseph de Rochambeau durante la revolución de 1802. Diferentes líderes campesinos que buscaban aislar y controlar sus propias regiones también se valieron de este método después de la independencia. Así mismo, los guerrilleros cacos adoptaron esta táctica de koupe wout para prevenir la incursión de la Marina estadounidense en las profundidades del campo. Estos bloqueos interrumpieron la restitución del trabajo forzado que los ocupantes estadounidenses buscaban imponer para construir aquellos caminos que, de hecho, facilitarían el transporte de los cultivos para la exportación.  

Yo lo interpretaría como una forma de lucha que se está adaptando a Puerto Príncipe y a otras ciudades: impide la comunicación entre los distintos departamentos, la circulación y el movimiento, así como la funcionalidad del sistema capitalista dentro de las ciudades mismas. Es un sistema histórico y cultural de resistencia. Hemos integrado ciertas palabras inglesas y francesas “barikad” (barricadas); o “lòk”, aunque le decíamos “gran chimen bare” (bloqueo de camino), cuando nada podía circular libremente.

mdp:  En enero del 2020, Moise disolvió el Parlamento para gobernar por decreto. Para principios del 2021, anunció un referendo para adoptar una constitución producida por la Organización de los Estados Americanos que expandiría las facultades del Ejecutivo para la toma de decisiones. Se rehusó a dejar la presidencia y no hizo ningún plan para organizar elecciones en ningún nivel. En cambio, le regaló tierras agricultoras a otro oligarca, Clifford Apaid, y reemplazó a tres jueces de la Suprema Corte (esquivando los procedimientos parlamentarios). Hubo protestas masivas hasta junio. Y tan solo unos días antes de ser asesinado, Moise designó a Airel Henry como su nuevo (y séptimo) primer ministro. 

El caos y las crisis han llegado a las primeras planas a nivel internacional, pero esconden y a veces confunden a los levantamientos populares con la violencia pandillera. ¿Cuáles son las demandas de este movimiento social? ¿Cuáles son las diferentes tendencias ideológicas en el terreno?

sl: Hay una constante en las demandas, que es el derecho a la autodeterminación. Ya sea en relación con el Estado haitiano o con la comunidad internacional—que siempre busca imponernos una serie de medidas—siempre exigimos que nosotros también podamos proponer nuestro propio modo de vida. Esta demanda ha marcado a todos los movimientos sociales, ya sea que el elemento político involucre a mujeres, campesinos, juventudes o sindicatos de maestros. La segunda demanda es el reconocimiento de las dinámicas interseccionales de la lucha, o la habilidad de reconocer a las personas como personas, más allá de su sexo, raza, clase o religión. La tercera demanda es la lucha contra la impunidad, la lucha por el acceso a la justicia. 

Este movimiento social ha explotado con un liderazgo en donde cada quien tiene la capacidad de actuar. Estas constantes sugieren que hay una fidelidad política, una tendencia anárquica que asusta a las oligarquías transnacionales. Uno de los elementos que nos permite condensar nuestras diferentes demandas es la capacidad que tiene cada persona de ser libre. La libertad es un elemento fundamental dentro del movimiento activista y conlleva un conjunto particular de ideales políticos que penetran a la sociedad haitiana. Desde la Revolución de 1804, nos hemos dado cuenta de que, dentro de la cuestión de la libertad también hay una cuestión de bienestar, pero no un bienestar en el sentido occidental que se basa en la propiedad privada. 

ejp: En la lucha actual, los barrios urbanos de la clase trabajadora están más movilizados que los campesinos, mientras que los líderes políticos han sido desacreditados. La misión histórica de las masas populares es la batalla contra un orden global injusto. Este es el hilo común de las luchas populares haitianas, que pueden ligarse a un discurso antiimperialista de izquierda más amplio. Sin embargo, si nos fijamos bien en el surgimiento de las luchas populares, hay una batalla existencial alrededor de la necesidad de vivir. Esta lucha es permanente por naturaleza y se refleja en la imposibilidad de establecer un diálogo entre las élites y las masas. La élite política tradicional no cuenta con una narrativa que aborde a las demandas populares; no pueden apaciguar a la lucha por el cambio. Por eso siempre están en crisis. 

En 2021, después del asesinato de Moise, muchas organizaciones progresistas de la sociedad civil y otros partidos convergieron para redactar los Acuerdos de Montana, que dieron pie a un gobierno de transición para organizar elecciones libres y concretar un juicio alrededor de PetroCaribe. Pero estos esfuerzos redujeron a la lucha organizada a una cuestión de la toma del poder. Las masas populares estaban peleando una batalla histórica para cambiar al sistema occidental capitalista de manera definitiva. Entonces, hay dos batallas en Haití: la batalla por el cambio real y la batalla por el poder. Esta última no incluye a las aspiraciones de las masas populares.

sl: Los escenarios que se están desarrollando ahorita son los mismos que hemos vivido desde 1806 y se centran alrededor de la autodeterminación, la redistribución y la producción de recursos. Si consideras a los años 1806, 1843, 1865 o incluso a los años 1915 y 1934, así como a las luchas de 1986 y 2004, verás que los mismos fantasmas acechan a Haití constantemente.

En cada gran crisis, se hace la misma pregunta: ¿cómo vamos a construir una comunidad dentro de los 27.500 kilómetros cuadrados de territorio que tenemos en común para vivir juntos, si algunos no ven a los otros como plenamente humanos? Esta es la base de la lucha en Haití: los que tienen el poder alegan que todos los recursos que la sociedad produce les pertenecen y nunca piensan dos veces antes de pedir que extranjeros intervengan en el asunto. Pero está la cuestión de lo que tiene que suceder a nivel interno para construir una verdadera hermandad, un proyecto político con el que forjar una sociedad. Esta batalla ha existido desde que la nación se formó. Los proyectos políticos propuestos hasta ahora han fomentado una cierta exclusión, así como una ausencia de redistribución. Ahora hay una coherencia política dentro del caos que tiene que ser atendida por el pueblo haitiano.

Esta conversación se publicó en colaboración con Lefteast. 

La entrevista fue traducida para PW del inglés al español por María Cristina Hall.


Notas a pie de página
  1. Reportajes de RNDDH, Fondasyon Je Kale (Fundación ojo atento), la clínica de derechos humanos de la Harvard Law School y el Panel de Expertos del Consejo de Seguridad de la ONU: https://hrp.law.harvard.edu/wp-content/uploads/2022/10/Killing_With_Impunity-1.pdf y https://insightcrime.org/wp-content/uploads/2023/08/Report-Panel-of-Experts-Haiti_gangs.pdf

    ↩
  2. El Consejo también incluye a dos observadores sin capacidad de voto, entre ellos a una mujer.

    ↩
  3. Los representantes del PHTK son más que los progresistas, Fanmi Lavalas y Accord Montana, que buscaron instaurar un gobierno de transición tras el asesinato del presidente de facto Jovenel Moise en 2021.

    ↩
  4. Para más información, vea: Djems Olivier (2021), “The Political Anatomy of Haiti’s Armed Gangs”, en NACLA:

    https://nacla.org/news/2021/political-anatomy-haiti-armed-gangs

    ↩
  5. Consulte para más información: https://ayibopost.com/dou-viennent-reellement-les-gangs-qui-terrorisent-haiti/

    ↩
  6. Para más información, consulte a: Ilinor Louis (2024), “Comprendre la Dynamique des Gangs à Port-au-Prince”: https://blogs.mediapart.fr/ilionorlouis/blog/180324/comprendre-la-dynamique-des-gangs-port-au-prince#_ednref7?userid=63d4c37e-41d3-4f31-ae0c-de16ea6ffc29

    ↩
  7.  Para más información, consulte a: Roger Gaillard, Les Cent Jours de Rosalvo Bobo ou une Mise à Mort Politique (Port-au-Prince: Haiti, Presses Nationales, 1973).

    ↩
  8. Esto incluyó el decreto del 2 de enero del 1804, que terminó con el usufructo de los campos de parte de los propietarios coloniales; el decreto del 7 de febrero del 1804, que anuló a todas las posesiones que los franceses les otorgaron a sus hijos, ya fuera de animales o propiedades móviles o inmóviles; el decreto del 24 de julio del 1805, que fijó los salarios de los oficiales y el personal de gobierno; y el decreto del 6 de septiembre del 1805, que reguló los títulos de propiedad que antes les pertenecían a franceses y extranjeros.

    ↩
  9. El Código rural legalizó a dos “países”, uno para las poblaciones rurales (descendientes de los bossales que pelearon en la Revolución) y otro para la élite urbana. El Código reguló el uso de la tierra y la propiedad, así como las prácticas laborales.

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