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  1. Vendiendo Armas de EE.UU.

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    Martin Luther King una vez llamó al gobierno estadounidense “el mayor promotor de violencia en el mundo.” Esta afirmación puede ser polémica, sin embargo, nadie niega que Estados Unidos es el mayor vendedor de armas del mundo, con una participación del 42 por ciento en el mercado global de exportación de armas. 

    Desde la Guerra Fría, el Congreso ha aprobado diversas leyes para regular tanto la venta y el financiamiento de armas estadounidenses, como la ayuda humanitaria a estados extranjeros. Estas leyes han cambiado con las guerras y conflictos de las décadas intermedias, y con el equilibrio de poder dentro y entre el Congreso y la Casa Blanca. Sin embargo, a lo largo de sus variaciones, estas leyes han impuesto varias limitaciones y requisitos de notificación sobre ciertos tipos de transferencias. 

    Desde el 7 de octubre, las transferencias de armas se han convertido en un punto de conflicto táctico sobre el apoyo de Estados Unidos al genocidio de Israel en Gaza, y en particular, entre quienes esperan poner fin a ese apoyo y quienes buscan extenderlo. Esta semana, meses despuès de que la administración de Biden declaró que la invasión israelí de Rafah, que aún sigue en curso, en la ciudad más sureña de Gaza, era una “línea roja” para Estados Unidos, el Congreso fue notificado de una nueva venta de armas de 20 mil millones de dólares a Israel. Mientras tanto, activistas solidarios con Palestina han exigido que la vicepresidenta Kamala Harris, la candidata demócrata a la presidencia, respalde el fin de dichas transferencias por completo para obligar a Israel a que termine la guerra. La campaña presidencial de Harris aclaró que la candidata “no apoyaba un embargo de armas a Israel”, una declaración que constituye “una de sus primeras posturas políticas firmes”.

    Para entender los mecanismos por medio de los cuales Estados Unidos suministra armas y equipo militar a gobiernos extranjeros, el editor colaborador de Phenomenal World, Tim Barker, y el escritor Dylan Saba conversaron con Sarah Harrison, una abogada que anteriormente trabajó en la Oficina del Consejo General del Departamento de Defensa. Entre otras funciones, Harrison se especializó en asistencia humanitaria del Departamento de Defensa, alivio ante desastres extranjeros, la Ley Leahy, asuntos de Mujeres, Paz y Seguridad, y asuntos africanos. Actualmente es Analista Senior en el International Crisis Group. 

    Una entrevista con Sarah Harrison

    DYLAN SABA: ¿Qué sucede cuando EE.UU. realiza una transferencia de armas? ¿Cuál es la cadena de toma de decisiones desde la Presidencia, el Congreso y el Departamento de Defensa, hasta la entrega de las armas? 

    SARAH HARRISON: Existen dos categorías legales que determinan el curso de una transferencia de armas, dependiendo del tipo de compra: si un país está comprando equipo de una empresa privada o equipo del gobierno de Estados Unidos. Lo último se clasifica como ventas militares extranjeras o FMS (Foreign Military Sales). La primera es una venta comercial directa o DCS (Direct Commercial Sale).

    En las ventas militares extranjeras, un país puede comprar armas o artículos de defensa (en términos generales, equipo de tipo militar) usando su propio dinero o a través de financiamiento militar extranjero, cuyo acrónimo es FMF. La FMF, en términos generales, es una ayuda a la seguridad concedida por Estados Unidos. 

    Mucha gente está familiarizada con el hecho de que Israel recibe de Estados Unidos el mayor financiamiento militar extranjero de cualquier otro país en el mundo, cerca de 4 mil millones de dólares al año. De los 3.800 millones que Israel recibe anualmente, la mayor parte es financiamiento militar extranjero, que se utiliza para comprar armas fabricadas en Estados Unidos a través de ventas militares extranjeras. En abril, el Congreso aprobó una cantidad aún mayor, como parte de un paquete de seguridad internacional con transferencias a Ucrania, Israel y Taiwán. 

    Una vez que se realiza una solicitud de venta, hay un proceso de revisión interno en el Departamento de Estado, que aprueba los casos de FMS. Mientras tanto, la Agencia de Cooperación en Seguridad de Defensa (DSCA) del Departamento de Defensa supervisa y ejecuta los casos. Este proceso interinstitucional puede coordinarse con la presidencia, pero rara vez están involucrados en cada una de las ventas a cada país; diferentes administraciones tienen políticas distintas en cuanto a las ventas en las que se involucran. 

    Una vez que el Departamento de Estado aprueba las solicitudes para ciertas ventas de armas importantes a la mayoría de los países, hay un requisito legal en la Ley de Control de Exportación de Armas (1976) que establece que el poder ejecutivo debe notificar al Congreso treinta días antes de emitir una carta de aceptación que permita formalmente que la venta avance.1 

    Este período de treinta días es el margen de maniobra para el Congreso si quiere evitar que una venta se lleve a cabo. Pero para los aliados de la OTAN, Israel y ciertos otros socios importantes de Estados Unidos, esta ventana es en realidad de quince días. (“Aliado” en este contexto significa específicamente un país con el que Estados Unidos tiene un pacto de defensa, por lo que Israel suele ser referido como un “socio cercano” en el gobierno de Estados Unidos para estos fines. Al menos así nos referíamos a Israel en la Oficina del Consejo General del Departamento de Defensa cuando trabajé allí de 2017 a 2020). Una notificación formal de una venta de armas se envía al Comité de Relaciones Exteriores del Senado, al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y al Presidente de la Cámara. Cada uno recibe una notificación, pero en la práctica, para las ventas militares extranjeras, la administración generalmente tiene primero discusiones informales con los partidos mayoritarios y minoritarios en cada comité. A esto lo llaman obtener la aprobación de los “cuatro rincones” porque es el presidente y el miembro de mayor rango en los comités de Asuntos Exteriores de la Cámara y Relaciones Exteriores del Senado – estos cuatro dan una señal informal de que no se opondrán a la transferencia. Luego, el poder ejecutivo avanza con la notificación formal y la venta, sabiendo que no se detendrá. Nunca ha habido una venta de armas que haya sido detenida con éxito durante el período de notificación del Congreso. 

    (Durante la administración de Trump, el Congreso aprobó una resolución conjunta de desaprobación, el término formal para detener una transferencia de armas, en protesta por una venta de armas a los Emiratos Árabes Unidos, sin embargo, Trump la vetó). 

    El proceso de notificación es similar bajo las ventas comerciales directas, excepto que todo pasa por el Departamento de Estado, que emite la licencia de exportación a la empresa privada que vende los artículos de defensa. Antes de que el Departamento de Estado emita una licencia de exportación para esa venta, dan el mismo aviso de treinta días al Congreso — aunque son quince días para los aliados de la OTAN, Israel y otros socios cercanos de Estados Unidos. Una vez que ha pasado el período de notificación del Congreso, se puede emitir la licencia de exportación y luego comienza el proceso de adquisición: la empresa puede fabricar el artículo de defensa o proporcionar los servicios de defensa para ese país extranjero. 

    Las notificaciones del Congreso sólo son requeridas por ley cuando las ventas alcanzan cierto límite, y estos límites son más altos para los aliados de la OTAN y socios importantes.2 Por ejemplo, si hubiera una venta militar extranjera con India, de, digamos, 14 millones de dólares para un equipo de defensa importante, el Congreso sería notificado, pero no sería el caso para un miembro de la OTAN o para Israel.

    DS: ¿Qué tipo de detalles se muestran al Congreso?

    SH: Las notificaciones al Congreso consisten en información detallada sobre la venta, incluyendo al país receptor y una descripción de la cantidad y tipos de equipo y/o servicios que se proporcionarán. Ahora bien, si un presidente quisiera evitar este período de notificación, podría aplicar la exención de emergencia, que requiere una descripción detallada al Congreso del equipo y/o servicios y la emergencia que requiere la venta o emisión de una licencia de exportación en el interés de seguridad nacional de Estados Unidos. Pero en general, la cultura institucional es que el Congreso está familiarizado con las justificaciones de política exterior del ejecutivo, y además son el organismo que estableció el marco legal para que Estados Unidos suministre miles de millones de dólares en armas a otros países, por lo que, como organismo, no supervisan significativamente esas transferencias de armas. 

    DS: ¿Sabemos cuántas veces ha pasado Israel por este proceso desde el 7 de octubre? Y, en términos generales, ¿cuál es el plazo total desde la solicitud hasta la entrega?

    SH: Según tengo entendido, ha habido más de cien transferencias desde el 7 de octubre, pero la mayoría de ellas, si lo requerían, ya tenían notificaciones al Congreso presentadas antes de esta fecha (lo que significa que el proceso de adquisición tomó mucho tiempo), o eran transferencias que no cruzaron el límite que quiere notificar al Congreso, o, como sabemos en dos casos de FMS, recibieron una exención de emergencia.

    La pregunta del plazo es complicada: no hay un plazo fijo para los casos de FMS. Depende de la demanda, la producción y la burocracia. Por ejemplo, la producción de municiones ha aumentado, pero la demanda es tan alta, en gran parte debido a la guerra en Ucrania, que no está claro que el aumento de la producción signifique que las municiones están llegando particularmente rápido a algún país en particular a través del FMS. 

    Existen procesos burocráticos que pueden priorizar casos o países. Una administración presidencial podría exigir a los burócratas que aceleren el proceso de un país en particular si hay papeleo que necesita moverse. Esto es posiblemente lo que el gobierno quiere decir cuando dice que está tratando de acelerar las transferencias a Israel: está agilizando ese largo proceso para que se completen las aprobaciones. 

    El presidente, si realmente quiere acelerar la transferencia de artículos de defensa, puede usar la Autoridad de Reducción Presidencial, que le permite acceder directamente a los inventarios del Departamento de Defensa y transferir ese equipo. Esto minimiza el tiempo de espera de un país para recibir el equipo (porque no tiene que pasar por el proceso de adquisición), que es lo que el ejecutivo ha hecho principalmente con Ucrania. Es una autoridad amplia que permite al presidente utilizar los inventarios del Departamento de Defensa en cualquier parte del mundo. La Autoridad de Reducción Presidencial es independiente de un caso de FMS o DCS. 

    DS: ¿Esa autoridad también es diferente al depósito de reservas de guerra, sobre el cual ha escrito?

    SH: Sí. Mientras que la Autoridad de Reducción es una autoridad amplia que permite al presidente extraer de los inventarios del Departamento de Defensa en cualquier parte del mundo, el depósito de reservas de guerra se establece a través de una autoridad otorgada al Departamento de Defensa (DoD) para almacenar armas en otro país para su uso en situaciones de emergencia. 

    El depósito de reservas de guerra en Israel es un almacén del DoD que data de los años 80. Está ubicado físicamente en Israel, y los bienes almacenados allí están disponibles para uso del DoD o para transferirse a otro país. Este depósito de reservas está  disponible para tiempos de guerra o emergencias, pero no hay requisitos legales específicos sobre su uso. Originalmente, los depósitos en el extranjero del DoD solo se permitían en países de la OTAN, pero el Congreso amplió la ley para incluir a importantes “aliados no pertenecientes a la OTAN” (un término legal que otorga ciertos beneficios), que incluye a Israel. 

    Las reservas en Israel se han utilizado para transferir proyectiles a Ucrania, y sabemos de casos en el pasado donde fue usado por Israel, notablemente en la guerra del Líbano de 2006 y la guerra de Gaza de 2014, pero no hay informes públicos de lo que se haya utilizado desde el 7 de octubre. Esto se debe en parte a que estas transferencias de armamentos y las políticas que las facilitan son generalmente opacas. (En el caso de 2014, por ejemplo, la presidencia no se enteró de las transferencias hasta después de que habían ocurrido, a pesar de que fue parte de una venta militar extranjera de 3 millones de dólares de Estados Unidos a Israel). Se estima que las reservas contienen un valor de 4,400 millones de dólares en equipo militar, sin embargo, no hay un requisito sólido de informes sobre estos depósitos. En el caso de Ucrania, hay algunas pruebas que sugieren que la transferencia se completó a través de una solicitud del gobierno de Estados Unidos con la aprobación final del primer ministro de Israel, lo que sugiere un grado significativo de control israelí sobre el depósito. 

    Grupos de la sociedad civil han solicitado a la administración Biden que sea más transparente sobre el proceso de transferencia de armas, qué tipo de armamento está transfiriendo y bajo qué autoridad se está haciendo el proceso, tal como lo hace con Ucrania mediante comunicados de prensa del Departamento de Estado y del DoD que detallan lo que se está enviando, cuánto y bajo qué autoridad. Funcionarios de la administración con los que yo y otros hemos discutido se han negado a extender esta práctica a Israel. Así que no sabemos si han utilizado el depósito de reservas de guerra después del 7 de octubre de 2023. Si existiera una verdadera emergencia, el presidente podría usar la Autoridad de Reducción para transferir rápidamente los inventarios del Departamento de Defensa a Israel. 

    Pero el Departamento de Defensa ha estado preocupado por el agotamiento de sus propios inventarios debido a la guerra en Ucrania y porque el Congreso tardó tanto en proporcionar más dinero para abastecerlos. El Congreso finalmente lo hizo en el importante proyecto de ley de asignaciones que mencioné anteriormente para Israel, Taiwán y Ucrania. 

    DS: Mencionó que no hubo una transferencia de armas que fue rechazada por el Congreso desde octubre?

    SH: Nunca hubo una paralización exitosa de una transferencia de armas por parte del Congreso.

    DS: ¿Lo que significa que Israel está recibiendo todas las cantidades especificas que está pidiendo?

    SH: No. Según lo que entiendo basado en mi lectura entre líneas de lo que ha dicho la administración, específicamente la declaración de un general en marzo, Israel no está recibiendo todo lo que pide, y la administración de Biden no está necesariamente aprobando cada solicitud de ventas militares al extranjero. Esta no es su prerrogativa. A la vez, ellos definitivamente no están anunciando ninguna limitación, o razones para limitar, con la única excepción de las bombas de 2.000 libras que el presidente suspendió – que sin duda es una gota en el océano comparado con la abrumadora cantidad de artículos de defensa que continúan siendo enviados a Israel. 

    TIM BARKER: Usted ha comentado sobre la falta de transparencia y los diversos requisitos de denuncia. ¿Cuáles son los requisitos legales básicos que rigen la transparencia sobre el proceso de transferencia de armas?

    SH: Depende del tipo de autoridad. Para ventas militares al extranjero, la DSCA publica en su sitio web cuando se ha emitido una notificación al Congreso para una venta de armas significativa, pero no sabemos nada de las transferencias por debajo del límite porque no se exige transparencia. Y creo que incluso si la DSCA no publicará las notificaciones en su sitio web, podríamos seguir sabiendo de ellas porque los miembros del Congreso podrían darlas a conocer al público o a los periodistas. 

    Pero, repito, esas notificaciones son sólo para las transferencias sobre el límite. Es posible que se intente enviar a otro país una cantidad enorme de artículos y servicios de defensa por debajo del mismo límite para eludir el tipo de transparencia que conllevan las notificaciones del Congreso. Hay grupos de derechos humanos, grupos de protección civil y grupos que promueven el control de armas que abogan por una mayor transparencia en estos trámites. 

    La transparencia depende específicamente de la política del poder ejecutivo—no es en ninguna manera bipartidista. Con respecto a Ucrania, la administración de Biden ha demostrado una operación bien coordinada, tanto internamente en el poder ejecutivo, y con socios y aliados en Europa, para hacer este proceso de apoyo a Ucrania en la forma más limpia, honrada y transparente posible. Eso es algo único sobre esta administración.  Dicho esto, optaron por no hacerlo con Israel, a pesar de que es uno de los principales receptores de armas de Estados Unidos.  

    Dejando a un lado la polémica sobre si deberían enviar armas en absoluto, el poder ejecutivo debería tener el mismo comportamiento que tiene con Ucrania con cada socio y aliado en todo el mundo.

    TB: Es impresionante la cantidad de información sobre las transferencias de armas que está disponible sólo porque ha sido filtrada al público de una forma u otra.

    SH: Sí. La cifra que cité antes—que ha habido cientos de traslados desde octubre—procede de una filtración. No es algo que el poder ejecutivo revele en primera instancia.

    TB: Quiero preguntar sobre la pausa armamentística de las bombas de gran tamaño. ¿Qué ocurre cuando una administración quiere retrasar las transferencias de armas o utilizar este proceso como una forma de presionar al socio?

    SH: Por lo que sabemos, esa pausa en las bombas de 2.000 libras es la única vez durante la guerra que la administración de Biden ha utilizado públicamente su considerable influencia. Tras el ataque a la World Central Kitchen (WCK) en abril, el Presidente respondió haciendo una llamada privada a Netanyahu, durante la cual, al parecer, Biden no dijo que su política estaba cambiando, pero sí amenazó con cambiarla. Tras esa llamada, pareció que el gobierno israelí tomó medidas rapidas para abrir algunos puntos de acceso humanitario, aunque fueran de adorno, porque la Casa Blanca quería indicar que no iba a tolerar el asesinato de ciudadanos internacionales en una organización humanitaria. 

    La administración de Biden ha tolerado la muerte de decenas de miles de palestinos, pero aquí fue donde Israel cruzó la línea. Esto puso un hecho obvio, y es que cuando ejerces tu influencia puedes cambiar la trayectoria de un conflicto. Este Presidente ha rechazado hacer mucho más que eso porque considera que el enfoque de su administración respecto a Israel se basa en sus principios. 

    La pausa armamentística reflejaba cierta incomodidad por parte de la administración con el lanzamiento de bombas de 2.000 libras en lugares donde había mucha gente. Está claro que esa pausa no alcanza a lo que deberían llegar; más bien parece un intento de salvar las apariencias, ya que se han aferrado a una política sin salida. La pausa no ha hecho nada para detener el derramamiento de sangre en Palestina; la llamada telefónica después de la huelga de la WCK parecía ser un uso más eficaz de la influencia. 

    DS: ¿Cuál es el alcance de la prerrogativa del ejecutivo en este caso? Supongo que estas ventas pueden realizarse porque el Congreso ha asignado fondos para cubrirlas. ¿Es así?

    SH: La venta de armas puede realizarse con dinero que Estados Unidos ha dado para otro país—normalmente financiamiento militar en el exterior, o FMF, como he descrito antes—o con dinero que el país extranjero tiene a través de los dólares de los contribuyentes u otros medios de ingresos. Israel suele utilizar su FMF, que asciende a 3.300 millones de dólares al año fiscal. Ese dinero se transfiere a Israel el primer mes de cada año fiscal y se deposita en una cuenta que devenga intereses. Israel ha utilizado esos intereses para pagar deudas a Estados Unidos, pero no puede utilizarlos para comprar artículos de defensa. 

    DS: Y esta cuenta es para la compra de armamento estadounidenses, así que ¿hasta qué punto se extiende la prerrogativa del ejecutivo sobre eso? ¿Puede el Presidente simplemente imponer un embargo de armas en ese punto de intervención e impedir las ventas hasta que se cumpla alguna condición?

    SH: Creo que los abogados del Presidente dirían que sí, o podrían decir que es complicado, pero aquí hay una forma de argumentar que tienen esta autoridad en virtud de la Constitución. Y creo que los miembros del Congreso se opondrán y dirían que no, que nosotros tenemos el dinero, que nosotros decidimos cuándo los países reciben y pueden gastar dólares estadounidenses. 

    Esta cuestión no ha sido objeto de litigio ni ha recibido respuesta por parte de los tribunales. Esta cuestión se plantea a menudo en las discusiones con abogados que piensan hasta qué punto el presidente tiene la autoridad de simplemente no permitir el gasto de dinero que el Congreso ha autorizado y consignado. Algo así ocurrió con Ucrania y la administración de Trump, aunque fue un quid pro por interesado en lugar de un intento de hacer políticas exteriores. El Congreso autorizó y asignó asistencia de seguridad para Ucrania si Ucrania cumplía ciertos hitos. El poder ejecutivo acabó determinando que Ucrania cumplía estos hitos y que debía recibir la ayuda.

    No obstante, en aquella época el presidente Trump ofreció esa ayuda de seguridad como soborno para solicitar información que pudiera perjudicar a su oponente presidencial, el entonces ex vicepresidente Biden. Este es un caso reciente en el que el Presidente retuvo dinero aprobado por el Congreso, aunque fuese en el contexto de solicitar interferencia extranjera en las elecciones nacionales. Pero ningún tribunal ha determinado el contexto específico en el que el Presidente pueda retener dinero aprobado por el Congreso para la ayuda de seguridad. 

    DS: Así pues, aunque existe una cuestión jurídica abierta sobre el alcance del control presidencial en este caso, hay suficiente autoridad sobre este proceso para que Biden haya podido cambiar con éxito la política israelí al hacer una llamada amenazando utilizar esta autoridad.

    SH: Bueno, creo que hubo algunas propuestas de los republicanos, incluso después de la llamada telefónica de la WCK, para decir básicamente, en el estatuto, que el presidente no puede tener esa autoridad. Y creo que hay desacuerdo en el Congreso sobre dónde está el margen de maniobra dentro de la autoridad del poder ejecutivo para retener un envío, dos envíos, tres, etc. Parte del desacuerdo se refiere a la autoridad legal, y otra parte a la naturaleza de los diversos conflictos, como los casos en los que la transferencia de armas puede no redundar en interés de la seguridad nacional o en los que Estados Unidos podría infringir sus obligaciones legales internacionales o nacionales al transferir esos artículos. 

    DS: A este respecto, ¿nos puedes hablar de la Ley Leahy y de la disposición de la Ley de Ayuda Exterior que regula a los países que restringen el envío de ayuda humanitaria?

    SH: El Congreso ya ha creado un marco jurídico a través de leyes para frenar las transferencias cuando el poder ejecutivo tiene conocimiento de violaciones del derecho internacional. Hay un grupo de leyes que prohíben las transferencias de armas o la prestación de ayuda a la seguridad a países que violan los derechos humanos o el derecho de la guerra. Las leyes principales relacionadas con los derechos humanos son las leyes Leahy y la 502B de la Ley de Ayuda Exterior, mientras que la 620I de la Ley de Ayuda Exterior se refiere al suministro de ayuda humanitaria.

    Podemos empezar con las leyes Leahy. Hay dos. Hay una Ley Leahy del Departamento de Defensa y una Ley Leahy del Departamento de Estado. Ambas leyes se aplican al gasto de dinero de Estados Unidos destinado a la asistencia para la seguridad proporcionada a unidades de fuerzas de seguridad extranjeras. Estas leyes son muy estrictas y sólo se aplican a una unidad de una fuerza de seguridad extranjera, no a toda la entidad ni a todo el país. Se activan cuando el gobierno de Estados Unidos -ya sea el Secretario de Estado o el Secretario de Defensa- tiene información fidedigna de que la unidad de una fuerza de seguridad extranjera (esto no incluye a las fuerzas no estatales, sólo a las fuerzas estatales extranjeras) cometió una violación grave de los derechos humanos. Si se dispone de esa información fidedigna, esa unidad no puede recibir más ayuda de seguridad estadounidense. Sin embargo, ambas leyes contemplan una excepción a esta prohibición. La excepción del Departamento de Estado exige que los autores de la grave violación de los derechos humanos de la unidad sean reparados, lo que significa que deben ser llevados ante los tribunales, procesados y condenados. La excepción del Departamento de Defensa está más diluida que eso, pero por coherencia, los departamentos han acordado, en virtud de un memorando de política, realizar lo que se denomina un proceso de reparación al nivel del Departamento de Estado (es decir, los autores deben ser procesados y condenados para que se aplique la excepción). Esas son las leyes Leahy.

    Mientras tanto, la 502B de la Ley de Ayuda Exterior recorta la ayuda de seguridad a todo un país si existe un patrón consistente de graves violaciones de los derechos humanos. La 502B se ha aplicado en el pasado, pero su aplicación no es pública porque no hay obligación de informar al Congreso ni requisito de transparencia para anunciar su aplicación. La disposición de supervisión de la 502B permite que el Senado o la Cámara de Representantes pidan un informe al Departamento de Estado en un plazo de treinta días sobre las prácticas de derechos humanos de un país determinado. El senador Bernie Sanders ya lo intentó el pasado diciembre, para forzar la elaboración de un informe y un debate en el Congreso, pero lamentablemente no se aprobó. 

    Y luego está la 620I de la Ley de Ayuda Exterior, que no se aplica a los derechos humanos como las Leyes Leahy y la 502B, pero sí cuando un gobierno de un país extranjero prohíbe directa o indirectamente o restringe de otro modo la ayuda humanitaria proporcionada por Estados Unidos. En el caso de Israel, lo vimos inmediatamente. El gobierno israelí anunció y ejecutó un bloqueo rápidamente después del 7 de octubre. Ese bloqueo persistente es la razón por la que ahora hay informes de hambruna allí: la gente se muere de hambre debido al bloqueo de la ayuda humanitaria por parte de Israel.

    Incluso funcionarios estadounidenses se sintieron frustrados por el hecho de que altos cargos del Gobierno israelí no permitieran que un envío de harina y otros productos secos llegará a Gaza desde Turquía. Se trataba de un caso muy público, y aun así el poder ejecutivo no cortaba la ayuda, a pesar de que la 620I prohíbe la ayuda en virtud de la Ley de Ayuda Exterior y la Ley de Control de Exportación de Armas a todo el país. Hay incluso una excepción en la ley en caso de que el Presidente proporcione una justificación al Congreso de por qué está aplicando la excepción por motivos de seguridad nacional, sin embargo, la administración Biden no reconoció ninguna violación de la 620I por parte de Israel, así que nunca se aplicó la excepción.

    DS: Impedir la entrega de ayuda es una violación muy concreta e inequívoca de los derechos humanos. Se ha documentado mucho sobre las prácticas de Israel, que son arbitrarias, creo que es la forma más amable de decirlo, y que de hecho suponen una limitación total de la cantidad de ayuda que llega. Quería preguntarle por el informe que publicó el Departamento de Estado revisando las prácticas israelíes en la guerra. Me pareció bastante notable que en el informe se declarara que hay razones para pensar que Israel está violando el derecho internacional humanitario, o violando el principio de distinción con sus campañas de bombardeo. Sin embargo, aprueba las prácticas israelíes de restringir ayuda. ¿Por qué cree que adoptaron esa postura, a pesar de todas las pruebas?

    SH: Hay algunas cosas que me gustaría comentar al respecto. Cuando se produjo el bloqueo en octubre, creo que la 620I -la ley que aborda la restricción de la ayuda estadounidense- tomó por sorpresa al poder ejecutivo. Esta ley es bastante oscura: antes de octubre del año pasado, raramente se aplicaba o se hablaba de ella. Normalmente, cuando el gobierno estadounidense trata de transportar ayuda humanitaria a otros países, se interpone, y los retos consisten principalmente en dispersar la ayuda dentro de las zonas de conflicto activo. Esa logística es realmente compleja, y Estados Unidos suele contratar a ejecutores locales para hacer llegar la ayuda a la población de esas zonas. Pero, en general, los países no se limitan a bloquear la ayuda humanitaria de Estados Unidos o de la ONU. Esa ayuda suele llegar a lugares donde la logística es difícil y hay graves problemas de seguridad, como en Somalia. Así que la pregunta sobre el 620I, relativa al bloqueo total de Israel sobre Gaza, sorprendió a los abogados y a los políticos de forma inesperada. Hizo falta la presión de los grupos de la sociedad civil que señalan la ley para que el Congreso empezará a hacer preguntas. La atención pública sobre esta ley no empezó a aumentar hasta principios de 2024. 

    Meses después, en marzo, hablé con funcionarios del poder ejecutivo, y dijeron que aún estaban discutiendo la interpretación legal del estatuto. La pregunta central que estaban evaluando era: ¿Qué es la asistencia humanitaria de Estados Unidos? ¿Son las contribuciones de Estados Unidos a la ONU, que luego son proporcionadas a los palestinos en Gaza a través de la ONU, equivalentes a la asistencia directa de Estados Unidos? Esto es indicativo de un enfoque jurídico; los abogados del poder ejecutivo suelen tratar de interpretar el lenguaje de los estatutos para otorgar la mayor flexibilidad posible al poder ejecutivo. 

    Basado en conversaciones separadas, sé que una segunda pregunta que se plantea dentro del poder ejecutivo a finales de marzo era: ¿qué significa “prohibir o restringir de otra manera” en la ley? Funcionarios de Estados Unidos le dijeron al Congreso que se inclinaban hacia una interpretación en la que «restringir de otra manera» también significaba prohibir—en otras palabras, interpretar el lenguaje de manera más restrictiva, de modo que la sección 620I solo se aplicaría en el caso de una prohibición total.

    Veamos el cronograma de eventos relacionados con la sección 620I. En diciembre, el senador Van Hollen redactó una legislación para abordar la aplicación de la sección 620I a Israel, aunque el lenguaje en el estatuto era aplicable a nivel mundial. Luego, en febrero, el presidente emitió el Memorando de Seguridad Nacional 20 (NSM 20), que se basaba en el proyecto de ley de Van Hollen. En mi opinión, este fue el intento de la administración de Biden de apaciguar a los legisladores demócratas críticos que estaban tratando de responsabilizar al poder ejecutivo por las leyes que parecía estar eludiendo. Cuando se emitió el memorando, la secretaria de prensa del presidente dijo que no creaba nuevos estándares para el poder ejecutivo.

    Hay una disposición en el NSM 20 que requiere garantías escritas y creíbles de cumplimiento con el derecho internacional y aseguramiento de acceso a la ayuda humanitaria por parte de los países extranjeros que reciben artículos de defensa de Estados Unidos. El NSM 20 también exige que el poder ejecutivo informe al Congreso si los países están cumpliendo con la sección 620I. Esto no es un requisito de la sección 620I en sí misma, sino una obligación impuesta por el propio memorando del presidente. Esta fue una buena noticia porque presionaba a los abogados a asesorar sobre la ley y a los responsables de políticas en el Departamento de Estado a decidir si Israel está cumpliendo con ella, implicando deliberaciones sobre qué constituye asistencia de Estados Unidos y qué se entiende por “prohibido” frente a “restringido de otra manera”. 

    Es posible que los abogados finalmente aplicarán el criterio de que cualquier prohibición o restricción tendría que ser arbitraria para constituir una violación de la sección 620I. Podrían haber utilizado la arbitrariedad—un estándar en el derecho internacional—como una forma de moldear la interpretación de la ley interna. No puedo asegurarlo con certeza. Mi punto es que creo que hubo diversas formas en las que el poder ejecutivo estuvo trabajando en la interpretación de la sección 620I, hasta mayo, cuando tuvieron que presentar el informe al Congreso que mencionaste.

    Cuando entregaron ese informe, supuestamente habían conseguido que Netanyahu aflojara un poco las restricciones al acceso humanitario. Es probable que esta fuera la razón por la cual se sintieron cómodos al determinar que la sección 620I no era aplicable, ya que Israel no estaba imponiendo una prohibición total o arbitraria sobre la ayuda humanitaria de Estados Unidos—dado que alguna asistencia estaba entrando, cualquier ayuda que aún estuviera prohibida podría considerarse no arbitraria por motivos de seguridad. Por supuesto, sabemos que hay numerosos informes de artículos que no se han permitido entrar en Gaza de manera arbitraria, pero Israel alega que es por razones de seguridad nacional.

    Creo que todo esto se reduce a que tan creativos se ven obligados a ser los abogados del poder ejecutivo para conceder la mayor flexibilidad posible al presidente, especialmente cuando el objetivo es no cortar la asistencia a Israel.

    DS: Quiero alejarme un poco, pero sin dejar de plantear una pregunta jurídica. Un aspecto sorprendente de la respuesta del gobierno de Estados Unidos a esta guerra ha sido su postura declarada hacia los cuerpos de derecho internacional. Sé que Estados Unidos ha tenido durante mucho tiempo una relación conflictiva con muchas de las fuentes formales del derecho internacional y los tribunales, pero después de que el Consejo de Seguridad aprobó la resolución de alto el fuego con la abstención de Estados Unidos un portavoz del Departamento de Estado se puso detrás del atril y básicamente insinuó que la resolución del Consejo de Seguridad no era vinculante. Considerando su experiencia en el gobierno, ¿eso le sorprendió?

    SH: Debido a todo lo que había sucedido hasta ese momento, no me sorprendió. Creo que la postura de Estados Unidos importaba principalmente porque seguía socavando el posicionamiento de la administración de Biden respecto a un orden basado en normas. Al abstenerse de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y luego decir que no es vinculante, cuando muchos otros la consideran vinculante, Estados Unidos sigue afirmando la narrativa de que está incumpliendo de manera hipócrita el derecho internacional con respecto a Israel, y continuará haciéndolo. Obviamente, como cuestión legal, el Departamento de Estado les aconsejó que podían decir razonablemente que la resolución no era vinculante, pero no creo que importe si un jurista internacional diría que eso es correcto; sigue siendo perjudicial para otras políticas y objetivos de Estados Unidos de promover la adhesión al derecho internacional.

    DS: Tiene sentido que haya un argumento plausible y que los abogados presenten ese argumento. Pero, ¿cree que se están dando discusiones similares en torno, por ejemplo, a las medidas provisionales ordenadas por la CIJ en el caso de genocidio, que es indudablemente una declaración de derecho internacional? Me pregunto si tiene una idea de cómo el gobierno recibe órdenes como esas y cómo se les asesora sobre sus obligaciones con respecto a las órdenes de la CIJ.

    SH: No creo que las opiniones de la CIJ, incluidas las opiniones consultivas de julio sobre la ocupación de Israel, hayan sido bien recibidas por esta administración, principalmente debido a las limitaciones políticas autoimpuestas sobre cómo Estados Unidos aborda su relación con Israel. Las opiniones de la CIJ, así como la solicitud del fiscal de la CPI para emitir órdenes de arresto contra altos funcionarios israelíes, crean verdaderos obstáculos legales para los abogados del ejecutivo, con los que tienen que lidiar de manera seria, porque estos asuntos no pueden simplemente ser descartados. Mientras que otro país podría ignorar fácilmente lo que dice la CIJ o la CPI, los abogados del Departamento de Estado y del Departamento de Defensa se enfrentarán a los fallos y las solicitudes de órdenes, trabajarán en ellas y encontrarán maneras de asesorar al Presidente sobre cómo Estados Unidos debe cumplir con sus propias obligaciones internacionales.

    Por eso me frustró mucho el NSM 20 cuando se emitió en febrero. Lo vi como un intento de apaciguar a los miembros demócratas del Congreso que estaban criticando al ejecutivo. Pero lo que significó para los abogados y responsables de políticas dentro de la burocracia fue mucho trabajo, porque se toman estas cosas en serio. Nunca resultará en la suspensión de las transferencias de armas a Israel, que como sabemos es donde reside la influencia de Estados Unidos para poner fin a esta masacre.

    Como sucede con NSM 20, los abogados y responsables políticos del Departamento de Estado tardarán mucho tiempo en gestionar las repercusiones de los casos de la CIJ y la solicitud de orden de detención de la CPI. Pero está claro que, al menos por ahora, no están adoptando ninguna postura que implique que Estados Unidos detenga la transferencia de armas. Así que interpreten esto como quieran. Parece bastante claro que los abogados estadounidenses no están de acuerdo con lo que ha dicho la CIJ o con lo que está haciendo la CPI. Si lo estuvieran, tendrían que aconsejar a sus clientes que dejarán de transferir armas a Israel. 

  2. La larga batalla de Haití

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    En octubre del 2023, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó por “el despliegue de una misión multinacional de apoyo a la seguridad para Haití” en el que “Kenia liderará la misión”. Aunque Rusia y China se abstuvieron, condenaron “el incremento en la violencia, la actividad criminal, los abusos de derechos humanos y las violaciones que socavan la paz, la estabilidad y la seguridad de Haití y de la región”. Algunos meses antes, la Comunidad del Caribe (CARICOM) había expresado su “apoyo para la restauración de la ley y el orden” en el país. Estados Unidos prometió contribuir con 200 millones de dólares para asistir a las fuerzas militares. Además de 1.000 policías de Kenia, países como las Bahamas, Jamaica, Belice, Surinam, Antigua y Barbuda, Guatemala, Perú, Senegal, Ruanda, Italia, España y Mongolia prometieron enviar contingentes armados. 

    El ex primer ministro Ariel Henry, quien se desempeñó como presidente de facto (no electo), había emitido una segunda petición durante las reuniones de la ONU en septiembre, rogándole a la comunidad internacional que actuara “en nombre de las mujeres y niñas violadas cada día, de las miles de familias expulsadas de sus hogares, de los niños y jóvenes de Haití a quienes se les ha negado el derecho a la educación y a la instrucción, en nombre de todo un pueblo que es víctima de la barbarie de las pandillas”. Algunos meses antes, el ministro de justicia y seguridad pública, que también servía como ministro de cultura y comunicaciones de Haití, Emmelie Prophète, denunció que los barrios tomados por “guerrillas urbanas” eran “territorios perdidos”.

    Los medios internacionales dominantes han difundido la crisis haitiana como un problema de pandillas que se escapa del control del Estado. Sin embargo, antes de las peticiones del 2022 y 2023, los movimientos sociales, organizaciones de derechos humanos y activistas de redes sociales ya habían comentado sobre el silencio espeluznante de Henry alrededor de cientos de personas masacradas y secuestradas durante su gobierno. Además, diversos reportes independientes han descrito cómo distintos actores nacionales, internacionales y transnacionales, incluyendo al Estado y otros funcionarios diplomáticos, “manufacturaron” el caos.1  

    Según la Red Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos (Réseau National de Défense des Droits Humains, RNDDH), entre noviembre del 2018 y marzo del 2024, ciertas “pandillas” habían liderado más de veinticinco masacres y otros ataques armados que implicaron el asesinato de más de 1.500 personas, la violación colectiva de 160 niñas y mujeres, la desaparición de decenas de personas, la mutilación de cientos de personas y la destrucción de más de 450 hogares, lo cual dio lugar al desplazamiento interno de más de 500 mil personas. Mientras que al comienzo de este periodo los grupos armados actuaban de manera aislada y competían entre sí, para agosto del 2020, nueve grupos armados se confederaron bajo el liderazgo del expolicía Jimmy Chérizier, esfuerzo celebrado por la Comisión Nacional de Desarme, Desmantelamiento y Reinserción de Haití (Commission Nationale de Désarmement, Démantèlement et Réinsertion, CNDDR). En enero del 2024, Chérizier consolidó al resto de las pandillas de la capital para lanzar una “revolución” que tomaría el control de las áreas aledañas al aeropuerto internacional para impedir que Henry volviera a Haití tras su viaje a Kenia. En las semanas siguientes, el grupo demolió estaciones de policía y cárceles, quemó hospitales públicos, universidades, bibliotecas y asesinó a cientos de personas. Destruyó las oficinas de la Corte Superior de Cuentas y Controversias Administrativas (Cour Supérieure des Comptes et du Contentieux Administratif, CSCCA) donde el gobierno archivaba sus recibos de gastos, incluyendo los expedientes sobre el acuerdo de PetroCaribe con Venezuela.

    Para reemplazar al gobierno de Henry, CARICOM facilitó a la formación de un Consejo Presidencial de siete presidentes (todos hombres)2 la mayoría de los cuales representaban al Parti Haitien Tèt Kale (PHTK), que había estado en el poder desde el 2011. 3 En mayo del 2024, la primera acción del Consejo fue confirmar el compromiso de la comunidad internacional por cumplir con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), a pesar de las denuncias populares alrededor de esta misión que ya había durado trece años y que permitió que las pandillas se armaran. El Consejo también marginalizó las demandas del pueblo de “chavire chodyè a” (romper con el sistema), formuladas con la pregunta “Kot Kòb PetroKaribe A?” (¿Dónde está el dinero de PetroCaribe?).

    La siguiente conversación entre Sabine Lamour, Georges Eddy Lucien y Ernst Jean-Pierre nos empuja a comprender los eventos actuales de Haití más allá de una crisis que se pueda resolver con la ocupación militar, elecciones y “buena gobernanza”. Más bien, veremos que esta es una disputa de proporciones históricas entre el pueblo de Haití y el Estado neocolonial. En esta conversación, no sólo se preguntan cuáles son las pandillas, sino por qué hay pandillas y por qué ahora. 

    Sabine Lamour es profesora de sociología en la Universidad Estatal de Haití y fue la coordinadora nacional de Mujeres Haitianas en Solidaridad (SOFA) durante cinco años. Georges Eddy Lucien es profesor de historia y geografía en la Universidad Estatal de Haití. Ernst Jean-Pierre es coordinador general del Grupo de Investigación sobre Iniciativas para un Desarrollo Participativo Alternativo (GRIDAP). Con base en una discusión de panel llevada a cabo en la novena Conferencia anual de la filosofía de la religión en las tradiciones africanas de octubre del 2022, este texto ha sido editado para reflejar sobre los desarrollos políticos recientes.

    —Mamyrah Dougé-Prosper

    Una conversación con Mamyrah Dougé-Prosper, Sabine Lamour, Georges Eddy Lucien, and Ernst Jean-Pierre

    Mamyrah Dougé-prosper: Las pandillas, también conocidas como bases, controlan los territorios abandonados por el Estado. Los barrios populares tienen poco o nulo acceso al agua potable, a la electricidad, a las escuelas, a los hospitales y a los trabajos. Muchos de estos territorios son lugares que se encuentran en el mapa del Estado, pero otros son asentamientos informales, con más de un millón de personas. La mayoría de las pandillas se concentran en el área metropolitana de Puerto Príncipe, cerca de los parques industriales, puertos internacionales, centros de distribución de petróleo, almacenes para productos de lujo y alimentos importados, así como a lo largo de las rutas de comercio intra e internacionales. Las pandillas se suelen conformar por niños y hombres jóvenes (y algunas pocas mujeres) quienes, dados los altos niveles de desempleo y una falta de educación, deciden unirse a la pandilla para encontrar protección, un cierto respeto a su masculinidad por parte de la comunidad y una fuente de ingresos. En contraste, quienes lideran las pandillas suelen ser expolicías o exagentes de seguridad privada.4

    Las primeras pandillas fueron extensiones de las brigadas de autodefensa establecidas después del derrocamiento de la dictadura de la familia Duvalier, la cual duró 29 años. Después, en 1991, las brigadas se reforzaron para proteger a los barrios populares de Puerto Príncipe ante los pelotones de la muerte que participaron en el golpe de estado contra el presidente democráticamente electo, Jean-Bertrand Aristide. Tras el retorno del jefe de estado destronado en 1994, se distribuyeron pistolas entre sus simpatizantes, provocando la despolitización de estas formaciones, que, entonces, se volcaron a las actividades criminales, incluyendo el secuestro. Durante el segundo término de Aristide (2001–2004), estas pandillas “de barrio” se fortalecieron para contraponerse a los ex oficiales militares, que habían sido desmovilizados en 1995 y que buscaban derrocar el gobierno de Aristide. Después de la remoción forzada de Aristide en el 2004, las tropas de la Misión de Estabilización de la ONU silenciaron a las milicias.5

    Las pandillas no son un monolito. Sin embargo, durante los últimos seis años, académicos militantes han calificado a las 23 principales pandillas que operan en el área metropolitana de Puerto Príncipe como paramilitares o fuerzas armadas extralegales del Estado. ¿Qué explicaría esto? 

    Georges Eddy Lucien:  Desde el 2016, la policía ha sido incapaz de apaciguar a los levantamientos populares, de hacer que las personas retrocedan. Las pandillas vinieron para cumplir dos funciones. Para empezar, funcionan para censurar a los barrios que concentran a la población trabajadora; sabemos que entre el 67 y el 69 por ciento de la aglomeración de Puerto Príncipe vive en barrios precarizados. Por ejemplo, los residentes de Lasalin que participaron en la protesta del 17 de octubre del 2018 fueron masacrados por las pandillas tres semanas después. Esto les comunica un mensaje específico a quienes viven en los barrios de personas trabajadoras: que no tienen derechos cívicos y políticos y que no pueden participar en protestas. Se han dado otras instancias, como la masacre de Belair del primer peyi lòk (que puede traducirse como “paro general”) o como la masacre Kafou Marasa (Cité Soleil).

    Entonces, las pandillas juegan un papel en la censura de los residentes y también censuran a las organizaciones progresistas. De 1987 a 1988, tras el derrocamiento de la dictadura de Duvalier, distintas organizaciones populares estaban operando dentro de los barrios, entre ellas, grupos estudiantiles y sindicatos. Sin embargo, hoy es difícil organizar una reunión en los barrios de donde tendría que emanar un activismo de base. La segunda misión de las pandillas es banalizar conceptos como “hijos de los pobres” o “revolución” y así contribuir a la criminalización de los movimientos sociales. Bajo el gobierno de Jovenel Moise (2017–2021), la participación de las pandillas en protestas logró trivializar a las demandas. Todo esto es estratégico.

    El ejército—que sería el actor tradicional empleado por el Estado haitiano o por las oligarquías locales e internacionales, sobre todo de Estados Unidos, para resolver las crisis—ya no está. Si observas los años 1946, 1956 y 1986, verás que siempre pasa lo mismo: nos dormimos, despertamos y nos damos cuenta de que el ejército ha tomado el control. Pero el ejército de Haití fue disuelto en 1995 cuando el presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido derrocado, volvió al poder. Hoy, los aparatos represores, sean policías o pandillas, juegan un papel primordial. En definitiva, durante la dictadura de Duvalier siempre hubo un lazo entre el ejército y la milicia. Pero el ejército tenía más medios logísticos y más armas que la milicia. La informalidad es importante, porque cuando el ejército necesitaba hacer cosas por debajo del agua, podía valerse de la milicia. Este fue el caso del golpe de estado de 1991, cuando usaron el Frente para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH), este mismo un producto reconocido de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. 

    MdP: La potencia armada de las pandillas se ha reforzado y ahora cuentan con armas de guerra como los AK-47 de Rusia, los AR-15 de Estados Unidos y los rifles de ataque Galil provenientes de Israel. Algunas armas que se trafican en Haití son compradas en el estado de Florida, de Estados Unidos, donde las leyes alrededor de las armas son muy flexibles. Después, se envían desde el puerto de Miami, donde los cargamentos se organizan en contenedores detallados que requerirían de búsquedas intensivas. Las armas ilegales entran al país por los puertos marítimos operados de manera privada, como el Puerto Lafito del oligarca Gilbert Bigio, así como por pistas de aterrizaje extraoficiales y por la frontera terrestre con la República Dominicana. Al mismo tiempo, a lo largo de los últimos trece años, el régimen del PHTK les ha dado menos armas y menos fondos de los requeridos a sus propias fuerzas armadas. 

    Las pandillas de hoy—fundadas o reforzadas por los líderes del PHTK, otros políticos y oligarcas clave—son los nuevos pelotones de la muerte. Trafican órganos humanos, drogas y armas. Secuestran bajo contrato o para recaudar fondos para comprarse municiones. Matan para conquistar territorios nuevos o para vengarse de grupos rivales. Las pandillas también les otorgan seguridad a las empresas privadas, como aquellas del capitalista mercantil Reynold Deeb o a ladrones de menor relevancia y a quienes compiten por asaltar. Disuelven a los paros laborales. Contratadas por políticos como el expresidente Michel Joseph Martelly (2011–2016), las pandillas amenazan a votantes para que no haya elecciones justas y para aminorar la participación de las personas en protestas. Además, las pandillas asesinan a opositores políticos.

    ¿Qué ha hecho el movimiento social haitiano actual para lidiar con tanta violencia?6 

    GEL: A pesar de la presencia de las pandillas, el último peyi lòk (paro general), en julio del 2018, demostró que estas estrategias no fueron suficientes para desalentar al pueblo. Esto creó la necesidad de una intervención militar de parte de la oligarquía local e internacional. Es como en 1802, cuando Leclerc lanzó una expedición en Saint Domingue (Haití): la metrópolis colonial se dio cuenta de que los aparatos represores a nivel local eran incapaces de forzar a las masas esclavizadas a retirarse. La incapacidad de la metrópolis francesa para bloquear a las masas esclavizadas durante un periodo de más o menos diez años, de 1791 a 1801, hizo que reforzaran sus aparatos represores. El mismo caso se dio en la crisis de 1902 a 1915. La intervención militar extranjera refleja la incapacidad de la oligarquía local e internacional para acabar con el levantamiento. 

    El movimiento social que estamos discutiendo hoy surgió en 2015–2016 y ha durado seis años, durante los cuales se han dado varios levantamientos. Desde las grandes protestas del 1929 contra la ocupación estadounidense (1915–1934) no habíamos experimentado un periodo tan largo de levantamientos sostenidos. Tras la retracción de las tropas estadounidenses, la oligarquía local e internacional pudo mantener su continuidad y control. Sin embargo, en 1946, hubo una explosión de protestas masivas. Después de diez años, en 1956–1957, la oligarquía local pudo mantener el control durante los siguientes treinta años a través de la familia Duvalier, hasta 1985–1986. Ahora vemos que, a partir del 2015, las personas comienzan a levantarse de nuevo. Este periodo nos remite al periodo entre 1902 y 1915, a los trece años de resistencia de Rosalvo Bobo contra las relaciones cada vez más arraigadas entre las oligarquías locales y las de Estados Unidos.7

    MdP: Esta crisis actual, entonces, es un reflejo de las persistentes divisiones e intervenciones que han caracterizado a la política haitiana desde antes de la Revolución de 1804. ¿Cuáles son las dimensiones históricas detrás del movimiento social que surgió en 2015–2016?  

    Ernst jean-pierre: Es importante recordar nuestra historia como pueblo y la forma específica que tomó el colonialismo en Haití. La llegada de Cristóbal Colón en 1492 creó una nueva realidad colonial. Se apropiaron de la riqueza de la tierra y devastaron el ambiente (la flora y la fauna) y a la población indígena que vivía ahí. También se empezó el intercambio transatlántico de esclavos africanos. El Code Noir (Código negro) que regulaba al sistema de esclavitud en Haití consideraba a las personas africanas esclavizadas como subhumanas, cosa que todavía tiene repercusiones hoy en día. En 1791, el sitio de la ceremonia Bwa Kayiman fue donde se planificó la primera gran insurrección de esclavos de la Revolución, que logró la liberación general de todos los esclavizados y aseguró la independencia en 1804. Sin embargo, después de la independencia, los hijos de blancos, mulatos y criollos reclamaron la tierra y exigieron compensaciones por aquellas propiedades perdidas y dañadas. Jean-Jacques Dessalines, un gran líder de la Revolución haitiana y el primer gobernante de la Haití independiente, se opuso a estas demandas. Sus aspiraciones independentistas se extendían más allá de la abolición de la esclavitud. Buscaba un sistema de equidad con base en los valores de los bossales, es decir, de los africanos nacidos en el continente africano que no habían nacido en esclavitud. Los bossales presumían valores comunales en torno al trabajo y la libertad.  Rompiendo con el sistema colonial heredado, Dessalines propuso redistribuir la riqueza de la tierra entre todos los haitianos, proclamando una serie de medidas con este fin. 8

    Los decretos de Dessalines representaron esfuerzos radicales para cambiar el sistema colonial de la riqueza, pero provocaron tensiones en esta nueva nación. En octubre de 1806, Dessalines fue asesinado. Este momento fundamental partió a la nación en dos. El gobierno que le sucedió mandó a los bossales a las montañas y al campo e impuso el Código Rural, similar al Código Negro de la colonia. Esto reintrodujo otra forma de racismo, o incluso de apartheid, en la sociedad, manteniendo en su lugar a una clase campesina que produciría productos agrícolas para la clase criolla cultivadora. Esta división fundamental llevó a la crisis del 1843, la cual dividió al país en cuatro partes. Para 1915, Haití había caído en manos de la ocupación estadounidense, durante la cual muchas instituciones y empresas estadounidenses, como la Empresa Azucarera Haitiana Americana (HASCO) exportaron sisal, caucho y caña de azúcar. 9

    Los haitianos se encontraron ante un Estado que no correspondía con las aspiraciones de las masas, un prototipo barato del Estado-nación occidental. Las leyes haitianas son una imitación de las leyes francesas, pero sin una orientación hacia derechos ambientales o comunales. Las clases educadas y de élite tomaron las riendas del gobierno, otorgándose privilegios económicos y sociales a sí mismas mientras que la mayoría tenía que esperar. Esta es la condición actual. Esto fue lo que nos llevó a las crisis de 1943 y 1946, así como a las crisis que les sucedieron a los presidentes Dumarsais Estime y Duvalier. Las crisis son recurrentes porque el problema histórico nunca se ha resuelto: la lucha entre los bossales, los campesinos y la élite. La élite impuso dos armas poderosas: la educación y el Estado. Su combinación opera en la lucha en contra de las masas populares. 

    En esta lucha desigual, podemos atestiguar cómo las masas han llevado a cabo un esfuerzo por menoscabar al Estado y producir su colapso, o producir el cadáver del Estado. Hay una canción de carnaval que de hecho dice esto: que el Estado es un cadáver, un cuerpo muerto. Sobre ese Estado, no se puede construir nada. Las personas claman por un cambio en el sistema, aquel sistema de esclavitud contra el que luchamos. Los poderes del mundo nos han cobrado caro por esta lucha. Las semillas de un sistema alternativo yacen en la lucha bossale, construida sobre las lakou (tierras comunales) en las bitasyon (plantaciones), con base en el consenso, la democracia, la solidaridad y la konbit (la ayuda mutua). 

    MdP: El movimiento social que surgió entre 2015 y 2016 buscó colapsar el Estado para resolver este problema histórico entre las masas y las élites. Después de la primera ronda de elecciones presidenciales en 2015, la oposición política—compuesta de organizaciones enraizadas en las masas y la sociedad civil—paralizó a la capital para denunciar la manipulación de los resultados de parte del PHTK. Antes de este punto de quiebre, la resistencia en contra de los proyectos de desarrollo del PHTK era local: hubo una defensa ante el apoderamiento de tierras en Caracol en 2011, otra en la isla de Ile-à-Vache en 2013 y también en la isla La Gônave en la Bahía de Puerto Príncipe en 2014, por mencionar unos ejemplos. Pero el movimiento social que surgió en 2015–2016 amenazó al régimen del PHTK directamente y provocó que se anularan los resultados de las elecciones. Sin embargo, las elecciones nuevas del 2016 le otorgaron el poder a Jovenel Moise, el predilecto de la PHTK. 

    El movimiento social buscó bloquear cualquier intento del PHTK por entablar una histórica “Carrera por Haití”. El momento nos remite a las elecciones fraudulentas que llevaron al partido al poder en el 2011, dejando clara la estrategia del PHTK de postergar las elecciones parlamentarias y gobernar por decreto para regalarles las tierras agrícolas, cuidadas por las comunidades, a las élites multinacionales, presentándolas como zonas de libre comercio. Muchas personas también denunciaron el mal uso de fondos públicos por parte del PHTK: por ejemplo, los fondos para la reconstrucción tras el sismo del 2010 o bien las ganancias de PetroCaribe. Estos fondos se han utilizado para subsidiar proyectos extractivistas, como la construcción del parque industrial más grande de Caribe, el Parque Industrial Caracol, en 2011; el establecimiento de Agritrans, la plantación de plátano de Moise, en 2014; o la construcción del primer puerto de aguas profundas multiusos en Puerto Lafito, para permitir el paso de barcos de carga. Todas estas asociaciones público-privadas están exentas de impuestos. 

    En la Haití actual, ¿quién controla estas zonas de libre comercio?

    sabine lamour: Los oligarcas haitianos tampoco son un grupo monolítico. No comparten la misma visión o consciencia entre ellos. Hay un segmento que ha existido desde el periodo revolucionario, el de los “libres”, que hasta ahora se consideran a sí mismos como los herederos de sus ancestros blancos coloniales. Este grupo conformó a la burguesía nacional, que tuvo éxito desde 1804 hasta la ocupación estadounidense de 1918. Esta burguesía también incluía a quienes provenían de Francia, Inglaterra y Alemania. Las hijas de la burguesía nacional se casaron con hijos de extranjeros. Este fue el resultado de las relaciones de comercio. La burguesía nacional se renovó al mantener una hegemonía sobre la población más amplia en base al color de la piel. Sin embargo, con la ocupación estadounidense del Caribe, llegaron al poder grupos nuevos. Los capitalistas emergentes del Levante también se extendieron a lo largo de la región. En Haití, donde se beneficiaron de su color de piel más claro, eventualmente lograron reemplazar a la burguesía nacional original. 

    La clase burguesa es plural. Es una clase expansiva que no puede caracterizarse como unificada. Sin embargo, hay un hilo en común entre aquellos grupos a los que podríamos llamar “de élite” o “oligárquicos”: no les interesa nada “nacional”. Invierten en el comercio. Así pues, aunque Haití es capaz de producir arroz, Reynold Deeb, el jefe del Grupo Deka, prefiere comprar arroz de Estados Unidos y empacarlo ahí para venderlo en Haití, en vez de apoyar a la producción nacional. ¿Podríamos entonces decir que esta es una burguesía nacional?

    Estas élites existen en espacios recónditos, aislados de la mayoría de la población. Sus hijos no van a las mismas escuelas que los demás. Si se enferman, se atienden en Miami. Tienen diversas nacionalidades. Se trata de una especie de burguesía sin Estado que no construye nada con las masas. Cada vez que sus intereses son amenazados, cuando las contradicciones pueden llevar al cambio o a la transformación social necesaria para que los recursos verdaderamente se compartan entre la población, cuando el capital está en problemas, esta burguesía plural se asocia con la comunidad internacional o con las Naciones Unidas, para ofrecerles a los extranjeros cualquier recurso que Haití posea y así asegurar su posición y continuar con la extracción de la riqueza.  

    Es interesante que uno de los elementos nuevos de la crisis actual es que la burguesía transnacional está entrando de lleno en la política. Tradicionalmente, habían practicado una “politique de doublure” o política de suplentes, en que financiaban a políticos para que llegaran al poder y les rendirían cuentas a ellos únicamente. Ahora han decidido implicarse en la política nacional de cara propia. Gregory Mevs, cuya familia es dueña de la terminal de petróleo Varreux y del parque industrial SHODECOSA, fue copresidente de la Consejería Presidencial para la Inversión y el Crecimiento Económico del presidente Martelly. Reginald Boulos, fundador de Sogebank y dueño de una cadena de supermercados y concesionarios automovilísticos, estableció su propio movimiento político bajo el presidente difunto  Moise. La burguesía está actuando con cara propia no porque le importe la transformación social, sino porque quiere el control directo de los “sitios de depredación” dentro de la sociedad. La aduana es un sitio de depredación tal, pues otorga la capacidad de importar armas, alimentos podridos carcinógenos y otros productos caducados que pueden provocar la muerte. Además, la burguesía monopoliza a todas las industrias. El Grupo Gilbert Bigio, por ejemplo, controla la construcción (la importación de hierro y madera). 

    Cuando la burguesía se da cuenta de que, poco a poco, la mayoría está llegando a tener más poder y que, en cualquier momento, puede haber una explosión social en Haití, entonces busca controlar los espacios del poder. Sin embargo, los burgueses no deciden controlar los espacios solos, sino que buscan compartir el control con los intereses internacionales. 

    MdP: Como comenta Sabine Lamour, el Estado del PHTK ha sido muy complaciente con las élites transnacionales. También ha facilitado la emergencia de un pequeño grupo de capitalistas aspiracionistas. En el primer año de su mandato, el gobierno de Moise propuso un presupuesto bajo el cual incrementó su propio salario y el de su gabinete, mientras aumentaba los impuestos para los trabajadores pobres y la clase media. Se salió del acuerdo entre PetroCaribe y Venezuela, el cual había permitido que el país entrara al mercado de nuevo para poder comprar productos petrolíferos. En julio del 2018, como lo pidió el Fondo Monetario Internacional (FMI), Moise anunció que se retirarían los subsidios al combustible. Inevitablemente, el incremento en los precios de combustible provocó un aumento en los precios del transporte público y alimentos. Reaccionando a esta situación, personas disidentes montaron barricadas para bloquear todas las rutas nacionales de comercio e interrumpir la actividad comercial del país durante dos días: este fue el primer peyi lòk. Entonces, Moise revocó la eliminación de subsidios. Un mes después, se lanzó el movimiento PetroChallenge. Estallaron protestas en las diez principales ciudades de Haití bajo la consigna “Kot Kòb PetroKaribe?” (¿Dónde está el dinero de PetroCaribe?). Se exigía que el régimen del PHTK rindiera cuentas sobre los 3.000 millones de dólares estadounidenses en fondos de PetroCaribe que debían destinarse al mejoramiento de la infraestructura y a los programas sociales.El movimiento social que surgió en 2015–2016 se concentró en la capital, pero creció a escala nacional con el primer peyi lòk. Mientras que los focos de resistencia en contra de los proyectos de desarrollo fuera de Puerto Príncipe habían compartido sus propios mensajes, para el 2018, todas las demandas de las y los manifestantes convergieron bajo la pregunta ¿“Kot Kòb PetroKaribe A”? (Dónde está el dinero de PetroCaribe?)

    gel: Las sublevaciones de julio de 2018, unas de las más significativas en años recientes, se enfocaron en la cuestión de PetroCaribe porque PetroCaribe en sí cuestiona a la lógica y socava el funcionamiento del sistema financiero internacional que se le impuso a Haití en 1825, cuando los bancos franceses le otorgaron un préstamo a la nación previamente colonizada. En este tipo de acuerdos, normalmente el banco gana y el país que recibe el dinero pierde. Sin embargo, PetroCaribe ofrecía la posibilidad de que tanto Venezuela como Haití salieran ganadores. 

    Dentro de PetroCaribe, Venezuela acordó que el prestatario podía pagar el préstamo con los bienes producidos, distanciándose del modelo neoliberal que destruyó las dinámicas de producción en Haití. Con PetroCaribe, existió la posibilidad de desafiar al sistema financiero internacional. El mes de julio de 2018 fue una de las primeras veces en que los movimientos sociales hablaron de “chavire chodyè,” o romper con el sistema. 

    MdP: Después de meses de protestas que se extendieron por toda la nación en 2018, un reportaje investigativo oficial reveló que el presidente Moise mismo se había beneficiado de los fondos de PetroCaribe, lo cual provocó demandas para su renuncia. Sin embargo, Moise votó en contra del reconocimiento de Nicolás Maduro en la Organización de los Estados Americanos en 2019. Ese año, hubo desabastecimiento de combustible, lo cual dio lugar a otro peyi lòk, que en esa ocasión duró tres meses. ¿Qué es un “peyi lòk” en este contexto?

    sl: Es una manera de resistir. Es el resultado de contradicciones tan sorprendentes dentro de la sociedad que las personas se ven forzadas a bloquear el sistema. ¿Cómo puede ser que el gobierno retire todos los subsidios al combustible cuando el precio por galón excede el salario mínimo? Durante el primer peyi lòk, o paro general de julio de 2018, hubo movilizaciones por toda el área metropolitana de Puerto Príncipe, que se extendieron a lo largo del país y paralizaron toda la actividad comercial. Así, el gobierno se vio forzado a retroceder en cuanto al tema del combustible.

    Dentro del peyi lòk, a pesar de la parálisis, se desarrollaron diversas actividades dentro de las organizaciones de la sociedad civil y de la oposición política. Hubo paneles, se compartieron declaraciones de posiciones políticas, surgieron multitudes tipo flash mob y se organizaron protestas. Las demandas en sí no estaban fijas. Entonces, se puede decir que el peyi lòk mitigó la inseguridad pandillera y dio pie a un momento en que las organizaciones pudieron activarse políticamente y reunirse con más frecuencia para entablar discusiones. Por supuesto que hay cierta contradicción en el peyi lòk: las personas con más necesidades pueden convertirse en daño colateral. No pueden seguir con su día a día para subsistir y tienen que poder solventar los gastos alimenticios de antemano. El gobierno también utiliza los periodos de peyi lòk para reprimir a los militantes, especialmente a aquellos que salen a la calle todos los días para erguir barricadas contra la policía y las pandillas.

    gel: El peyi lòk previene la acumulación. Hay un lòk, lo cual nos remite al lock en inglés: un candado a la acumulación de inversiones internacionales. Se le pone un freno a la producción en lugares como Savane Diane, una zona de libre comercio para manufacturar productos de Coca-Cola; o al parque industrial Caracol, donde producimos ropa; o a áreas como CODEVI en Ouanaminthe o SONAPI en Puerto Príncipe, donde hay muchas fábricas. Es casi como en 1791, cuando las masas esclavizadas frenaron la acumulación en la metrópolis; en el caso de hoy, la metrópolis sería los Estados Unidos.

    ejp: El peyi lòk no es nada nuevo. Es la apropiación de la lucha campesina llamada “koupe wout” (bloquear el paso en los caminos). El Ejército indígena de Jean-Jacques Dessalines utilizó esta táctica para bloquear el camino de abastecimiento del comandante militar francés Joseph de Rochambeau durante la revolución de 1802. Diferentes líderes campesinos que buscaban aislar y controlar sus propias regiones también se valieron de este método después de la independencia. Así mismo, los guerrilleros cacos adoptaron esta táctica de koupe wout para prevenir la incursión de la Marina estadounidense en las profundidades del campo. Estos bloqueos interrumpieron la restitución del trabajo forzado que los ocupantes estadounidenses buscaban imponer para construir aquellos caminos que, de hecho, facilitarían el transporte de los cultivos para la exportación.  

    Yo lo interpretaría como una forma de lucha que se está adaptando a Puerto Príncipe y a otras ciudades: impide la comunicación entre los distintos departamentos, la circulación y el movimiento, así como la funcionalidad del sistema capitalista dentro de las ciudades mismas. Es un sistema histórico y cultural de resistencia. Hemos integrado ciertas palabras inglesas y francesas “barikad” (barricadas); o “lòk”, aunque le decíamos “gran chimen bare” (bloqueo de camino), cuando nada podía circular libremente.

    mdp:  En enero del 2020, Moise disolvió el Parlamento para gobernar por decreto. Para principios del 2021, anunció un referendo para adoptar una constitución producida por la Organización de los Estados Americanos que expandiría las facultades del Ejecutivo para la toma de decisiones. Se rehusó a dejar la presidencia y no hizo ningún plan para organizar elecciones en ningún nivel. En cambio, le regaló tierras agricultoras a otro oligarca, Clifford Apaid, y reemplazó a tres jueces de la Suprema Corte (esquivando los procedimientos parlamentarios). Hubo protestas masivas hasta junio. Y tan solo unos días antes de ser asesinado, Moise designó a Airel Henry como su nuevo (y séptimo) primer ministro. 

    El caos y las crisis han llegado a las primeras planas a nivel internacional, pero esconden y a veces confunden a los levantamientos populares con la violencia pandillera. ¿Cuáles son las demandas de este movimiento social? ¿Cuáles son las diferentes tendencias ideológicas en el terreno?

    sl: Hay una constante en las demandas, que es el derecho a la autodeterminación. Ya sea en relación con el Estado haitiano o con la comunidad internacional—que siempre busca imponernos una serie de medidas—siempre exigimos que nosotros también podamos proponer nuestro propio modo de vida. Esta demanda ha marcado a todos los movimientos sociales, ya sea que el elemento político involucre a mujeres, campesinos, juventudes o sindicatos de maestros. La segunda demanda es el reconocimiento de las dinámicas interseccionales de la lucha, o la habilidad de reconocer a las personas como personas, más allá de su sexo, raza, clase o religión. La tercera demanda es la lucha contra la impunidad, la lucha por el acceso a la justicia. 

    Este movimiento social ha explotado con un liderazgo en donde cada quien tiene la capacidad de actuar. Estas constantes sugieren que hay una fidelidad política, una tendencia anárquica que asusta a las oligarquías transnacionales. Uno de los elementos que nos permite condensar nuestras diferentes demandas es la capacidad que tiene cada persona de ser libre. La libertad es un elemento fundamental dentro del movimiento activista y conlleva un conjunto particular de ideales políticos que penetran a la sociedad haitiana. Desde la Revolución de 1804, nos hemos dado cuenta de que, dentro de la cuestión de la libertad también hay una cuestión de bienestar, pero no un bienestar en el sentido occidental que se basa en la propiedad privada. 

    ejp: En la lucha actual, los barrios urbanos de la clase trabajadora están más movilizados que los campesinos, mientras que los líderes políticos han sido desacreditados. La misión histórica de las masas populares es la batalla contra un orden global injusto. Este es el hilo común de las luchas populares haitianas, que pueden ligarse a un discurso antiimperialista de izquierda más amplio. Sin embargo, si nos fijamos bien en el surgimiento de las luchas populares, hay una batalla existencial alrededor de la necesidad de vivir. Esta lucha es permanente por naturaleza y se refleja en la imposibilidad de establecer un diálogo entre las élites y las masas. La élite política tradicional no cuenta con una narrativa que aborde a las demandas populares; no pueden apaciguar a la lucha por el cambio. Por eso siempre están en crisis. 

    En 2021, después del asesinato de Moise, muchas organizaciones progresistas de la sociedad civil y otros partidos convergieron para redactar los Acuerdos de Montana, que dieron pie a un gobierno de transición para organizar elecciones libres y concretar un juicio alrededor de PetroCaribe. Pero estos esfuerzos redujeron a la lucha organizada a una cuestión de la toma del poder. Las masas populares estaban peleando una batalla histórica para cambiar al sistema occidental capitalista de manera definitiva. Entonces, hay dos batallas en Haití: la batalla por el cambio real y la batalla por el poder. Esta última no incluye a las aspiraciones de las masas populares.

    sl: Los escenarios que se están desarrollando ahorita son los mismos que hemos vivido desde 1806 y se centran alrededor de la autodeterminación, la redistribución y la producción de recursos. Si consideras a los años 1806, 1843, 1865 o incluso a los años 1915 y 1934, así como a las luchas de 1986 y 2004, verás que los mismos fantasmas acechan a Haití constantemente.

    En cada gran crisis, se hace la misma pregunta: ¿cómo vamos a construir una comunidad dentro de los 27.500 kilómetros cuadrados de territorio que tenemos en común para vivir juntos, si algunos no ven a los otros como plenamente humanos? Esta es la base de la lucha en Haití: los que tienen el poder alegan que todos los recursos que la sociedad produce les pertenecen y nunca piensan dos veces antes de pedir que extranjeros intervengan en el asunto. Pero está la cuestión de lo que tiene que suceder a nivel interno para construir una verdadera hermandad, un proyecto político con el que forjar una sociedad. Esta batalla ha existido desde que la nación se formó. Los proyectos políticos propuestos hasta ahora han fomentado una cierta exclusión, así como una ausencia de redistribución. Ahora hay una coherencia política dentro del caos que tiene que ser atendida por el pueblo haitiano.

    Esta conversación se publicó en colaboración con Lefteast. 

    La entrevista fue traducida para PW del inglés al español por María Cristina Hall.


  3. Clases y mercancías

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    Pocos economistas han tenido la influencia de Salomón Kalmanovitz en el desarrollo de la historia económica colombiana. Su figura ha sido central en la profesionalización de la disciplina de la historia económica desde los años 70s, cuando regresó de Estados Unidos a dictar clases de microeconomía en la Universidad Nacional de Colombia y luego de economía política marxista en la Universidad de los Andes. 

    Su entrada a los debates económicos de los años 70s ocurrió en medio de un auge de la teoría de la dependencia en el continente, que presumía la idea de que la división internacional del trabajo le había sido impuesta por las grandes potencias a América Latina y que era intrínsecamente injusta, dado que los precios de las materias primas siempre se mantenían bajos en relación con los precios de las manufacturas. Este fundamento iba de la mano con una lectura negativa de la inversión extranjera, que descapitalizaba a los países sometidos de tal  modo que quedaban encerrados en la envoltura de un subdesarrollo creciente. El referente en Colombia de dicha concepción fue el economista autodidacta Mario Arrubla, a quien Kalmanovitz criticó y contra quien polemizó desde temprano para plantear que los análisis dependentistas ignoraban la estructura social y las instituciones de los países que examinaban, por lo que tendían a desatender precisamente la existencia de clases y sus conflictos en la historia. En resumen, la crítica de Kalmanovitz venía fundamentada desde una justificación marxista sobre la lucha de clases.

    Kalmanovitz pasó de ser un crítico temprano de la teoría de la dependencia en América Latina a desarrollar toda una revisión de la historia económica colombiana. Como prologó en Economía y Nación, su libro de 1988 que es una especie de compendio de su comprensión sobre las estructuras sociales y factores de producción de la economía colombiana: 

    «La historia colombiana tan sólo se transparenta si se la concibe como historia interior que se inserta en una historia universal, la que, a su vez, la modifica profundamente. Ese punto de partida me diferencia de interpretaciones y análisis que hacen de Colombia un producto de la dependencia de las grandes potencias, agente pasivo de una historia universal bastante infame que nos adjudicaba un mal lugar en la división internacional del trabajo, que nos invadía y desnacionalizaba con sus capitales y nos sobredeterminaba a la miseria y al no desarrollo» 1.

    En esta entrevista, el autor discute acerca de los factores del crecimiento económico en Colombia en el siglo XX, la dependencia de la economía colombiana a las exportaciones del petróleo, y las políticas del gobierno de izquierda de Gustavo Petro. 

    Una conversación con Salomón Kalmanovitz

    CAMILO ANDRÉS GARZÓN: Uno de los debates más importantes para los economistas latinoamericanos entre los años 60s y 70s tiene que ver con las polémicas de las teorías de la dependencia, en particular, la idea de que el crecimiento económico estaba limitado por la estructura global del capital. En Colombia, ese debate aterrizó en la obra de Mario Arrubla de 1969, Ensayos sobre el subdesarrollo, que circulaba extensamente. ¿Qué objeciones le hizo usted al argumento dependentista de Arrubla? 

    sALOMÓN KALMANOVITZ: Mario Arrubla fue precursor en cierta forma de autores que se hicieron famosos después, como el historiador económico Andre Gunder Frank o el economista brasileño Theotônio dos Santos, dos autores que desarrollaron la teoría de la dependencia de América Latina. Ellos tenían en común unas hipótesis sobre la imposibilidad del desarrollo económico bajo la dominación imperialista, pues tenían una visión de que había un estancamiento estructural en la economía debido a las relaciones de subordinación que tenía la economía colombiana o la economía latinoamericana frente a la economía imperialista. 

    Yo leí con mucho entusiasmo el libro de Mario Arrubla cuando hacía mi doctorado en Estados Unidos, a finales de los 60s, y me puse a pensar en mi crítica a su trabajo, que partía de que Arrubla usaba los esquema de reproducción simple de Marx con dos sectores, que suponían una economía estacionaria. Arrubla decía que la falta de un sector que produjera bienes de capital era el eje de la dependencia que condenaba a la sociedad colombiana al subdesarrollo. El texto de Arrubla estaba dirigido a cuestionar las propuestas de desarrollo económico para el país del economista Lauchlin Currie. Arrubla decía: “en nuestro país no existen condiciones de excepción que permitan un desarrollo importante del capitalismo.” 2. Él escribió, “La sociedad colombiana constituye una subestructura dentro de una estructura que la comprende: el sistema imperialista.” 3 Para el autodidacta Arrubla, eso significaba que el sector agrario en el país realmente se había quedado con rasgos tradicionales, sin una incorporación del capital al campo o una mecanización relativamente intensa de la agricultura en los años cincuenta. Dadas las condiciones estructurales de dependencia, estos eventualmente debían conducir al colapso espontáneo del capitalismo colombiano y a un desarrollo de las fuerzas productivas bajo el socialismo.

    Yo conocía los esquemas de reproducción ampliada que había aprendido de Adolph Lowe en la New School of Social Research en los 60s y me propuse mostrar que la existencia o no del sector de bienes de capital no era condición del desarrollo económico. Esto lo mostraban las economías de varios países europeos, como Dinamarca y Holanda, que se especializaban en ciertos bienes de consumo para exportación y tenían alto crecimiento. Mi problema de partida con el argumento de Arrubla era que definía en forma apriorística la relación internacional como dada y dominante, pero eso tenía el problema de que tomaba la producción nacional como un elemento pasivo, subordinado. 

    Esa idea de la dependencia, que cogió mucha fuerza en los años 70s, tenía un soporte empírico muy pobre, pues América Latina, y Colombia en particular, no habían estado estancadas. Por el contrario, habían tenido periodos de crecimiento bastante altos. De hecho, la economía colombiana había tenido un desarrollo bastante vigoroso, incluso en los años 60, cuando se tiene la percepción de que estaba estancada. 

    Entonces, para mí fue fácil demostrar que la hipótesis del estancamiento secular de la economía colombiana no era cierta, y que los datos mostraban que en Colombia se venía desarrollando el capitalismo durante el siglo XX. En ese entonces critiqué que los datos no le daban la razón al análisis fatalista de Arrubla: “la recuperación de la economía y de la industria observada a partir de 1968, en la que se conjugaron un gran crecimiento de la producción agrícola, un aumento de las exportaciones, una recuperación de los precios internacionales del café.. ponen todavía más en cuestión el diagnóstico de desahucio proferido por el autor sobre el capitalismo colombiano.” 4 Mi crítica principal era precisamente que ignoraba la estructura económica y social del país dependiente de una lógica imperialista al insistir en que las relaciones internacionales se entrelazaban con las relaciones sociales de producción, pero ignorando muchas veces los desarrollos locales del capitalismo bajo esa trama imperialista. 

    La crítica caló hondo porque estaba sustentada en la teoría marxista en tanto que usaba los esquemas de reproducción de Lowe y porque le cuestionaba a Arrubla que no se ocupaba lo suficiente de la lucha de clases y la batalla por un nuevo modo de producción. Pero además porque era empírica, pues yo tenía la ventaja de tener una formación mucho más especializada. Aún así yo le respetaba mucho a Arrubla que él fuera un autodidacta, junto con el filósofo Estanislao Zuleta. Los dos tenían un gran mérito de haberse formado en un momento donde había un desarrollo muy incipiente de la vida académica colombiana, pues la República Conservadora que había cuando ellos se formaron en los 50s no dejó que existiera libertad académica e impidió que hubiera un desarrollo de las ciencias y del debate científico. 

    Arrubla contestó mi crítica 50 años más tarde, en 2004, en la revista Al margen. En ella dijo que había “abandonado aquellas tesis dictadas por su ardor revolucionario: que el capitalismo colombiano tenía estructuralmente cerrado el camino del renacimiento, que podía ser subvertido prontamente y que los revolucionarios debían fijarse como meta la construcción del socialismo y la estatalización de la economía por un gobierno popular.” 5 Entonces, Arrubla defendía en todo caso que su argumento no pretendió nunca decir que en el interior de los países subalternos no pasara nada y que solamente se plegaran a las determinaciones económicas que les venían de afuera, sino que “quería atacar esa psicología de aldea provinciana que se embebe en sus propias rutinas hasta que llega una oleada exterior que fractura esas rutinas o arrasa con todo.” 6

    CG: ¿Cómo evolucionaron las teorías de la dependencia en Colombia?

    SK: Yo creo que se transformaron porque siguió existiendo una fuerte dependencia política, es decir, un sistema político colombiano muy subordinado a los intereses norteamericanos. Eso era cierto y sigue siendo cierto, aunque ahora mucho menos.  Entonces, la dependencia existe, pero no implica estancamiento económico. Dentro de la dependencia está la inversión extranjera, pero la inversión extranjera ayudó en Colombia a desarrollar ciertos sectores, como el petróleo, la minería, la manufactura y la industria automotriz. La inversión extranjera ha sido un factor de desarrollo capitalista. 

    También hubo economistas colombianos desde los años setenta que se dedicaron a tareas más teóricas y a cubrir temas como el desarrollo del comercio con una visión dependentista, como fue el caso de José Antonio Ocampo, que tenía las directrices orientadoras de la Cepal, pero cuyos  excesos dependentistas fueron rebajados por el entrenamiento doctoral del autor en los Estados Unidos, de tal modo que la investigación sobre las series de comercio es muy rigurosa y las fases de crecimiento y colapso del mismo son explicadas con base en una combinación más compleja de un argumento dependentista–Colombia como país periférico, sometido a la división internacional del trabajo– y otro argumento que dice que existe un sustrato social  interno, una clase terrateniente depredadora de los recursos naturales, que sólo puede  participar en el comercio mundial cuando éste genera altas rentas y se debe retirar cuando  retornan condiciones normales de mercado 7.

    CG: En 1995, empezó a trabajar en el Estado como uno de los miembros del Banco de la República. ¿Qué tanto de sus convicciones de los años 70 se mantuvieron o cambiaron después de su experiencia trabajando en el banco central? 

    SK: Precisamente en 1995, cuando entré a trabajar al Banco, alguien me envió desde Cúcuta una revista venezolana en la que aparecía un artículo de Douglass North sobre el atraso latinoamericano. La lectura de North me llevó a encontrar un nuevo equilibrio ideológico: podía mantener lo que había hecho y darle una nueva dirección, dejando atrás los planteamientos marxistas de buscar una organización social de cuño socialista, pero sin perder de vista, de acuerdo con el mismo Marx, el avance de la libertad política y de las fuerzas productivas. Así, seguí insistiendo en mis antiguos temas, como la reforma agraria y la tributación.

    Marx le dio predominancia a las relaciones sociales y en particular a la lucha de clases para determinar el rumbo de la historia. Los marxistas enfatizaron las luchas campesinas y sobre todo el enfrentamiento entre el capital y el trabajo como ejes fundamentales del cambio social. En mis primeros trabajos seguí muy de cerca los capítulos históricos de El capital, sobre todo la sección sobre la renta del suelo en el volumen 3, como también el trabajo de Vladimir Lenín El desarrollo del capitalismo en Rusia. Pero otra influencia importante en mi formación fue el marxismo anglosajón de Eric Hobsbawm y Paul Sweezy que absorbieron la tradición empírica y la aplicaron en sus análisis. Al volver a Colombia tuve problemas con mi militancia en un grupo político que se llamó el Bloque Socialista y decidí retirarme, liberándome de la presión radical de la política. Me vi forzado a buscar nuevos horizontes que descubrí en el institucionalismo de Ronald Coase y de Douglass North. La lectura de este último fue una revelación que me llevó a absorber lo que se había hecho en las ciencias sociales en los últimos 20 años. North había sido marxista y pudo combinar esa escuela con la de los institucionalistas norteamericanos como John Commons, entre otros, para dar lugar al llamado nuevo institucionalismo, que fusionó la historia económica con el análisis de las instituciones. 

    Gracias a los análisis de North y de otros pude complejizar el análisis de la economía más allá de términos de dependencia y de condiciones de acumulación. Igualmente importantes eran la trayectoria histórica de instituciones que, en el caso de América Latina, eran el legado de la colonización hispánica, incluyendo el papel desempeñado por la Iglesia católica. El nuevo institucionalismo entonces permitía un examen de las relaciones sociales, a partir de los derechos de propiedad y su distribución en la sociedad. Sumados todos esos elementos, obteníamos una teoría más general e ilustrativa del desarrollo capitalista bajo nuestras condiciones históricas. Aunque North tenía un sesgo chovinista al asumir la existencia del excepcionalismo norteamericano, revelaba dinámicas que los investigadores latinoamericanos se resistían a analizar, como las oligarquías precapitalistas, el clientelismo, la corrupción y la mala calidad de la administración de justicia. James Robinson, que ha sido tan cercano a Colombia, es precisamente uno de los exponentes de estos análisis complejos que propone el neoinstitucionalismo. 

    CG: ¿En su opinión, entonces, qué factores son los que principalmente explican el crecimiento económico en Colombia durante el siglo XX?

    SK: Medido el crecimiento económico con la referencia al PIB per cápita, la media del crecimiento de Colombia fue del 4,6 por ciento para el siglo XX. Como la tasa a la cual se expandió la población fue del 2,3 por ciento anual, el crecimiento por habitante fue también de 2,3 por ciento. Desafortunadamente, este crecimiento fue insuficiente para absorber a toda la población en edad de trabajar, lo que es evidente en el alto desempleo, el subempleo y la informalidad de más de la mitad de la población.

    Aunque ese crecimiento hizo posible reducir la brecha frente a los países desarrollados, no lo hizo de manera tan exitosa como los países que se industrializaron durante la segunda mitad del siglo XX como Corea, Taiwán, Tailandia e Indonesia que crecieron mucho más rápido, jalonados por sus exportaciones a países desarrollados. 

    Una característica del crecimiento colombiano fue su baja volatilidad relativa, inferior a las de las tres grandes economías latinoamericanas de Argentina, Brasil y México. En un trabajo de los años ochenta, Miguel Urrutia explicaba esta cualidad del desarrollo colombiano como resultado de la falta de populismo en el país, a diferencia de la inestabilidad política y macroeconómica que este produjo en el resto del continente. 

    El crecimiento de la economía colombiana del siglo XX tuvo dos golpes. Durante el periodo de 1925-1950 cuando la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial ralentizan la economía: se dio entonces una contracción del 2,8 por ciento del PIB. El crecimiento del PIB real se acerca al 5 por ciento en el cuarto de siglo siguiente, pero el crecimiento de la población es grande, entonces cae relativamente el PIB por habitante. La crisis de la deuda latinoamericana durante los ochenta incidió en frenar el crecimiento de Colombia, aunque fue la economía menos afectada de la subregión. La nueva crisis internacional de fin de siglo, sin embargo, sí la afectó severamente, con una contracción de 4,1 por ciento del PIB en 1999. 

    El periodo de mayor crecimiento económico fue de 1905 a 1924 con un crecimiento del PIB por habitante de 3,4 por ciento anual, y el segundo mejor momento va del año 2000 a 2015 con un aumento del 3,2 por ciento anual. Esto debido al auge mundial de materias primas, con un crecimiento de la población mucho menor y con servicios sociales de amplia cobertura que facilitaron un mayor alcance de la prosperidad. Pero aún así con niveles de desempleo, informalidad y pobreza que afectaron negativamente a más del 60 por ciento de la población, por lo que es claro que el crecimiento colombiano no dio oportunidades de progreso a la mayoría de los ciudadanos del país. 

    Un elemento fundamental que determina el crecimiento es la productividad de la economía y en este sentido el comportamiento colombiano es pobre. La productividad ha experimentado un declive que surge del rezago agrícola que está siempre por debajo del nivel promedio de la economía. Mientras que la industria es el impulsor en 1960, acusa cansancio en 1980 y vuelve a empujar nuevamente en 1990. El movimiento de la mano de obra del campo a las ciudades explica 24 por ciento del crecimiento en productividad de la economía colombiana, mientras que en Chile el cambio explica 80 por ciento y en Perú el 53 por ciento de los aumentos de productividad.

    CG: ¿Puede hablar más sobre el efecto de las commodities en la economía colombiana? 

    SK: En los años ochenta empieza un proceso de desindustrialización que no sólo refleja el mayor crecimiento de los servicios, como sucede en todas las economías que pasan cierto umbral de crecimiento, sino también una pérdida de competitividad y un proceso de enfermedad holandesa alrededor de la bonanza minero energética. Este fenómeno se inicia en 1982 con el descubrimiento de petróleo en el pozo de Caño Limón y el de Cusiana en 1990. 

    Otro factor del crecimiento en Colombia ha sido la inversión extranjera en el país. La evolución de la inversión extranjera entre 1947 y 2017 demuestra que el país fue bastante reacio a ella hasta la década de los noventa, lo que explica adicionalmente por qué la economía colombiana creció menos rápido de lo que le hubiera permitido su potencial: porque había agentes externos dispuestos a arriesgar su capital en el país. Ya en el siglo XXI, más de la mitad de la inversión extranjera directa se ha llevado a cabo en el sector minero energético. Todas estas tendencias reflejan un cambio estructural importante en el crecimiento de la economía colombiana: los sectores dinámicos fueron la minería, los hidrocarburos y los biocombustibles, en particular, el etanol y el aceite de palma. En 1978 la minería representaba el 1 por ciento del PIB, pero en 2015 alcanzó el 8 por ciento. Mientras tanto, la industria ocupaba el 22 por ciento del PIB en 1978 y sólo alcanzó el 11 por ciento en 2015. 

    Sin embargo, el auge propiciado por los altos precios del petróleo y del carbón se derrumbó a partir de 2015, afectando negativamente el crecimiento económico y provocando un aumento del déficit fiscal que obligó al entonces gobierno de Juan Manuel Santos a reducir su gasto, esto en un país donde las exportaciones minero-energéticas llegaron a representar el 60 por ciento del total en el quinquenio 2010-2015, lo cual hace muy dependiente al país de las divisas que se generan por medio de las exportaciones.

    CG: ¿Cómo ve la trayectoria de los flujos de inversión extranjera relacionada con esa dependencia que usted describe de las exportaciones de petróleo en Colombia y cómo se relaciona esto con el conflicto de clases interno en el país durante las últimas tres décadas?

    SK: Hoy en día las exportaciones de petróleo son un poco más de la mitad de las que hace el país, dando lugar a un superávit que tiene incidencia en la tasa de cambio. Al reevaluarse esta tasa, esto contribuye a que las exportaciones no petroleras pierdan dinamismo y que la rentabilidad de las actividades domésticas se afecte por la competencia de las importaciones. Estamos, por lo tanto, ante un caso de enfermedad holandesa en el que un bien que obtiene una renta en el mercado global contribuye a que el país se especialice más en esa actividad, deteriorando la rentabilidad de otras exportaciones, y más grave, a que la producción doméstica pierda terreno frente a las importaciones.

    Los flujos de inversión extranjera no han sido determinantes en el desarrollo del sector petrolero que está dominado por la empresa estatal Ecopetrol. Las empresas extranjeras hacen exploración y explotan sus hallazgos más rentables, pero revierten al Estado, después de ciertos plazos, sus activos físicos y Ecopetrol se encarga de su explotación subsecuente. 

    El impacto sobre la estructura de clases en el país no ha sido grande porque se trata de un sector muy intensivo en capital que genera poco empleo. El sindicato de Ecopetrol, la Unión Sindical Obrera, ha mantenido posiciones nacionalistas pero estas no se han diseminado ampliamente en un país donde la clase obrera que labora en grandes empresas es relativamente pequeña. Los grupos guerrilleros como el ELN tienen programas nacionalistas, pero su presencia es relativamente marginal y no afectan mucho la producción, aunque frecuentemente bombardean los oleoductos que llevan el petróleo a los puertos para su exportación y los suspenden a cambio de subsidios oficiales.

    CG: Explique un poco su diagnóstico sobre economía agraria y desarrollo y su diagnóstico del “rezago agrícola” que ha afectado la productividad económica colombiana?

    SK: En este campo, junto a Enrique López, pude mostrar que el desarrollo de la agricultura colombiana ha sido lento y tortuoso en parte por derechos de propiedad extensivos, ineficientes y difíciles de justificar.  Aunque después de La Violencia de los años cincuenta se hizo una política explícita de reforma agraria durante el Frente Nacional para dar paso a enfoques de mercado, crédito y tecnología que buscaban la modernización de las explotaciones campesinas, estas no afectaron sustancialmente la distribución de la tierra. En resumen, el desarrollo agrícola a lo largo del siglo XX ha sido desigual, combinando fuertes expansiones después de 1930, una aceleración sostenida desde la segunda posguerra hasta la década de 1980 y un relativo estancamiento de allí en adelante, pues el crecimiento de la agricultura en el siglo XXI es mediocre. 8.

    Colombia tiene una distribución de la propiedad agrícola muy desigual, un Gini de 0,56, algo que se ha modificado levemente con el desarrollo y la modernización del sector. El café fue el producto estrella desde los años treinta del siglo XX y ha mantenido su calidad y presencia en los mercados internacionales. Las flores, la carne bovina, el cacao, el arroz, el mango, la papa, la leche y sus derivados, el aguacate Hass y la tilapia y lograron ventas al exterior por más de US$10,000 millones en 2022. 

    La población ocupada en el sector rural fue de 6.3 millones de campesinos (39 por ciento) frente a 16.1 millones de población no campesina, así que se puede hablar de un proceso de urbanización del campo. Según el experto Santiago Perry,

    “En las áreas rurales colombianas viven 11.838.032 de personas, el 26 por ciento de la población nacional. El 62 por ciento de ellos, es decir, 7.351.418 de personas, vive en la pobreza, y el 21 por ciento de la población rural – 2.545.177 personas – vive en pobreza extrema o indigencia. De manera que cerca de las dos terceras partes de los moradores rurales son pobres y más de la tercera parte de los pobres rurales se halla en la indigencia.”

    El gobierno de Gustavo Petro ha propuesto hacer una reforma agraria, pero los cambios frecuentes en la dirección política del sector, que ha cambiado de ministro de Agricultura tres veces en dos años, han incidido en retrasar los planes oficiales de avanzar y de adquirir tres millones de hectáreas, de las cuales solo ha comprado 180,000 hectáreas a la fecha.

    CG: Finalmente, ¿cómo evalúa usted el estado del crecimiento económico durante los dos años que se cumplen del mandato del Gobierno Petro?

    SK: En cuanto al tema más general sobre el crecimiento de la economía nacional, medido solamente en términos del PIB, esta ha crecido sólo un 0,7 por ciento en el primer trimestre de 2024. En 2023, la economía creció menos del 1 por ciento por el impacto negativo que tuvo la caída de las exportaciones de un 13 por ciento: las exportaciones que alcanzaron casi $57 mil millones de dólares en 2022 terminaron en $49.500 millones de dólares en 2023, debido a la caída en el precio del petróleo cuyas exportaciones representan más de la mitad del total exportado. Frente al crecimiento del producto mundial, que fue de 2,4 por ciento, y el de Estados Unidos, de 2,5 por ciento, las cifras de Colombia no se ven alentadoras. 

    Durante la totalidad de la administración de Gustavo Petro la economía ha crecido en promedio 0,8 por ciento por seis trimestres, de los cuales el tercero de 2023 fue de contracción: -0,6 por ciento. Se trata, en suma, de un crecimiento mediocre, porque el crecimiento de Colombia ha estado históricamente por encima del 4 por ciento anual. 

    En cuanto a la balanza de la cuenta corriente con el exterior, ésta es negativa y se ha agravado: de -2,7 por ciento del PIB en 2023 se proyecta que será -3,1 por ciento en 2024, lo que significa un desvío de la demanda hacia bienes y servicios del exterior, siendo parte de la razón del bajo crecimiento de la economía. Podemos augurar para el futuro, en lo que resta de su gobierno, que la economía colombiana crecerá entre 1 y 1,5 por ciento anualmente en lo que falta del período presidencial, lo que supone un cuatrienio perdido para el desarrollo integral del país.

    Sin embargo, el problema del crecimiento no es solamente en Colombia. El bajo crecimiento económico se ha tomado a América Latina. La Cepal calcula que la región crecerá 1,9 por ciento en 2024, aunque Colombia estará por debajo de ese umbral con solo 0,6 por ciento de crecimiento, un tercio del promedio latinoamericano. Ello tiene que ver con el mal momento que experimentan las commodities en que se especializa el continente, aunque el petróleo escapa esa condición y se cotiza por encima de los $80 dólares el barril. Colombia no debería tener problemas de comercio internacionales, pero lo cierto es que no hay una política económica que fomente el desarrollo de las empresas que son percibidas con hostilidad. 

    La reforma tributaria de 2022 afectó más a las empresas que a sus dueños y ha sido uno de los factores que explican el bajo crecimiento económico. Asimismo, la incertidumbre que surge de las políticas de la administración ponen en compás de espera las decisiones de invertir. Es también resultado de la lluvia de reformas que en sí mismas no parecen nocivas, pero son miradas con desconfianza por los agentes económicos en medio de discusiones interminables. Aunque el gasto público ha sido muy grande y ha generado un déficit fiscal de 5,6 por ciento del PIB, no ha sido suficiente para impulsar el crecimiento, pues la inversión no despega y por el contrario ha caído cerca del 15 por ciento. 

    Colombia, como hemos dicho, tiene una alta dependencia de las exportaciones de petróleo, lo que se evidencia en los ciclos de auge y bajas de sus cotizaciones que generan revaluaciones o devaluaciones bruscas de la moneda nacional, que perturban los equilibrios fundamentales de la economía. Cuando los precios están en auge impiden el desarrollo de exportaciones intensivas en mano de obra y cuando colapsan generan déficits fiscales que impiden que se ejecuten políticas contracíclicas. 

    Justo este momento es uno que ha sido favorable para la producción y exportación de combustibles en el país, pero aún así percibo una actitud de brazos caídos entre los empresarios, expectantes sobre el rumbo de las políticas de la administración Petro.

  4. La zona de amortiguación

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    Desde que Hamas lanzó su ataque en el sur de Israel el 7 de octubre, el problema de la disuasión ha acechado la región: ¿quién la posee, en qué consiste y cómo se inclinará o no el equilibrio de fuerzas hacia una guerra regional más amplia?

    Ningún otro actor regional ha planteado con más contundencia el espectro de un arreglo de disuasión en desmoronamiento que Hezbolá. 1 Casi tan pronto como Israel comenzó su genocidio contra los palestinos en Gaza, la posibilidad de una guerra en “segundo frente” en el norte de Israel ha estado en juego: ¿Impulsará Netanyahu la escalada para saciar a una población ávida de guerra y una coalición política extremista? ¿Impulsará Hezbolá la escalada junto con otros miembros del Eje de la Resistencia? ¿Son las escaladas basadas en retórica, intervenciones mediáticas y operaciones militares un camino hacia la guerra, o la gestión continua de la disuasión mutua?

    En la siguiente entrevista, el escritor y abogado Dylan Saba y el editor de Phenomenal World, Jack Gross, hablan con Nicholas Noe sobre estos desarrollos, el crecimiento de Hezbolá y la posibilidad de una guerra total entre las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y Hezbolá. Nicholas Noe es un miembro senior de Refugees International, el director de la Fundación para el Intercambio Político Global y el servicio de traducción Mideastwire.com. Es autor de numerosos artículos y comentarios sobre el Líbano y la región, y editor del libro de 2007 Voice of Hezbollah: The Statements of Sayyed Hassan Nasrallah.

    Una entrevista con Nicholas Noe

    Jack gross: A pesar de las conversaciones que buscan contener la conflagración regional desde el 7 de octubre, ha habido un conflicto muy activo a través de la frontera, con muchas víctimas, destrucción de infraestructura y agricultura, y una disminución significativa de la población en ambos frentes. ¿Qué ha estado sucediendo en el sur del Líbano y el norte de Israel desde octubre?

    nicholas noe: Esta no es una pregunta fácil de responder, dado los puntos de vista involucrados: los israelíes y libaneses en ambos lados de la frontera, los residentes de los campamentos palestinos en el Líbano que tienen casi ochenta años de antigüedad, especialmente el campamento de Rashidieh cerca de Tiro y los residentes de Beirut. La pregunta de qué está sucediendo, quién se ve afectado, cómo se ven afectados y qué significa este conflicto para ellos no es tan simple de responder.

    En términos básicos, un intercambio de represalias entre Hezbolá e Israel ha estado en marcha desde el 8 de octubre. Se estima que más de 95 mil libaneses han sido desplazados de su sur y 60 mil israelíes de su norte. Los ataques israelíes han matado a más de 300 libaneses, mientras que los ataques de Hezbolá han matado a treinta israelíes. Miles de hogares han sido destruidos en el sur del Líbano, y tierras de cultivo han sido devastadas por cientos de ataques con fósforo blanco. El mes pasado, las FDI anunciaron que su plan para un ataque a gran escala en el sur del Líbano había sido aprobado.

    Pero desde un punto de vista estratégico militar, lo que tenemos es una situación sin precedentes en el llamado conflicto árabe-israelí: por primera vez, un grupo del lado árabe ha sido capaz de afirmar militarmente lo que el lado israelí llama una “zona de amortiguación.” Esto es un gran acontecimiento. Muchas cosas han sucedido en los últimos nueve meses que algunos analistas predijeron, pero esta situación es inédita y extremadamente significativa. Las cosas están en un lugar muy diferente de lo que estaban hace cinco, diez o veinte años, y esto es consecuencia de una transformación en el equilibrio militar de poder.

    Dylan saba: ¿Podrías hablar más sobre la zona de amortiguación y por qué es un desarrollo significativo?

    NN: El desarrollo fundamental es que, por primera vez en, digamos, la historia contemporánea de Israel, sus oponentes han creado de facto un área dentro de lo que Israel considera sus fronteras que no puede ser habitada por israelíes. Esto nunca ha sucedido antes y tiene un gran impacto en el deseo o disposición de Israel para escalar el conflicto con Hezbolá. 

    Ds: Retrocedamos un poco. ¿Quién es Hezbolá, como fuerza política y militar dentro del Líbano y en la región más ampliamente?

    NN: Hezbolá es un partido político y organización militar libanesa chiita que surgió durante la guerra de Israel contra el Líbano en 1982. Se ha convertido decisivamente en un actor regional e internacional. Lo ha logrado desarrollando sus capacidades, de tal manera que hoy en día un aliado clave de la principal superpotencia mundial como Israel es incapaz de tomar medidas militares decisivas contra Hezbolá, debido a cómo han cambiado de manera considerable el equilibrio de poder y la ventaja militar cualitativa.

    Hezbolá es ahora una fuerza importante que no ha hecho más que aumentar su poder en los últimos veinte años, y ha logrado hacerlo, en mi opinión, debido al fracaso en abordar los agravios subyacentes y los problemas estructurales que han existido durante muchas décadas.

    jg: ¿Podrías hablar más sobre ese crecimiento? ¿Cómo han contribuido los factores políticos y económicos en la región, la participación de Hezbolá en Siria y su relación cada vez más profunda con Irán al crecimiento de sus capacidades militares?

    NN: Militarmente, Hezbolá ha demostrado ser muy competente en aprender y construir sus capacidades. Lo hicieron bajo presión en 2005, cuando el ejército sirio fue expulsado del Líbano. Lo hicieron con su llamado aliado Bashar al-Assad y la dictadura en Siria desde 2011 hasta el presente. Han aprendido y han fortalecido su poder. Políticamente no hay soluciones duraderas disponibles para los agravios subyacentes que hacen de Hezbolá un actor efectivo, y el fracaso en producir esas soluciones, particularmente en 1999 y 2000, es un punto de origen para el presente.

    En febrero y marzo del año 2000, Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá, concedió dos entrevistas clave mientras Hafez al-Assad viajaba a Ginebra para negociar un acuerdo de paz entre Siria e Israel. Ese acuerdo habría contenido al Líbano, porque Siria tenía 30 mil tropas y decenas de miles de policías secretos en el Líbano. En ese momento, Hezbolá era un actor relativamente débil.

    En estas entrevistas, Nasrallah dijo que, si Siria optaba por un acuerdo de paz, Hezbolá continuaría resistiendo el programa sionista: protestarían contra esta normalización, rechazarían a los israelíes que viajasen al sur del Líbano. Y un periodista del periódico egipcio Al-Ahram le preguntó provocativamente: “¿Qué haría si hubiera una bandera de Israel en una embajada israelí en el centro de Beirut?” Esta era la dirección en la que parecía dirigirse la región. La respuesta de Nasrallah fue que Hezbolá resistiría, y organizarían conferencias en contra, pero el subtexto para el lector de Al-Ahram era que no bombardearían con automóviles la embajada israelí. Los sirios tenían la preponderancia del poder en el Líbano en el año 2000, les gustara o no a Hezbolá.

    También hizo un segundo punto, que era que Israel no seguiría el camino de la paz. Tenía razón, por supuesto. No hubo paz en el año 2000, el proceso de Siria colapsó, y también los Acuerdos de Camp David.  

    En mayo de 2000, los israelíes se retiraron del Líbano bajo el ataque de Hezbolá, sin haber alcanzado un acuerdo de paz, estableciendo por primera vez que una fuerza árabe lograra desalojar a los israelíes de territorios ocupados. Desde entonces, Hezbolá ha apostado por la idea de que el proyecto sionista israelí terminará colapsándose. Esa fue la ocasión de su infame discurso de la “telaraña”, en el que dijo: “Israel, que posee armas nucleares y los aviones de guerra más fuertes de la región, es más débil que una telaraña.” Eso fue hace veinticuatro años, antes del 11 de septiembre, antes de la guerra global contra el terrorismo liderada por Estados Unidos, que tuvo enormes efectos en la región, antes de Obama y la promesa de una nueva distensión, antes de Daesh, antes de la Primavera Árabe. Ninguno de estos eventos ha cambiado esa afirmación fundamental. Él a menudo hacía declaraciones desafiando a otros líderes a seguir una vía pacífica, lo que pondría a Hezbolá fuera de servicio. Pero, de manera desafortunada, como él acertadamente afirmó, esa vía parece inaccesible.

    Ds: ¿Cuáles son exactamente los agravios subyacentes? ¿En qué sentido son irresolubles? Y si lo son, ¿era eso una conclusión inevitable desde el año 2000, o los eventos desde el 7 de octubre han puesto a Hezbolá e Israel en un nuevo rumbo de confrontación? 

    NN: Hezbolá tiene una serie de intereses diferentes. Por ejemplo, ciertamente están interesados en la preservación de la República Islámica de Irán y su poder, incluso si eso significa un programa nuclear en el futuro. Estos intereses están relacionados con su propio futuro como organización. Pero en este caso como en otros, la reducción de fuentes de conflicto, es decir, el programa nuclear, reduce el potencial de que puedan actuar sobre ese interés.

    Personalmente, deseo una resolución justa y la construcción de los derechos palestinos, abordando la ocupación israelí, que es, por supuesto, el agravio principal, la fuente fundamental del conflicto regional. Pero si los israelíes y los estadounidenses hubieran sido inteligentes, podrían haber aprovechado el acuerdo nuclear con Irán para desescalar la lógica que ha llevado a Hezbolá a convertirse en lo “peligroso” que es ahora.

    Hezbolá reclama el derecho de resistir la ocupación israelí porque las granjas de Sheba’a, Kfarchouba y Shmail Ghajar (Ghajar del norte) están ocupadas por los israelíes. Okay. Los israelíes podrían, en una hora, resolver el reclamo legal de Hezbolá sobre la liberación de territorios ocupados. Podrían hacerlo en una hora, pero no lo han hecho en los veinticuatro años que han pasado desde que se retiraron del sur del Líbano. Podemos tener una larga discusión sobre la justificación de Israel para esto, pero el punto es que podrían eliminar fácilmente este problema abandonando esos territorios, que no son Jerusalén ni Judea y Samaria. No es un asunto crucial para ellos, y, además, los libaneses opuestos a Hezbolá han sugerido exactamente esto: ¡Eliminen la razón de ser! ¡Pónganlo bajo administración de la ONU! Nasrallah mismo lo dijo en el año 2000: “Que los israelíes se vayan de Sheba’a. Luego, el gobierno israelí podrá levantarse y decir ‘¿Ocupamos más tierra libanesa?’ A lo que los libaneses tendrán que responder ‘No’. Y el asunto se cerrará.”

    Si Israel no puede hacer una concesión política de un agravio tan pequeño, donde no sacrifican ninguna ventaja estratégica, entonces las perspectivas para cualquier otra desescalada parecen escasas.

    Ds: Con las conversaciones sobre un alto al fuego entre Israel y Hamas prácticamente muertas, ciertamente, el gobierno de Netanyahu no parece estar interesado en seguirlas adelante, parece que los israelíes y los estadounidenses intentarán aprovechar lo que se está comercializando como una reducción unilateral, o semi alto el fuego, por parte de los israelíes, con el fin de desescalar el conflicto en el norte. Esto parece una posibilidad remota. ¿Ves algunas alternativas para la desescalada que no requieran un acuerdo de alto al fuego bilateral entre Israel y Hamas?

    NN: El camino para desescalar la situación entre Hezbolá e Israel es a través de un acuerdo con Hamás sobre Gaza, punto. El Eje de la Resistencia es un frente coordinado, y su estrategia coordinada está funcionando a pesar de la evidente devastación. Si va a haber un alto al fuego duradero, es una cuestión de los intereses de Hamás y de sus aliados, entre los que se incluyen la Yihad Islámica Palestina, Hezbolá e Irán. Pueden estar de acuerdo en algo que suene duradero, pero que, de hecho, sea muy temporal.

    Pero algo que parece perderse para los analistas es el hecho básico de que estos actores están en guerra. Hezbolá y Hamás no son actores políticos impulsados por la necesidad de desescalar. Son actores militares que consideran los medios militares como el único fin posible para el conflicto. Esto, por supuesto, es cierto, y quizás aún más cierto, para sus contrapartes israelíes: la creencia de que el militarismo es la única respuesta. 

    Ds: Israel parece genuinamente abierto a la posibilidad de un frente norte, y si esto sucede, no imagino que estemos al borde de una victoria rápida para el Eje de la Resistencia. Si Israel termina cruzando la frontera hacia el Líbano para erradicar a Hezbolá en el sur, podría convertirse en una guerra de desgaste, una que imponga una enorme presión sobre Israel en términos de su sobreextensión militar y la carga económica de movilizar tantas reservas. ¿Cuál es el cálculo de Hezbolá aquí? ¿Atraen a Israel a una larga guerra de desgaste para acelerar el colapso que anticipan, o están orientados hacia una victoria más rápida, tratando de superar a Israel con fuerza y terminar la guerra mediante un impacto rápido?

    NN: No, saben que el impacto repentino y sorprendente no es la manera de tener éxito como actor asimétrico. Es una estrategia larga y paciente. Mi problema es con la idea de que, a largo plazo, puedan tener una oportunidad razonable de éxito medida según sus propias métricas, que son profundamente problemáticas. No estoy seguro de que siquiera puedan alcanzar el éxito a largo plazo según sus propios términos. 

    Ds: ¿Crees que Hezbolá se está preparando para un escenario en el que Israel invada a través de Siria?

    NN: Si Hezbolá estuviera apostando por Assad para cualquier cosa, estarían en una posición muy débil, pero ellos lo saben. Hezbolá está seguro de una cosa, que es de sí mismos, de sus combatientes y de sus aliados: los verdaderos creyentes. Luego están las personas en los pueblos y el entorno más amplio del Líbano que los apoyan, así como la República Islámica de Irán, los hutíes y las milicias chiitas en Irak y Siria.

    Ds: Entonces, si la escalada militar prevalece en ambos frentes, ¿cuál es la transición del área gris en la que estamos ahora a una guerra abierta? ¿Los israelíes iniciarían una invasión terrestre en el sur del Líbano, con intensos y generalizados ataques aéreos previos? Otra posibilidad es un ataque masivo de Israel calibrado para provocar una invasión de Hezbolá al norte de Israel. También ha habido rumores, o alardes, del lado israelí de que conocen la ubicación de Nasrallah en tiempo real. ¿Podría la amenaza de asesinato desencadenar una guerra abierta?

    NN: No tenemos forma de entender cómo podría comenzar esto. El objetivo de Nasrallah es un asunto diferente, pero dudo seriamente que después de cuarenta años pudieran atraparlo. No pueden atrapar a Sinwar o a Mohammed Deif o a otros.

    Pero dejando a un lado la especulación, el problema fundamental sigue siendo que Hezbolá es lo suficientemente fuerte como para representar una amenaza existencial para el Estado de Israel. Es muy difícil entender cómo se podría llegar a un acuerdo diplomático, dada la clara trayectoria hacia un conflicto escalado. Pensé durante algunos meses que los israelíes y los estadounidenses podrían guardar las apariencias aceptando un acuerdo en el sur del Líbano, con Hezbolá reubicando algunas de sus unidades de élite Radwan, pero ya no creo que eso sea posible. La desescalada se ha pospuesto en cada ocasión. Hubo una oportunidad hace veinticuatro años, y también hubo otra oportunidad para hacer irrelevante a Hezbolá mediante la normalización de relaciones entre Estados Unidos e Irán, pero en este momento nos dirigimos hacia un conflicto más profundo, y no veo cómo los actores involucrados puedan evitarlo.

    jg: ¿Puedes hablar sobre el sur del Líbano? Es una región que estuvo bajo ocupación militar israelí durante casi veinte años, con Israel retirándose en el año 2000 hasta la frontera reconocida internacionalmente. ¿Cuál fue el significado político de la retirada? ¿Y cuál es la cultura política del sur, en relación con Hezbolá?

    NN: Habiendo estado recientemente en el sur con amigos y familiares, tengo que decir que nunca imaginé que personas que históricamente se habían opuesto a Hezbolá, que vieron a familiares ser asesinados por islamistas vinculados a Hezbolá, estarían ahora dispuestas a luchar con ellos. Pero en esta era, no es realmente una revelación inesperada. Desde una perspectiva personal, me parece sorprendente: nunca esperé ver a camareros que odian a Hezbolá comprando armas y preparándose para defender sus aldeas. Sin embargo, este grado de unidad no es algo que sorprenda a los servicios de inteligencia de varios países. Este fenómeno podría explicar por qué muchos están convencidos de que los israelíes no deberían buscar una mayor escalada.

    También debemos considerar la presión sobre Hezbolá desde esas mismas áreas para poner fin a este conflicto. Esto también es realmente importante para el otro gran intermediario de poder en el sur del Líbano entre los chiitas, que es Haraket Amal. En este punto, parece bastante fantástico imaginar que Israel repita su estrategia de 1982, que era dividir las divisiones políticas, históricas o religiosas entre la gente, financiando esencialmente una guerra civil.

    Ds: ¿Cuál es el objetivo final de Hezbolá? Hemos escuchado a Nasrallah hablar sobre la “gran guerra” durante mucho tiempo. ¿Qué es la gran guerra? ¿Se ve Hezbolá a sí mismo preparándose para ella en este momento?

    NN: Hemos visto teorías bastante claras de cómo termina esto, de ambos lados. Actores poderosos de Israel han hecho declaraciones públicas sobre lo que significa la victoria: la gente de Gaza muerta o expulsada a tiendas de campaña en el Sinaí o donde sea. La gran mayoría de los palestinos en Cisjordania también serían trasladados a otro lugar, tal vez incluso los palestinos israelíes también. Conocemos esta visión del objetivo final.

    Por parte de Hezbolá, han articulado extensamente la visión de que Israel no podrá resistir una “gran guerra”, una guerra abierta con cientos de miles de combatientes, presumiendo que muchos israelíes con segundos pasaportes o vías fáciles para emigrar dejarán el país en lugar de luchar por él. La “gran guerra” creará un momento cataclísmico para Israel.

    Dejemos de lado algunos de los aspectos fantásticos de estas dos visiones y tratemos de verlo desde una perspectiva más realista. No es un hecho que el Estado israelí y su cuerpo político se fracturen bajo la presión de un ataque masivo. No está claro si suficiente gente dejaría Israel de repente, o al menos suficiente para crear un punto de inflexión. De cualquier manera, un gran segmento de israelíes puede ingresar al servicio militar para luchar por la tierra que creen que es suya. Un aspecto fundamental de la estrategia de Hezbolá para la victoria que Nasrallah ha articulado repetidamente es algo así como: “En el Líbano, hemos lidiado con la falta de electricidad, falta de agua, durante décadas, podemos soportar el sufrimiento. Los israelíes no pueden, y esa será su falla fatal.” Estoy tan poco convencido de esto como de la visión extremista israelí de la victoria.

    jg: El panorama que has descrito muestra años de tensiones acumuladas, de tal manera que el conflicto escalado es prácticamente inevitable. Y el hecho fundamental que subyace a esa inevitabilidad es la capacidad militar de Hezbolá. ¿Han fallado los analistas en internalizar que el equilibrio militar es determinante? ¿Qué es lo que la gente no entiende bien sobre el conflicto?

    NN: No tenía por qué llegar a esto; no iría tan lejos como para afirmar que es inevitable. El Estado israelí ha sido militarmente dominante durante muchas décadas. Dentro del proyecto de respuesta por parte de sus oponentes, Hezbolá se ha convertido en la facción más exitosa hasta la fecha, e Irán los ha respaldado con bastante éxito, de tal manera que en la actualidad Israel no puede aplicar su doctrina de disuasión en relación con Hezbolá e Irán. Israel no puede atacar de manera desproporcionada a sus oponentes sin enfrentar una enorme represalia. Eso es sin precedentes en la historia del Estado de Israel, al menos desde su fundación.

    Los actores en todos los frentes de una guerra pueden ver cada decisión como una apuesta, de modo que si algo sale mal y se inicia una gran guerra, simplemente fue un error. Pero eso realmente reduce la responsabilidad legal, moral y estratégica requerida por las circunstancias. En mi opinión, no hay errores ni malas evaluaciones. Creo que debemos decir la verdad: los combatientes están dispuestos a arriesgar una escalada, y los actores relevantes aquí son actores militares. Estos son actores militares que están al mando. La destrucción israelí de Gaza es muy calculada. Son buenos en esto; también lo es Hezbolá, lo es Irán, el encuentro sin precedentes del 13 de abril es una medida de cómo la coordinación entre estos actores puede minimizar el daño. El mayor compromiso antimisiles en la historia moderna resultó en una única baja parcial. Esto debería indicarnos que cualquier conversación sobre “malas evaluaciones,” y mucho menos “tropezar con la guerra” o cualquier otro tipo de metáforas, es incorrecta.

  5. Ideologías de Mercado

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    La Unión Soviética aseguró su propio acceso como superpotencia a mercados europeos y al capital mediante la construcción de oleoductos y gasoductos a lo largo de Europa Occidental. En su nuevo libro, The Soviet Union and the Construction of the Global Market, Oscar Sánchez-Sibony demuestra cómo esta estrategia desafió la dominación estadounidense representada por las instituciones de Bretton Woods y provocó una reconsideración más amplia de las relaciones entre el Estado y el mercado.

    La siguiente conversación entre Sánchez-Sibony y Jamie Martin desentraña la evolución de las finanzas globales, interrogando la construcción y deconstrucción del orden mundial del siglo XX. Sánchez-Sibony es profesor asociado de historia en la Universidad de Hong Kong e investiga la imbricación de infraestructuras globales de poder, con énfasis particular en cómo las interacciones entre las esferas soviéticas y occidentales moldearon al mundo moderno. Su último libro narra la disolución de las instituciones de Bretton Woods a través del lente de la energía, las finanzas y el conflicto entre grandes potencias. Jamie Martin es profesor asistente de historia y estudios sociales en la Universidad de Harvard. Su investigación examina las bases institucionales de la economía política global, exponiendo su imbricación con la guerra, el comercio, y el imperio. Su libro más reciente, The Meddlers: Sovereignty, Empire, and the Birth of Global Economic Governance, examina los orígenes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). 

    A continuación, Sánchez-Sibony y Martin reflexionan sobre las consecuencias inadvertidas de la lucha hegemónica entre Estados Unidos y la Unión Soviética, así como la relación entre ideología e interés. Ambos revelan los impactos contraintuitivos, en el Sur Global y más allá, que resultan de los controles de capital, los mercados petroleros y la liberalización del comercio. 

    Una conversación con Jamie Martin y Oscar Sánchez-Sibony

    Jamie martin: Su nuevo libro narra una historia revisionista sobre la política económica internacional de la Guerra Fría desde el punto de vista de la Unión Soviética. Tanto aquí como en el libro de 2014, Red Globalization, se ofrece una visión de la Unión Soviética como una nación profundamente involucrada en la economía mundial, lo cual nos revela un aspecto clave de cómo los soviéticos navegaban el sistema capitalista global, tanto desde dentro, como desde fuera. El objetivo parece ser forzarnos a pensar de nuevo y de manera más amplia la naturaleza de la economía mundial y del capitalismo global.

    oscar sanchez-sibony: Definitivamente. Una continuidad entre los dos libros es que yo destaco la extensión de la integración soviética y las ideologías que impulsaron esa integración. Trato de reconsiderar las categorías bajo las cuales entendemos a la Unión Soviética, que son en gran medida categorías ideológicas. Al analizar el rol que desempeñó ante el mundo, su comportamiento no se alinea con los estereotipos que solemos tener, como defensor del control estatal sobre los mercados.

    Pero tiene razón, el objetivo principal del nuevo libro es enfocarse específicamente en la transformación global que ocurre hacia el final de Bretton Woods, no tanto en hacernos preguntas específicas sobre la Unión Soviética, sino más bien cuestionar: ¿Cuál es el poder que está transformando al mundo en este momento? Integrar la perspectiva soviética en nuestra comprensión de este período es la contribución que ofrece el libro. Sostengo que durante este periodo, la Unión Soviética, como muchos otros países en la periferia, estaba intentando romper las barreras que le impedían acceder al capital. Bajo Bretton Woods, este capital estaba estrictamente controlado por los Estados Unidos, que le prohibía el acceso a la Unión Soviética.

    En respuesta, la Unión Soviética empezó a comerciar con países europeos que también estaban intentando romper cierto tipo de monopolios estadounidenses. A través de la construcción de infraestructura energética, es decir, una serie de oleoductos y gasoductos, la Unión Soviética ganó acceso al capital y alentó la ruptura de todo tipo de compartimentaciones que Bretton Woods había impuesto. Sin embargo, con la construcción de la infraestructura energética, la Unión Soviética también estableció una especie de círculo vicioso de endeudamiento. 

    En última instancia, el libro posiciona al capital como una entidad que atrae a la Unión Soviética y al Sur global hacia una relación particular con Occidente. Esa relación resulta ser jerárquica, pero no fue impuesta por la fuerza.

    Jamie, ¿Qué tipo de diálogo ve aquí con su propio trabajo?

    JM: The Meddlers es tanto una historia de orígenes como una historia de continuidades. Como historia de origen, el libro rastrea el surgimiento de un nuevo tipo de poder global: las primeras instituciones internacionales que ejercen influencia contundente sobre políticas económicas relacionadas con cuestiones vitales de riqueza y seguridad nacional. Estas nuevas instituciones son drásticamente diferentes a las instituciones de cooperación internacional del siglo XIX, las cuales eran relativamente ineficaces.

    Este nuevo tipo de poder global emergió hacia finales de la Primera Guerra Mundial, una guerra que fue librada con instituciones de coordinación económica extraordinariamente avanzadas entre las principales potencias aliadas. Es importante notar que esto ocurrió aproximadamente veinticinco años antes del punto de inicio convencional de la gobernanza económica global, es decir, la Conferencia de Bretton Woods.

    Muchas de las facultades que hoy asociamos con la gobernanza económica global—como la realización de préstamos de rescate, canalizar el capital hacia proyectos de desarrollo a través de organizaciones internacionales, la coordinación entre bancos centrales independientes y la gobernanza de productos básicos al estilo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)—surgieron a raíz de la Primera Guerra Mundial, en gran medida entre los imperios aliados victoriosos.

    Los problemas políticos que surgieron al innovar este nuevo tipo de poder fueron algunos de los más desafiantes de la modernidad. ¿Cómo fue posible la coordinación internacional sobre temas fundamentales de estabilización económica que involucran la formulación de políticas domésticas relacionadas con aranceles, el gasto público, los impuestos, la política monetaria, etc.? Además, ¿cómo fue posible hacerlo de forma compatible con las nuevas realidades políticas en la era de la autodeterminación y la política de masas, que para entonces cada vez más se centraban en cuestiones de política económica? A finales del siglo XIX, una de las formas más robustas de demostrar soberanía era ejercer autonomía en cuestiones de economía política interna.

    Existían modelos anteriores para la intervención internacional en cuestiones internas, pero estaban lejos de ser ideales. Por ejemplo, los préstamos de estabilización financiera otorgados a los Estados de Europa Central y Oriental durante la década de 1920 se basaban en técnicas semicoloniales de administración de deudas establecidas en el siglo XIX por inversores e imperios europeos y estadounidenses en el norte de África, los Balcanes y América Latina. Existían profundas y evidentes continuidades entre estas herramientas del imperio financiero informal del siglo XIX y las nuevas instituciones de cooperación económica internacional establecidas en el período de entreguerras. Estas continuidades persistieron durante el período posterior a 1945. Es al enfocarme en esta historia que mi libro reinterpreta la llegada de Bretton Woods.

    Después de la Conferencia de Bretton Woods en 1944, hubo un rápido retorno a este viejo estilo de diplomacia intervencionista de banqueros. La diferencia clave era que este sistema de gobernanza económica global ahora iba a ser supervisado por Estados Unidos. El número y los tipos de Estados a los que se les permitía algún tipo de autonomía dentro del sistema eran bastante restringidos. Y muchos miembros de las nuevas instituciones de Bretton Woods enfrentaban arreglos institucionales que se parecían a los de un período anterior.

    Esta es la historia de la continuidad: Lo que parece ser el nacimiento repentino del FMI al estilo del Consenso de Washington a finales del siglo XX es en realidad otra cosa, un momento de expansión para un conjunto de poderes latentes en una institución que ya llevaba a cabo un estilo de diplomacia de banqueros del siglo XIX.

    En resumen, ambos intentamos rehacer nuestra comprensión de mediados del siglo XX y, específicamente, de Bretton Woods. Yo sostengo que no deberíamos ver el nacimiento de la gobernanza económica global en términos de una narrativa triunfalista sobre el ascenso del globalismo estadounidense y el New Deal o del internacionalismo liberal ilustrado, sino más bien como un proceso de improvisación institucional ad hoc. Los imperios se veían obligados a improvisar arreglos público-privados bastante desordenados ante las nuevas realidades políticas.

    En cierto sentido, creo que estoy proporcionando una nueva forma de entender el camino hacia Bretton Woods, mientras que usted ofrece una nueva forma de entender el camino fuera de Bretton Woods.

    oss: Es una de las cosas que más me gustan de su libro, y creo que también compartimos la idea de que las soluciones se encuentran más en la práctica que a partir de un plan prefabricado. Es importante tener en cuenta que los soviéticos buscaban principalmente soluciones a problemas específicos, como los italianos deseando desligarse del monopolio que tenían los estadounidenses sobre la industria del petróleo. Los europeos, en general, estaban acercándose a la Unión Soviética, probando nuevas formas de relacionarse con el bloque socialista tras haber sido empujados a competir entre sí después del Tratado de Roma de 1957 y la creación de la Comunidad Económica Europea. Los soviéticos, a su vez, estaban encontrando maneras de resolver sus problemas de acceso al capital. 

    ¿Cómo nos ayuda su libro a entender el neoliberalismo como una ideología que prefiguró la década de 1980 e incluso a la Sociedad Mont Pelerin?

    JM: Una de las cosas que comparten nuestros libros es la idea de que la ideología y las restricciones materiales no están en una competencia de suma cero. Creo que ninguno de nosotros querría desestimar por completo la importancia de la ideología, pero ambos nos enfocamos tanto en lo que la gente hizo como en lo que dijo. Uno de los aspectos más destacados de su trabajo es ver cómo estos diplomáticos soviéticos actuaron efectivamente como personas de negocios bastante astutas. Tenían un profundo conocimiento intuitivo de cómo funcionaban los mercados y presionaron incluso a sus contrapartes capitalistas a que fueran mejores capitalistas.

    En mi libro, la mayoría de los protagonistas eran internacionalistas económicos de orientación liberal, que querían reconfigurar las relaciones internacionales para promover una cooperación basada en los ideales wilsonianos. Creo que estos ideales importaban en términos causales. Pero los efectos de la ideología internacionalista liberal frente a las restricciones políticas y materiales variaban de caso en caso. En la práctica, a menudo prevalecía una toma de decisiones mucho más pragmática que se apartaba de estos ideales profesados. Y al final del día, si hay suficientes desviaciones de una ideología, esta empieza a ser poco convincente. Si dices que eres un internacionalista liberal, y haces algo que se parece a un imperio, en última instancia, la gente va a pensar que eres un imperio. Y probablemente tendrán razón.

    El neoliberalismo importa como ideología y obviamente importa en el ámbito de la política. Pero mi intervención en estos debates tiene un doble sentido. Mi primera intervención consiste en, como usted dijo, señalar cómo las prácticas que asociamos con el FMI no aparecieron de la noche a la mañana a finales del siglo XX. No se necesitaba un cambio ideológico para que los actores financieros buscarán autorizaciones para hacer lo que querían hacer. Si en vez de mirar a los intelectuales o a los tecnócratas responsables de la formulación de políticas, consideramos a los actores que intentan obtener ganancias y garantizar una cuota de mercado, encontramos una periodización diferente y una historia causal distinta sobre el surgimiento del neoliberalismo. Gran parte de lo que asociamos con el neoliberalismo surgió en un entorno de entidades privadas operando en el mundo y navegando sus relaciones con los Estados, rompiendo barreras, eliminando la toma de decisiones económicas de la competencia democrática, convirtiendo cuestiones de gobernanza en problemas a resolver por precios y mercados, y así sucesivamente. Una de las cosas que ofreció el neoliberalismo fue un nuevo marco intelectual y una legitimación de prácticas anteriores. En cierto sentido, la suspensión de estas prácticas después de la Gran Depresión es una historia tan interesante como su regreso.

    Mi segunda observación es que, aunque hoy en día se habla mucho del alejamiento del neoliberalismo a nivel intelectual, esto no implica necesariamente un cambio en la forma en que las instituciones actúan realmente en el mundo. Hoy en día, tenemos un cambio ideológico, pero el FMI básicamente sigue haciendo lo que siempre ha hecho. Entonces, si hemos entrado en una era post-neoliberal, queda por ver qué significa esto realmente para, por ejemplo, la política de la deuda global. ¿Es China un prestamista neoliberal? Probablemente no, pero ¿será un acreedor menos exigente entre las economías de bajos ingresos y los mercados emergentes?

    ¿Qué es el neoliberalismo en su libro? Una interpretación errónea podría decir que los soviéticos querían algo parecido a un orden mundial neoliberal, pero yo entiendo que usted está diciendo que esto fue una consecuencia imprevista de las restricciones enfrentadas por una Unión Soviética en necesidad de dólares.

    ¿Cuál es el poder de la ideología en su historia? ¿En qué momento la ideología de los actores que narra se vuelve poco convincente para ellos o para otros en el aparato soviético de formulación de políticas?

    OSS: Una de las cosas que intento hacer es identificar las ideas relevantes para el comportamiento soviético, más allá del espectro de izquierda y derecha, marxista y no marxista. En la práctica, estos binomios son inútiles. En mi trabajo, las ideas sobre los mercados son muy importantes. El uso de un discurso de mercado se convirtió en una herramienta muy importante para que los soviéticos pudieran maniobrar y encontrar un lugar en la economía mundial. Se acercaban a diferentes agentes, como banqueros, oficiales de Estado, cabezas corporativas y les decían: “Si no me lo vendes a mí, me lo venderá otro país.”

    Pudieron hacer esto porque los mercados internacionales no estaban institucionalizados en este momento de Bretton Woods. Por ejemplo, mientras que a principios de la década de 1930 el Occidente estaba organizando la producción y el control del estaño, en 1928 los directores de diferentes corporaciones petroleras (las llamadas “Grandes Hermanas”) formaron un cartel para limitar al mercado y hacer que el petróleo fuera rentable. Esto fue un preludio de lo que la OPEP haría 30 años después. Concibo a los mercados y a las prácticas capitalistas como arenas de poder, en donde diferentes actores intentan desarrollar formas de poder e influencia para obtener objetivos específicos, en lugar de, digamos, objetivos ideológicos. 

    Cuando se trata de la ideología soviética, lo que veo es un respeto constante  por el discurso de mercado y por los mercados en sí. Los soviéticos realmente no pensaban que podían controlar los mercados, pero sí querían participar en ellos y usarlos como una herramienta en su propia formulación de políticas. Utilizaron prácticas similares a otros países a lo largo del sistema capitalista. Esto nos fuerza a salir de la dicotomía entre una economía planificada y la libertad de los mercados. En la práctica, nos encontramos con lo opuesto: la ideología soviética no es antitética a los mercados y, de hecho, los soviéticos buscaban generar mercados, mientras que la práctica estadounidense a menudo los obstruía. Que este respeto por la autoridad de los mercados apareciera en todo el espectro político es el elemento del neoliberalismo con el que debemos lidiar. No fue algo impuesto únicamente por figuras como Thatcher y Reagan; la atracción de la Unión Soviética hacia el mercado es un testimonio de su fuerza tanto práctica como ideológica.

    JM: Pocas personas en verdad deseaban los mercados por el único hecho de tenerlos. Un discurso a favor del mercado era útil para alcanzar objetivos particulares. Sin embargo, este discurso podía ser descartado cuando ya no resultaba necesario. La energía y las materias primas demuestran esto de manera clara: estas empresas a menudo estaban muy dispuestas a interrumpir por completo la lógica del mercado para garantizar beneficios y su cuota de mercado. La planificación no era sólo una prerrogativa de la izquierda. 

    La energía es realmente importante en su historia. La creciente dependencia europea del petróleo ruso durante este período es, en cierto sentido, lo que facilita la estrategia soviética. Pienso que arguye de manera convincente que esto debería obligarnos a replantear la economía soviética.

    oss: Cualquier estudio de la economía capitalista de la posguerra y la evolución de las finanzas globales requiere integrar la cuestión energética. Matthew Huber escribió un artículo increíble en el que argumenta que la organización de la industria petrolera es una precondición de la evolución del fordismo en el mundo rico.  Este arreglo tomó lugar a través de un proceso violento de cartelización. En la década de 1930, el productor de petróleo más grande del mundo era Estados Unidos. La Comisión de Ferrocarriles de Texas se creó para gestionar la fijación de precios y la distribución a nivel nacional, pero ocurrió con bastante violencia contra los trabajadores petroleros en Arkansas y Texas. Esto construyó una base sólida para contener la inflación y sostener la era de Bretton Woods: El Plan Marshall, el FMI y el Banco Mundial. La disrupción en los precios y la distribución global finalmente provocó la caída del sistema de Bretton Woods a principios de los setenta. 

    La segunda pieza del rompecabezas, especialmente en relación con la Unión Soviética, es el Plan Marshall. La historia dominante del Plan es que fue una especie de ayuda general para el desarrollo, destinada a reconstruir la economía europea de una manera nueva y más cooperativa. Esa es una gran historia. No obstante, el trabajo de David Painter muestra que una parte significativa del Plan Marshall se trataba realmente de la construcción de la infraestructura para una economía petrolera en Europa. Tanto es así que el 10% del Plan Marshall simplemente regresaba a los Estados Unidos en forma de compras de petróleo.

    La industria petroquímica en Italia se volvió muy importante porque fue el punto de apoyo que abrió una nueva relación con la Unión Soviética para todos los europeos. Toda la industria petroquímica italiana fue construida con dinero del Plan Marshall, y los italianos innovaron el intercambio de petróleo por tuberías, lo que se convirtió en un vector para abrir los mercados de capitales para los soviéticos. 

    El gobierno de Estados Unidos construyó la economía del petróleo en Europa que con el tiempo tendría el efecto de invitar a los soviéticos a Europa. Las contradicciones planteadas por estos acuerdos generaron las inestabilidades de los años sesenta y eventualmente cuestionaron los fundamentos de Bretton Woods, como los controles de capital. La Unión Soviética no estaba interesada en desmantelar completamente Bretton Woods; específicamente se oponían a los controles de capital que les impedían participar en el comercio liberalizado en Europa Occidental.

    JM: Su libro es una excelente demostración del poder de los controles de capital bajo el sistema de Bretton Woods. Lo fascinante de su historia, sin embargo, es que no solo fue Wall Street quien luchó contra los controles de capital, sino también los diplomáticos soviéticos. En nuestro esfuerzo por desmitificar a Bretton Woods, vale la pena considerar hasta qué punto fue relevante como sistema estructural internacional. ¿Podríamos decir que Bretton Woods tuvo importancia durante un breve período principalmente porque estableció una amplia aceptación del uso de controles de capital?

    oss: Lo que resulta interesante al pensar en la trayectoria soviética a través de Bretton Woods es hasta qué punto los soviéticos realmente querían volver al punto al que parecían estar llegando a finales de la década de 1920. Tras la Primera Guerra Mundial, no había capital, los soviéticos acababan de ser invadidos por tres potencias occidentales diferentes y luego fueron marginados por negarse a pagar la deuda zarista. Estaban desesperados por obtener capital. Fue cuando el Plan Dawes empezó a circular capital a lo largo de Europa Occidental que los soviéticos pudieron hacer buenos tratos de negocio. 

    Alemania ofreció un préstamo importante. Esto enfureció enormemente a los norteamericanos, porque Estados Unidos acababa de otorgar préstamos a los alemanes, que luego los alemanes ofrecieron a los soviéticos. Pero a principios de la década de 1930, Estados Unidos se sumó a la causa porque la Unión Soviética era el único país que aún estaba construyendo cosas. En 1933, bajo el mandato de Roosevelt, Estados Unidos inauguró relaciones diplomáticas. Pero luego, por supuesto, ocurrió la Gran Depresión, y la circulación de capital se detuvo. Una forma de pensar en Bretton Woods es como una recuperación gestionada de la liberalización, siendo la liberalización del capital un resultado que diferentes grupos sociales y liderazgos nacionales favorecían.

    Es interesante observar a países pequeños como Austria. Austria no deseaba la liberalización. Hay un momento en el libro en el que los soviéticos argumentan que tanto ellos como el FMI están pidiendo a los austriacos que se liberalicen. Por supuesto, Austria no quería esto, porque, tal como estaba, podían intercambiar zapatos por petróleo. Si comerciaban en marcos o dólares, los soviéticos podían tomar su dinero y comprar cosas en Alemania. ¿Qué piensa? ¿Cómo deberíamos considerar a Bretton Woods?

    jm: Una de las cosas que argumenté en mi libro fue que la idea del liberalismo incrustado, como principio organizador real de la economía mundial, tuvo muy poca influencia en muchas de las decisiones de las instituciones de Bretton Woods.

    Nunca hubo un período en el que los Estados sudamericanos, por ejemplo, no se enfrentaran a presiones de las instituciones de Bretton Woods para ajustarse, con el fin de acceder a recursos. A finales de los años 40 y principios de los 50, a los Estados latinoamericanos se les dijo, de hecho, que debían seguir políticas antiinflacionarias y poner en práctica la disciplina fiscal si querían recurrir a los recursos del FMI. No hay mucha evidencia de que el FMI estuviera guiado por algún tipo de respeto keynesiano o del New Deal por la autonomía.

    Si pensamos en el liberalismo incrustado como una especie de ideal normativo orientador, estamos hablando principalmente de Europa y América del Norte. El propio Keynes dijo que Bretton Woods no iba a funcionar como él quería, incluso en la forma más limitada a la que había accedido después de que sus demandas originales fueran descartadas bajo la presión estadounidense. Murió bastante insatisfecho con este sistema, reconociendo que iba a ser dominado por los estadounidenses y, más específicamente, que, dada la falta de restricciones sobre lo que el FMI podría hacer, sería difícil evitar que se convirtiera en la máquina de condicionalidad en la que efectivamente se convirtió.

    Su historia muestra lo poderosos que fueron los controles de capital bajo Bretton Woods, pero también cómo no siempre lograron los objetivos normativos que podríamos asociar con ellos. Si el liberalismo incrustado se suponía que debía otorgar a los Estados una especie de autonomía para experimentar con la economía política nacional, ¡El Estado más experimental de todos, la Unión Soviética, no lo quería! Los soviéticos buscaban eliminar los controles de capital que estaban restringiendo su capacidad para lograr ciertos objetivos.

    En cierto sentido, creo que se podría combinar nuestras historias para decir que, en mi caso, veo al liberalismo incrustado como algo que, si existió, estuvo bastante limitado geográfica y temporalmente. Y usted lo ve como algo que sí existió, pero que, al menos en este caso, tuvo los efectos políticos opuestos a los que podríamos suponer.

    Esto nos lleva de nuevo al inicio de nuestra conversación: El capital no estaba dominando a la Unión Soviética, sino atrayéndola. Quiero ofrecerle dos lecturas equivocadas de su argumento para ver cómo responde a ellas. Una interpretación podría ser que la Unión Soviética aprende a utilizar las herramientas del Occidente capitalista de tal forma que, en última instancia, está destinada a aumentar el poder soviético, permitiendo así desmantelar por completo las limitaciones del capitalismo. Es decir, que los soviéticos buscaron operar dentro de los límites de la estructura de poder que estaban tratando de deshacer. La segunda sería entregar tu libro a un halcón liberal línea dura de la Guerra Fría como Francis Fukuyama, quien diría que este libro es una demostración increíble de la inevitabilidad de la victoria del capitalismo global. Lo que convencionalmente se entiende como el mayor desafío al capitalismo global, en la forma de un Estado, se convirtió en un ente muy hábil para operar según la lógica del capitalismo.

    oss: Son dos muy buenas lecturas equivocadas. Volvemos a lo que mencionamos anteriormente sobre cómo el capitalismo se desarrolla en la práctica, y esa práctica es una lucha por el poder. Creo que Fukuyama, siendo tan liberal como es, debería tener mucho cuidado, porque parte de la razón por la que estos actores tan autocráticos se sienten atraídos por estos sistemas de circulación de capital e intercambio de mercancías es porque permiten ese tipo de poder autocrático. Estos sistemas no solo eran atractivos para la Unión Soviética. Hay una sección del libro en la que se documenta el momento en que ciertos países latinoamericanos comenzaron, a menudo a través de bancos británicos y la ayuda soviética, a acercarse al comercio. Esto incluía a Brasil, que en ese momento estaba gobernado por una junta militar fascista, en teoría, enemiga de los soviéticos. Cuando los soviéticos comenzaron a relacionarse con Brasil, los cubanos se escandalizaron. Pero eso no desanimó a los soviéticos en absoluto.

    Las relaciones bancarias británicas en América Latina que se remontan a cientos de años atrás fueron desplazadas por la presencia estadounidense entre los años treinta y los cincuenta, lo que llevó a los bancos británicos a aliarse con los soviéticos. Lo que hacía que la Unión Soviética fuera ligeramente diferente del Sur Global era que tenía cosas que vender de manera competitiva. No competían en la industria química, pero podían construir una represa tan bien como cualquiera.

    Así que eso es lo que hicieron en América Latina. Capitalizaron este tipo de proyectos y formaron una especie de alianza con los banqueros británicos. Cuando Brasil entró en una trampa de deuda con los bancos europeos, eso fue en parte gracias a que los soviéticos ayudaron en la financiación y construcción de la infraestructura para la cual se emitieron estos préstamos. Con respecto a Brasil, Quinn Slobodian ha descrito a los banqueros estadounidenses lamentándose justo de lo que usted señala: es la década de 1970 y esta jerarquía rígida que venía acompañada del liberalismo incrustado se ha desintegrado. En la década de 1950, podían decirle a Brasil qué hacer; en la década de 1970, Brasil podía pedir prestado todo el dinero que quisiera sin seguir las órdenes de los estadounidenses.

    Por supuesto, esta crítica viene acompañada de todo tipo de lenguaje racista, de que los prestatarios del Sur son niños irresponsables, y cosas por el estilo. Es asombroso hasta qué punto el imperialismo y las construcciones culturales que lo acompañan simplemente nunca mueren. Las finanzas y la cultura son dos aspectos de lo mismo.

    Este ensayo fue traducido del inglés al español por Maria Isabel Tamayo.

  6. El Estado de bienestar tecnopatrimonial

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    El éxito del Partido Popular Indio [BJP o Bharatiya Janata Paartee] en la última década de la política india ha sido atribuido a sus políticas de bienestar. El aumento de las transferencias directas de beneficios [DBT o direct benefit transfers], mediante las cuales los beneficiarios pueden recibir directamente a sus cuentas bancarias transferencias de más de 500 programas gubernamentales de bienestar, ha sido crucial en este sentido. La más reciente elección parlamentaria ha puesto a prueba esa teoría: el BJP del primer ministro Narendra Modi perdió su mayoría en la Lok Sabha (cámara baja del parlamento), aunque probablemente mantendrá el poder a través de una coalición de gobierno.

    En elecciones previas, los populares esquemas de bienestar liderados por gobiernos dirigidos por el BJP llevaron a grandes victorias para el partido. Durante las elecciones a la Asamblea Estatal, en 2022, Uttar Pradesh (UP) el estado indio más poblado—y hogar de una gran población de beneficiarios de transferencias de dinero—votó mayoritariamente por el BJP; este año, sin embargo, los votantes de UP movieron su apoyo a la alianza entre el Partido del Congreso y el Partido Samajwadi. Este cambio en el voto de UP fue una de las razones principales para el fracaso del BJP en asegurar una mayoría absoluta en la Lok Sabha.

    Las transferencias de dinero han sido una piedra angular de las políticas del BJP: durante la última década del gobierno de Modi, el monto pagado a través de las DBT aumentó de 60.000 millones de rupias indias (aproximadamente 718,8 millones de dólares) a 2,1 billones de rupias indias (aproximadamente 25.100 millones de dólares), alcanzando más de 1.000 millones de beneficiarios registrados en septiembre de 2023, según datos del Ministerio de Finanzas. La rápida expansión de las DBT fue facilitada por varios avances tecnológicos: entre ellos la mayor disponibilidad de teléfonos móviles y planes de internet asequibles en India, especialmente después del lanzamiento de Reliance Jio en 2016; el incremento en el uso del Aadhaar—el programa de identificación biométrica del gobierno que ofreció la primera identificación de uso general en el país—; y el establecimiento del Pradhan Mantri Jan Dhan Yojana, el programa de inclusión financiera del gobierno anunciado por el Primer Ministro Modi en 2014, responsable de abrir más de 500 millones de nuevas cuentas bancarias para ciudadanos indios en su mayoría no bancarizados.

    ¿Qué diferencias hay entre este “nuevo bienestarismo” y el enfoque basado en derechos que le precedió durante los gobiernos liderados por el Congreso en la década de 2000? ¿Cómo pretende la narrativa política que sustenta este cambio reimaginar la democracia india? Yamini Aiyar, estudiosa de políticas públicas y expresidenta del Centro para la Investigación de Políticas [Centre for Policy Research], llama a este modelo de política social el “Estado tecnopatrimonial”, un fenómeno apoyado por la creación de una nueva labharthi varg, o clase de beneficiarios, que puede ser movilizada políticamente.

    En la siguiente entrevista, Rohan Venkat, editor de India en Transición [India in Transition], habla con Aiyar sobre las nociones socialdemócratas del bienestar, el discurso de las “gratificaciones” [freebies] en la política social india y las implicaciones del Estado tecnopatrimonial para el éxito electoral del BJP a nivel local y nacional. Esta conversación fue publicada por primera vez en abril por el Centro de Estudios Avanzados de la India [CASI o Center for the Advanced Study of India] de la Universidad de Pensilvania como parte de una serie en curso sobre las elecciones de 2024. Ha sido editada aquí para mayor claridad.

    Una entrevista con Yamini Aiyar

    Rohan Venkat: ¿Qué preguntas han orientado su evaluación del nuevo bienestarismo en la India?

    Yamini Aiyar: Las preguntas que hice se han basado en mi propia carrera como investigadora de políticas públicas que, por coincidencia, inició justamente a principios de la década de 2000, cuando India comenzaba a construir su Estado de bienestar. Ese esfuerzo de construcción surgió, en gran medida, cuando una constelación de movimientos sociales, organizaciones de la sociedad civil, el poder judicial y los intereses de las élites se articularon para construir lo que desde entonces hemos llamado la arquitectura del bienestar basada en derechos. Esto comenzó con el Derecho a la Información, el Programa Nacional de Garantía de Empleo Rural [NREGA o National Rural Employment Guarantee], el Derecho al Trabajo, el Derecho a la Educación y la Ley de Seguridad Alimentaria Nacional en 2013. Aprendí mucho trabajando de cerca con movimientos sociales y estudiando el desarrollo de estos programas, particularmente revisando el esfuerzo, en gran medida liderado por movimientos sociales, de recurrir a la gramática de los derechos para abrir espacios en los que los ciudadanos puedan participar en reclamaciones directas.

    ¿Por qué necesitábamos articular en ese entonces el bienestar en este marco de derechos socioeconómicos? En toda Europa Occidental, muchos Estados de bienestar sólidos surgieron a través de políticas sociales progresistas redistributivas sin este marco basado en derechos. India claramente estaba haciendo algo distinto y yo quise entender mejor esa diferencia. Vi lo bueno, lo malo y lo feo de este esfuerzo inicial. También vi cómo surgió la tecnología como una herramienta en la narrativa del bienestar y cómo echó raíces en 2009-10 cuando el proyecto del Aadhaar se integró a la cultura y se convirtió en algo popular y habitual.

    A partir de 2014, la configuración política tuvo un cambio. En uno de sus primeros discursos ante el Parlamento, el Primer Ministro Modi se refirió al NREGA, que garantizaba al menos cien días de empleo remunerado a los hogares rurales y lo llamó un monumento a la pobreza. Esto a menudo se entiende en términos políticos partidistas, pero también hubo un cambio bastante sustancial en la forma de enmarcar el bienestar: todo el discurso sobre derechos fue reemplazado por un discurso sobre la responsabilidad como reclamación directa de los ciudadanos. La tecnología hizo posibles las transferencias de efectivo. Fui observadora y ocasionalmente participante en el vigoroso debate que tuvo lugar entre 2010 y 2014, en especial en el período previo a la legislación de la Ley de Seguridad Alimentaria Nacional, sobre esta cuestión de las transferencias de efectivo. El debate giró en torno a dos cuestiones críticas: la eficiencia en la entrega, ya que las transferencias de efectivo podrían potencialmente esquivar niveles importantes de incompetencia y de corrupción del Estado, y el papel de los mercados a la hora de dar acceso a los servicios básicos.

    El enfoque basado en derechos asumió una posición normativa sobre la centralidad del sector público en la prestación de servicios básicos. También veía los derechos como un medio para aumentar la capacidad ciudadana para presentar reclamaciones al Estado y exigir responsabilidad. Por otro lado, en el debate sobre las transferencias de efectivo se vio que la eficiencia de la entrega directa y el papel de los mercados eran la clave para poder exigir responsabilidad. Las dos visiones tenían imaginarios muy distintos en cuanto a los términos que estructuran el contrato social. Esto fue antes de que el Ingreso Básico Universal [UBI o Universal Basic Income] se convirtiera en una palabra de moda en la política. Para 2016-17, el JAM [Pradhan Mantri Jan-Dhan Yojana, Aadhaar, Mobile] y el UBI fueron asumiendo el discurso de bienestar, transformando con ello los contornos del debate.

    Para 2017-18, impulsadas por la rápida expansión del Aadhaar, las transferencias de efectivo eran una realidad y el término “DBT” pasó a ser parte del vocabulario del Estado de bienestar de la India. Intentando entender cómo se iban desenvolviendo estos asuntos, vi la necesidad de enfrentar un problema antiguo en la esfera pública india: el de replantear los términos en los que se desarrollaba el debate público sobre el bienestar. Con frecuencia, nuestro discurso sobre el bienestar se ha reducido muy rápidamente a la cuestión del populismo, lo que en los viejos tiempos solíamos discutir en términos de populismo, política social populista y gratificaciones. Ahora el término que se utiliza es revdi o dulces1.

    Rv: ¿Qué es el “Estado de bienestar tecnopatrimonial”?

    YA: Mi argumento es que hemos abandonado la idea de bienestar como núcleo del contrato social; ya no la entendemos como algo que evoluciona dentro de un marco normativo de derechos. Cautivados por lo que la tecnología puede ofrecer en términos de transferencias directas de beneficios, el bienestar se está reformulando como un regalo ofrecido por quien lidera un partido y no como un derecho fundamental que debería enmarcar los términos del contrato social entre los ciudadanos y el Estado.

    En este nuevo marco, los ciudadanos son receptores pasivos de la benevolencia gubernamental, ofrecida con el patrocinio directo del líder del partido político. El bienestar, en estos términos, se convierte en asunto del patrocinio y el carisma del líder, y deja de verse como una obligación moral del Estado y como una articulación de la ciudadanía dentro de un marco de derechos.

    Rv: Usted relaciona esto con la idea del Estado compensatorio que ha planteado el economista Rathin Roy.

    YA: En un discurso de 2022, Modi afirmó que los jóvenes de la India deberían ser conscientes de esta nueva “política revdi”. Esto hizo que volvieran los viejos debates sobre gratificaciones versus subsidios basados en méritos, sobre la apuesta al crecimiento versus al bienestar; debates que los economistas y profesionales del desarrollo han abordado durante muchas décadas. De hecho, cuando se debatía el NREGA, algunos argumentaron que era equivalente a arrojar dinero desde un helicóptero en manos de la élite rural, una gratificación, y no una política sensata de inclusión social y bienestar por parte del gobierno.

    Ha habido una lluvia de escritos sobre lo que es y lo que no es una revdi y sobre cuál debería ser la naturaleza de la política social gubernamental. Al comenzar a involucrarme en este debate y tratar de entender los contornos de lo que estaba ocurriendo, comencé a reconocer que, de hecho, tanto el debate sobre el bienestar como la respuesta política que se le asocia pueden rastrearse a dos desilusiones muy distintas pero interconectadas; ambas tienen que ver con el contexto social, económico e institucional en India.

    La primera desilusión tiene que ver con la naturaleza de la economía india. Desde 1991, el crecimiento y las dinámicas asociadas a la transformación estructural de la India nos han conducido a un crecimiento sin empleo. En 2004, en medio de la campaña India Brillando [India Shining] y la victoria electoral de lo que eventualmente se convirtió en la coalición—liderada por el Congreso—de la Alianza Progresista Unida [UPA o United Progressive Alliance], esta cuestión del crecimiento sin empleo estuvo en el centro de los discursos políticos. El partido del Congreso se fue a elecciones hablando de “crecimiento inclusivo”, una frase que resultó políticamente potente dado que la economía estaba creciendo, pero sin generar suficientes empleos para el dividendo demográfico al que estábamos a punto de llegar. Esa fue la razón por la cual el NREGA, o el Derecho al Trabajo, se volvió tan esencial y políticamente potente. Esto no solamente ha continuado, sino que se ha exacerbado a medida que avanza nuestra historia de crecimiento.

    Amit Basole ha publicado un documento realmente importante en el que examina este asunto. El texto argumenta que, en la trayectoria de nuestra transformación estructural, el período en que las personas fueron sacadas de la agricultura y llevadas a la economía no agrícola fue un momento en gran medida moldeado por un desplazamiento hacia el sector de la construcción informal, con trabajos sin garantías y precarios, y no hacia la manufactura a pequeña escala, como fue el caso a nivel mundial.

    Dada la naturaleza inusual de nuestra transformación estructural, siempre hemos estado acosados por la cuestión de la creación de empleo para los jóvenes2. La verdad es que, en realidad, el Estado indio y su política económica simplemente han fallado en abordar el alto desempleo juvenil; los políticos no son ajenos a esto, incluso si no siempre lo quieran admitir públicamente.

    Como Rathin Roy ha argumentado de manera tan evocadora, el bienestar ha surgido como una forma de “compensación” ante estos fracasos; este es el Estado compensatorio. Al analizar los contornos de dicho Estado, encontré varias características distintivas sobre el peculiar camino de India hacia el bienestarismo. El Estado de bienestar indio no se ha desarrollado siguiendo el modelo socialdemócrata tradicional que incluye un acuerdo negociado entre trabajo y capital. Tampoco se ha desarrollado a lo largo de las líneas del régimen de bienestar conservador estadounidense, que buscaba ofrecer escasos beneficios sujetos a la verificación de recursos disponibles, pero estaba realmente comprometido con la idea de cero desempleo. Curiosamente, este modelo tampoco se parece a los regímenes de bienestar productivistas de Asia Oriental, que invirtieron considerablemente en la salud y educación, elementos centrales del capital humano, con el objetivo explícito de movilizar la capacidad productiva de la fuerza laboral para participar en el crecimiento económico.

    Nuestro Estado de bienestar está evolucionando según una lógica que está diseñada casi como un trato fáustico; esto por no construir una economía que pueda anular el desempleo por completo. Su enfoque central es usar la política fiscal como un medio para transferir las finanzas públicas a los ciudadanos como compensación mediante transferencias en efectivo y en especie. No se trata de ofrecer protección al trabajo, ni de fortalecer el poder de negociación de los trabajadores, ni de mejorar la capacidad productiva.

    Tan solo piense en algunos de los programas de transferencias de efectivo más recientes que han lanzado diferentes partidos políticos, incluido el BJP y el Congreso: transferencias de efectivo por desempleo juvenil, transferencias de efectivo para tipos particulares de habilidades, el PM Kisan (una transferencia de efectivo para nuestros agricultores), entre otros. Este es el tipo de compensación que el Estado tiene que ofrecer porque, en un país tan desigual como India, en un país donde los pobres son los votantes primarios, por más amigable que sea un partido político con el capital, no puede ir a las elecciones sin involucrarse con la realidad en la que vive la gran mayoría de los indios y sin ofrecerles algo. Esa es la belleza de la democracia, con todos los desafíos que conlleva.

    La segunda desilusión tiene mucho que ver con el Estado indio, y ahí entra el asunto de la tecnología. Todos sabemos que el Estado en India es incompetente, corrupto y apático; estas fallas han circunscrito el discurso de la élite sobre el bienestar. Hace varios años, coescribí un documento con Lant Pritchett titulado “Impuestos: ¿el precio de la civilización o el tributo al Leviatán?” [Taxes: The Price of Civilization or Tribute to the Leviathan?]. En el marco de un Estado incompetente, los acuerdos que la sociedad establece con respecto a sus impuestos—la disposición a pagar obligatoriamente al Estado con la expectativa de que el Estado proporcione un conjunto de servicios públicos que mejorarían la capacidad productiva—simplemente no se sostiene. Esto se puede afirmar legítimamente con respecto al contribuyente. No obstante, debemos reconocer las consecuencias de esta realidad, ya que ha circunscrito la naturaleza del discurso público sobre los impuestos, desvinculando la tributación progresiva y la redistribución; debemos tener en cuenta que, históricamente, la tributación progresiva ha jugado un papel enorme en la construcción de una sociedad más equitativa, de un Estado de bienestar más equitativo y funcional.

    El debate sobre las transferencias de efectivo en India está arraigado en la idea de que nuestros sistemas públicos simplemente no funcionan. Partiendo de ese presupuesto, cualquier inversión excesiva en los sistemas públicos equivale a pagar tributo al Leviatán, y no a pagar el precio que la civilización requiere. Lo que la tecnología ahora permite hacer es eludir este Estado incompetente y extractivo y entregar lo mínimo necesario al ciudadano. Así las cosas, se sobrevaloran las posibilidades del mercado porque el Estado simplemente ha fallado.

    En cierto sentido, es aquí donde la legitimidad del proyecto de la infraestructura pública digital de India, del proyecto Aadhaar, encuentra sus raíces. No estamos cuestionando los límites de la tecnología, pues todos nos hemos movilizado en torno a la posibilidad de que la tecnología nos permita eludir este Estado fallido. Basándose en la legitimidad de la tecnología, se construye un sistema de bienestar que no invierte en el sistema público. Una de las consecuencias de esto, argumentaría yo, es que estamos valorando las posibilidades de eficiencia por encima de las realidades intrincadas de la democracia, que exigen negociar, acordar y responder ante la competencia de reclamos. Para que todo ello se dé consistentemente, se necesita tener sistemas públicos fuertes y robustos a la base.

    Rv: Usted destaca una contradicción en este nuevo modelo: por un lado, se está alejando de los derechos y prerrogativas para basarse más en el deber, pero al mismo tiempo se vende como más aspiracional y “progresista.” ¿Cómo es que esta narrativa—donde la gente pasa por alto muchos sectores del Estado y recibe dinero en efectivo, en lugar de bienes públicos o de mérito—aparece como aspiracional, y no como una subvención por parte del gobierno?

    YA: El asunto está muy enmarcado en términos aspiracionales y utiliza un vocabulario progresista. La propuesta de la India Desarrollada o Aspiracional [Viksit Bharat] le apunta a facilitar la vida y posiciona de manera muy interesante el modelo actual de bienestar basado en transferencias en efectivo como una forma de empoderamiento, en contraste con el bienestar del pasado, al cual entiende como el bienestar de las prerrogativas. En varios de sus discursos, el primer ministro ha hablado sobre el empoderamiento como un proceso en el que se lucha contra la pobreza con las propias fuerzas; donde uno mismo, como ciudadano, tiene el deber de usar las oportunidades que se le ofrecen con cierto grado de responsabilidad.

    En su discurso del 75° Día de la Independencia, por ejemplo, el primer ministro habló sobre cómo el gobierno ha hecho esfuerzos de proporcionar electricidad las veinticuatro horas, y sobre cómo es deber del ciudadano de usarla responsablemente. De manera similar, el ministro del interior ha ofrecido una definición distinta de empoderamiento, diciendo cosas como “hemos proporcionado conexiones de gas, hemos proporcionado baños, etc. . .”, a la luz de lo cual ahora es responsabilidad de los ciudadanos utilizar estas oportunidades para mejorar su calidad de vida. Esto es lo que se define ahora como empoderamiento; sin embargo, este marco no dice nada sobre la obligación del Estado de proporcionar estos servicios públicos básicos a los ciudadanos con derechos. Los ciudadanos están siendo reinterpretados como seres responsables y cumplidores del deber, y no como seres activos con el derecho de exigir bienestar.

    Esta forma de comprender el empoderamiento difiere sustancialmente del modelo de bienestar basado en derechos, que utilizaba la gramática de los derechos para empoderar a los ciudadanos a la hora de presentar demandas al Estado. Esto es muy importante en el contexto indio. Desde nuestra época fundacional, la articulación de nuestros derechos políticos ha sido mucho más plena que la articulación de nuestros derechos socioeconómicos, que fueron puestos dentro de los principios directivos. El bienestar se enmarcó como una forma de caridad ofrecida por el patrocinio de lo que el gobierno puede hacer, y no como un derecho fundamental que el Estado está obligado a ofrecer a sus ciudadanos. Después de todo, el Estado indio no fue llamado el “mai baap sarkar” (el Estado paternal) por nada.

    ¿Por qué es tan importante revisar la manera como se enmarca un derecho al trabajo o un derecho a la alimentación? El asunto tiene todo que ver con la naturaleza particular de las relaciones entre los ciudadanos y el Estado, en las que este último enmarca su relación con los primeros de una manera particularista y clientelista en lugar de asumirla como una relación basada en principios normativos de derechos.

    El movimiento por los derechos intentaba subvertir eso. Quizá su inhabilidad para lograrlo de manera efectiva haya tenido mucho que ver con la incompetencia del Estado indio. Las seductoras oportunidades de la tecnología nos alejaron rápidamente de esa aspiración de un bienestar basado en derechos. Se oye mucho acerca de los deberes del ciudadano como consecuencia de los esfuerzos que hace el gobierno por mejorar su calidad de vida, pero no hay un discurso que reconozca que todos los ciudadanos tienen ciertos derechos básicos, y que es obligación del Estado proporcionarles un estándar mínimo de servicios públicos. Esa es la diferencia.

    Rv: Usted comenta que, aunque este nuevo modelo está fuertemente identificado con el BJP y con Modi, no se limita a ellos. Vemos ecos de ello en el pasado, pero también en otros partidos que hoy en día le apuntan al bienestarismo; a manera de ejemplo, usted menciona en su artículo a Jayalalithaa, ex primera ministra de Tamil Nadu. Quisiera tener una idea más clara sobre cómo es este un fenómeno indio, y no solamente del BJP.

    YA: Es claro que la llamada política de gratificaciones en Tamil Nadu estaba enmarcada en una gramática más amplia de derechos y dignidad. También la entrega de saris y televisores, que representó el epítome de la política en Tamil Nadu, estaba inserta en esta gramática de derechos, dignidad y justicia: de hecho, tanto la Federación Progresiva Dravídica [Dravida Munnetra Kazhagam] como la Federación Progresiva Dravídica All India Anna [All India Anna Dravida Munnetra Kazhagam] se dedicaron a este bienestar competitivo durante muchas décadas. Sin embargo, lo que descubro como marca distintiva en este tiempo actual de tecnopatrimonialismo basado en transferencias en efectivo es que, en realidad, está despojado de cualquier lenguaje de derechos y dignidad. Se limita al conjunto de dádivas que el Estado puede ofrecer a los beneficiarios.

    En segundo lugar, este tiempo tecnopatrimonial tiene la capacidad distintiva de desplegar tecnologías que no eran tan efectivas o eficientes en el pasado. La manera como se realizan transferencias en efectivo permite evadir a todos los intermediarios del Estado, tanto los políticos como los burocráticos. Su relevancia política es realmente significativa, pues permite establecer una conexión directa entre los líderes y los beneficiarios.

    Ciertamente, en el pasado hemos tenido líderes populares de partidos regionales—Jayalalithaa es claro ejemplo de esto, así como Indira Gandhi—que ya tenían esta conexión directa entre el liderazgo y el votante. No obstante, la capacidad de eludir a los intermediarios es nueva; así las cosas, dar crédito y atribución política se vuelve un proceso mucho más directo. Louise Tillin, Neelanjan Sircar y yo hemos hecho este argumento basándonos en los datos de Lokniti. Se puede ver claramente cómo es que esta atribución directa ha venido cambiando desde los días de la UPA, cuando los gobiernos estatales y los ministros principales del Estado podían recibir mucha más atribución y crédito. Por contraste, en el contexto actual, gran parte de la atribución directa va al liderazgo del partido, eliminando a los intermediarios y al gobierno estatal; el BJP es buen ejemplo de ello.

    La tercera cosa que es única y distintiva en este tiempo es el tipo de movilización política en torno a la categoría de beneficiario, el “labharthi.” La “labharthi varg” (la clase de beneficiarios) ha surgido en el lenguaje político como una categoría de movilización política. Los líderes políticos pueden pasar por alto a los intermediarios para forjar una relación directa y emotiva con el votante individual de una manera que efectivamente socava las demandas de interés colectivo, así como las que dependen de la movilización basada en casta o religión. En su lugar, crea una base social muy neutral de beneficiarios alrededor de la cual puede darse la movilización.

    Es una herramienta políticamente útil; por ejemplo, le permite al BJP rechazar las críticas de discriminación contra minorías religiosas y contra musulmanes al apuntarle a la distribución de beneficios. Es una herramienta ingeniosa y efectiva para socavar las estrategias tradicionales de movilización electoral en torno a demandas de interés colectivo sobre los recursos del Estado. Creo que esto es lo que la hace una herramienta tan poderosa. Así mismo, profundizar la relación directa forjada entre el liderazgo del partido y el votante individual permite que esa lealtad se convierta en lo que Neelanjan Sircar llama la “política vishwas” (política de confianza), y se tenga una base sobre la cual se movilizan los votantes y los partidos políticos fortalecen su control.

    Rv: ¿Cómo ha respondido la gente a la idea del “Estado de bienestar tecnopatrimonial”?

    YA: Esto es un trabajo todavía en progreso, por supuesto, y estoy tratando de lidiar no solamente con el momento político contemporáneo, sino también con lo que la evolución del Estado de bienestar de la India nos dice sobre los términos del contrato social, así como sobre la naturaleza de nuestra democracia.

    En este momento, lo único que tenemos son pretensiones de eficiencia; no tenemos certeza, pues no tenemos buenos datos a la mano. En los viejos tiempos, había muchas evaluaciones que revelaban todo—lo bueno, lo malo y lo feo—con respecto a los esquemas gubernamentales. Hoy tenemos una escasez de evaluaciones, por lo cual en realidad no tenemos una buena idea de lo que está sucediendo.

    Algunos podrán decir: “¿No deberíamos estar satisfechos con el hecho de que los beneficios están llegando a la gente?” Ante tal afirmación, yo respondería con algunas preguntas: ¿realmente estamos arriesgando nuestra democracia solamente por maravillarnos ante la capacidad del Estado para entregar algo de dinero en efectivo a las cuentas bancarias de ciertas personas? ¿Eso es todo lo que estamos esperando que haga el Estado?

    ¿Cuál es nuestro contrato social? ¿Estamos realmente buscando construir una sociedad anclada en valores como la fraternidad, que es fundamental en nuestra constitución? ¿Estamos buscando construir una sociedad que se base fundamentalmente en valores de igualdad, que se construya solidaridad entre comunidades y que se reconozca la importancia de invertir en todos nosotros? ¿O somos acaso una sociedad que se limitará a regocijarse en la gloria de un logro restringido?

    Ningún país en el mundo ha podido convertirse en una potencia económica sin una inversión pública seria en los bienes públicos y de mérito que el Estado está obligado a proporcionar a sus ciudadanos, como la educación y la salud. Es casi como si nos hubiésemos rendido, y lo hemos legitimado diciendo: “Al menos esto está funcionando, y es un gran paso hacia la construcción de un Estado con una mayor capacidad”. En verdad quisiera motivarnos a reflexionar un poco más sobre esto.

    Cabe aclarar que el objetivo de mi crítica no es afirmar que no deberíamos estar haciendo esto. Mi punto es que realmente deberíamos entender cuáles son las consecuencias más amplias que esto tiene en la economía política, y que deberíamos resistirnos fuertemente a la despolitización de la lucha distributiva en un país tan desigual, con solidaridades tan frágiles, como la India contemporánea.

    Rv: ¿Cómo está pensando en este argumento de cara a las elecciones de 2024?

    YA: Este es un buen momento para comprender mejor la relación entre este tipo de esquemas de bienestar y el comportamiento y las perspectivas de los votantes. ¿Cómo se ve hoy el Estado a nivel local? Como mencioné anteriormente, uno de los cambios más críticos que han tenido lugar en virtud de este sistema de bienestar basado en transferencias de efectivo orientadas a la tecnología es la gran desintermediación del estado local. ¿Quién o qué es el estado local hoy en día? ¿Cómo interactúan los ciudadanos con el estado local ante este leviatán tecnológico que se está construyendo, y qué le está haciendo esto a los espacios para la deliberación, el diálogo y la acción colectiva a nivel local?

    Estos ámbitos siempre fueron bastante débiles en la India. La realidad es que, a pesar de que nuestro sistema de gobierno local supuestamente debía tener una estructura bien arraigada que sirviera como Consejo Popular [Gram Sabhas], como espacio para el diálogo y la deliberación a nivel local, ello nunca se dio realmente, excepto en unos pocos estados—siendo Kerala el ejemplo más visible—. Sin embargo, ahora que esas inversiones se han disminuido y el papel de los gobiernos locales está cambiando, necesitamos entender mejor las dinámicas de estos espacios para determinar los nuevos términos en los cuales se están enmarcando las relaciones de vanguardia entre Estado y sociedad. No tenemos suficiente trabajo empírico sobre eso. Para mí, esa sería la base para poder entender cómo se están construyendo los sistemas de rendición de cuentas y la arquitectura del Estado, y también para comprender cómo estos dos elementos aportan a la naturaleza de nuestra democracia.

    Yamini Aiyar es una académica de políticas públicas y expresidenta del Centro para la Investigación de Políticas [Centre for Policy Research] en Nueva Delhi.

    Rohan Venkat es el editor consultor para India en Transición [India in Transition] y es Visiting Fellow (primavera 2024) para el Centro de Estudios Avanzados de la India [CASI o Center for the Advance Study of India].

    Esta entrevista fue traducida del inglés para PW por Eduardo Gutiérrez.

  7. ¿Una tributación progresiva?

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    Cuando el presidente Gustavo Petro llegó a la presidencia en Colombia como el primer presidente de izquierda del país en el siglo XXI, lo hizo con una coalición de ministros liberales con experiencia en el sector público y con respetados cargos académicos. Uno de ellos es José Antonio Ocampo, que llegó a ser ministro de Hacienda del gobierno, luego de estar entre la academia y la política toda su vida. 

    Ocampo fue el protagonista de la reforma tributaria del gobierno, que es, hasta ahora, la única reforma ambiciosa del presidente Petro que ha sido aprobada por el Congreso en noviembre de 2022, cuando apenas arrancaba el gobierno. La reforma tributaria tenía el propósito de recaudar alrededor de 5 mil millones de dólares en promedio entre 2023 y 2026, que equivalen al 26 por ciento del presupuesto de inversión del gobierno. 

    Ocampo es hoy profesor de la Universidad de Columbia, donde es el Codirector de la Concentración en Desarrollo Económico y Político en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales. Fue director del Centro de Estudios de Desarrollo Económico (Cede) de la Universidad de Los Andes, una universidad privada en Colombia. En los años noventa empezó a participar en política, primero en 1992, como Ministro de Agricultura del gobierno liberal de César Gaviria. Al llegar el Ernesto Samper a la presidencia en 1994, nombró a Ocampo como director de Planeación Nacional. Dos años después lo designó como Ministro de Hacienda (1996–1997) desde donde estableció—en pleno auge del narcotráfico—controles más firmes para la entrada de capital extranjero al país y la obligación de que este pasara por el Banco de la República.

    Su libro Historia económica de Colombia ha tenido veinte ediciones, y es un referente en los estudios sobre economía colombiana. Más recientemente, para las elecciones presidenciales de 2022, fue coordinador y cabeza programática de la campaña presidencial del candidato de centro, Sergio Fajardo, pero tras su derrota en primera vuelta, el entonces candidato Gustavo Petro lo designó como su futuro Ministro de Hacienda, una decisión que envió una señal de seriedad en materia económica. Sin embargo, el economista y sociólogo sólo duró nueve meses al frente del ministerio. Su salida fue en medio del cambio abrupto en la estrategia de Petro para gobernar, en la que le cerraba la puerta a una coalición que incluía a ministros de otras tendencias políticas, para rodearse de fichas más cercanas a su visión de gobierno.

    La reforma tributaria promovida por Ocampo le puso una carga más grande a los más ricos y a las empresas, sobre todo a las petroleras y mineras, que quedaron pagando el 57 por ciento de los recursos tributarios del país en 2023, pero en un plan de reducción de ese monto a 35 por ciento en 2024, y 20 por ciento en 2025. Esta apuesta de reforma contrasta con la reforma tributaria que se hizo en Colombia, en 2021, en el gobierno de derecha de Iván Duque, que generó un paro nacional que duró casi dos meses en el país, y el cual sirvió de plataforma a la presidencia de Gustavo Petro.  

    El exministro accedió a hablar con Camilo Andrés Garzón y María Camila González  para dar su lectura del crecimiento económico en la región, su paso por el gobierno Petro y las discusiones sobre tributación progresiva en las que está involucrado. 

    Una entrevista con José Antonio Ocampo

    Camilo garzón: Hay una discusión sobre el papel del estado en la reducción de la desigualdad y el crecimiento económico en la región de América Latina. En el caso de Colombia, el presidente Gustavo Petro ha insistido en que es necesaria una mayor intervención estatal para abordar estos retos, precisamente en un momento en el que otros gobiernos en la región, como el de Javier Milei, en Argentina, optan por otro camino. ¿Qué lectura hace usted de esta discusión?

    José Antonio Ocampo: El tema de la reducción de la desigualdad es, sin duda alguna, un tema que implica la intervención del Estado. En los países desarrollados, por ejemplo, los recursos que se giran para la desigualdad se hacen con una mezcla de tributación progresiva y un gasto dedicado a los sectores medios y pobres. 

    Los datos que hay sobre América Latina en esa materia muestran que en la región se hace algo por la vía del gasto, pero bastante menos que en los países desarrollados. Y también muestran que se hace muy poco por la vía de impuestos. Es decir, el sistema tributario no es progresivo. Eso se refleja en la excesiva importancia que, proporcionalmente, tiene en América Latina el IVA (el Impuesto al Valor Agregado, que se fija sobre la compra de bienes o servicios profesionales), el cual es incluso un impuesto regresivo porque los sectores pobres se gastan más parte de su ingreso en consumo, y, por lo tanto, pagan una proporción más alta de ese impuesto. Por otra parte, el impuesto de renta de las personas, que es un impuesto progresivo, no predomina en América Latina.  

    El otro tema es el crecimiento económico y qué lo determina. Ahí la discusión tiene que ver con qué tan efectivas han sido las reformas de aperturas de mercado en generar crecimiento económico. Yo creo que lo que muestra la evidencia de América Latina es que muy poco, incluso que no han tenido un efecto positivo en el crecimiento económico. Me refiero, por ejemplo, a la apertura económica del caso colombiano de las reformas en los años 1990s. 

    En la época de la industrialización latinoamericana, desde 1950 hasta 1980, la economía latinoamericana crecía 5.5 por ciento por año en promedio. Con las reformas de apertura de mercados, contadas desde 1990 hasta el año pasado, la región creció un 2.5 por ciento. De hecho, desde 2014 hasta 2023 el promedio anual de crecimiento apenas estuvo por encima del 0.9 por ciento en la región. 

    Es decir, el efecto sobre el crecimiento realmente no se ha dado. Hay muchas polémicas acerca sobre lo que pasó, pero yo diría que hoy en día, en América Latina como en el resto del mundo, hay una visión de que el Estado también tiene que intervenir en lo que genéricamente se conocen como las políticas industriales; pero que yo prefiero llamar como políticas de desarrollo productivo, porque también pueden ser políticas para el sector primario y el sector de servicios. 

    La experiencia de las últimas décadas deja claro que el estado tiene que intervenir y que tiene que hacerlo con distintos instrumentos, que van desde la Banca de Desarrollo, el fomento a la innovación, y, en algunos casos, la producción o el apoyo a los sectores exportadores. Hoy hay mucha más conciencia de la importancia de estos mecanismos de apoyo del estado y cuando se ve, por ejemplo, el desempeño económico de muchos países de Asia Oriental, es claro que es la región más exitosa del mundo en términos de desarrollo. Ahí no cabe la menor duda de que fue con intervención estatal que se logró esto. Un desempeño semejante al de China, que hoy en día es el principal exportador del mundo. 

    maria camila gonzález: Cuando usted estaba en el Ministerio de Hacienda en el gobierno de Gustavo Petro, usted lideró una plataforma regional de cooperación tributaria, para promover una conversación sobre impuestos más progresivos y para los más ricos. ¿Cómo evalúa que ha avanzado este tema en Colombia y el mundo? 

    JAo: Ahí hay tres niveles. Está el nivel nacional, que fue la reforma tributaria que yo tramité y que fue aprobada en el Congreso de la República en 2022. Esa es una reforma que busca precisamente generar algún efecto progresivo en la estructura tributaria, como, por ejemplo, reducir los beneficios tributarios de las personas de altos ingresos de más de diez millones de pesos mensuales ($2.548 USD). Por otra parte, está el impuesto al patrimonio, que es un impuesto complementario y que grava el valor neto de los activos de los contribuyentes. La reforma también planteó otros efectos, como requerir al sector petrolero y al de carbón, que eran los sectores exportadores más grandes, a pagar más impuestos. De acuerdo con cálculos del Ministerio de Hacienda, el 57 por ciento de los ingresos por la tributaria en 2023 debía venir de los impuestos a las empresas de petróleo y carbón.

    En general, en Colombia, el 25 por ciento del recaudo de impuestos ha dependido de las empresas y el 6 por ciento de las personas naturales. Esto va en contravía de lo que sucede en países más desarrollados, donde el promedio de la OCDE entre personas y empresas es de 24 por ciento versus 9 por ciento.

    Ahora, también están las propuestas del impuesto mundial, que viene desarrollándose en la última década. Ahí están los acuerdos de la OCDE, de 2021, que establecieron lo que llaman el sistema de los dos pilares, y que han suscrito más de 137 países que representan el 90 por ciento del PIB mundial. El más sencillo de entender es el Pilar 2, que propone un impuesto efectivo mínimo global del 15 por ciento a todas las empresas que sirve a los países para proteger sus bases fiscales. El pilar no elimina la competencia fiscal, pero sí establece unas limitaciones acordadas multilateralmente.  

    El otro elemento, el Pilar 1, propone que las grandes multinacionales distribuyan el pago de impuestos que hacen equitativamente entre los países donde operan. La idea de la OCDE es que con el primer Pilar se reasigne derechos de imposición sobre más de $125.000 millones de USD para que vayan a las jurisdicciones cada año y que con el segundo pilar se generen nuevos ingresos tributarios por valor de $150.000 millones de USD al año en todo el mundo. 

    Lo que pasa es que la forma como se reglamentó o como se especificó esa norma solamente es para empresas muy grandes, como 100 empresas del mundo. Por eso mismo, los países en desarrollo ganaron muy poco con esas medidas. Como respuesta, los africanos promovieron un proceso que se encuentra en curso en las Naciones Unidas de generar una Convención de Cooperación Tributaria Internacional, incluso con una agenda un poco más amplia que veremos en qué consiste. Por ejemplo, incluye impuestos a la riqueza y normas que de alguna manera controlen los paraísos fiscales. 

    El nivel intermedio fue la idea mía de crear una instancia de cooperación regional. Esa instancia es una que permitiría más o menos hacer lo mismo que hace esta apuesta internacional, pero en América Latina, para compartir información entre las autoridades tributarias y tener algunas normas similares que le apunten a un recaudo más positivo de la tributación de los países. Aparte de eso está el tema crucial sobre la capacidad de las autoridades tributarias de investigar a contribuyentes sospechos.

    Cg: Si usted defiende la necesidad de avanzar en tener impuestos más progresivos, como los impuestos a la renta, ¿por qué ha sido tan difícil avanzar en este tipo de tributación en América Latina? 

    JAo: El tema del IVA versus impuesto de renta a las personas naturales es el tema más complicado e importante desde el punto de vista de la progresividad de la tributación. El IVA, en general, es un impuesto regresivo, de modo que subir el IVA carga proporcionalmente más a los sectores de medianos y bajos ingresos. En cambio, el impuesto de renta en sí es progresivo, pero en Colombia y otros países de la región hemos tenido problemas en la captura de ese recaudo porque hay muchos problemas de evasión, incluyendo llevar la plata a los paraísos fiscales. 

    Ahora, yo tengo una anotación adicional al tema, y es una variable que es clave también: el mercado de trabajo. Cuando las condiciones laborales mejoran, ya sea en términos de reducción de desempleo, de oportunidades laborales para las mujeres o de reducción de la informalidad laboral, que es muy alta en nuestros países (en Colombia, alrededor del 60 por ciento del empleo es informal), esto tiene un efecto progresivo en la tributación y en la distribución del ingreso. Lo vemos en la historia de América Latina reciente: el periodo de mayor mejora en la distribución del ingreso de casi todos los países, que cobija desde 2002 y 2003 a 2013 y 2014, se corresponde con el periodo de mejor crecimiento económico y el mejor comportamiento de los mercados de trabajo. Es decir, el buen comportamiento del mercado de trabajo es tanto o más importante que el gasto público social para mejorar la distribución de ingresos.

    mcg: Uniendo estos puntos del contexto de la economía en América Latina, ¿cuál es su posición frente a las reformas sociales que se están planteando en Colombia en el gobierno Petro, las cuales proponen unas modificaciones importantes del rol del estado en el sistema de salud, la redistribución de las pensiones y el mercado laboral? 

    JAo: Hay muchas polémicas sobre las reformas que está proponiendo el gobierno Petro. Lo primero que destacaría es que hay unos efectos progresivos indudables en unas más que en otras. Por ejemplo, la reforma pensional tendrá los efectos más progresivos, porque busca atender un problema enorme de cobertura pensional. Hoy, sólo 1 de 4 adultos mayores tiene pensión en Colombia, y la reforma busca garantías para darles un ingreso vitalicio a las personas que no logran pensionarse, lo que ayuda a eliminar la pobreza extrema en los adultos mayores. 

    El saldo progresivo de otras reformas es más discutible. Por ejemplo, el de la reforma a la salud. La reforma propone que el sistema de salud se enfoque en la prevención de enfermedades, que se le dé un papel secundario a las empresas privadas en la administración y el manejo de los recursos de la salud y que el sistema quede, principalmente, en manos del Estado.

    ¿Por qué? Porque en el caso colombiano, los derechos a la salud son iguales para todas las personas, entonces, en principio todos tienen acceso al sistema de salud. Pero el problema, como plantea correctamente el Gobierno Petro, es la atención primaria, que es la atención más inmediata que reciben las personas para tratar afecciones médicas comunes. Esta atención se diferencia mucho según si los sectores que buscan acceder son rurales o vienen de poblaciones alejadas de los centros de salud, y entonces tienen menor acceso a atención primaria. Mejorar eso es un objetivo de la reforma del gobierno, y si lo lograra tendría efectos positivos en materia de reducción de la desigualdad. 

    Otra discusión es si se necesita una reforma que pase en el Congreso para hacer esto. También si es necesario que esa reforma contemple que el Estado se encargue de operar el sistema de salud, y si la operación del Estado va a mejorar la atención primaria, una pregunta que a mí me genera muchas dudas, pues no creo que el gobierno esté en la capacidad de administrar el complejo sistema de salud del país.  

    La reforma laboral es otra que tiene mucha controversia. Algunos elementos de esa reforma también pueden ser progresivos, pues da una mayor protección laboral a ciertos sectores. Pero hay por lo menos dos grandes dudas. La principal es que como se encarece la mano de obra con esa reforma, va en realidad a aumentar la informalidad laboral y, por lo tanto, esto traería un efecto negativo, por lo que sería necesario no encarecer los salarios en el sector formal. 

    Lo otro es que las normas sindicales que ahí se incluyen (que fortalecen a los sindicatos y hacen más difíciles los despidos en las empresas bajo ciertas condiciones) no se consideran necesariamente progresivas porque en Colombia los trabajadores que están sindicalizados no son los sectores más pobres del país, así que la reforma termina sin apuntarle directamente a los más pobres. 

    Cg: A estas reformas con componentes de progresividad y que implicarían cambios ambiciosos les ha costado pasar los debates en el Congreso para su aprobación, en medio de tensiones obvias con actores privados como las empresas prestadoras de salud y los fondos privados de pensiones, entre otros. ¿Vale la pena ese desgaste en el Congreso?

    JAo: Yo logré que se aprobara la reforma tributaria, así que las reformas se pueden pasar si hay interés en negociarlas. Mi diagnóstico es que el gran problema con la reforma de la salud se debe a que no hubo realmente interés en una negociación, y eso fue lo que fracasó. El sistema de EPS (en el que empresas privadas afilian y prestan un plan básico de salud a sus afiliados) en Colombia tenía una aprobación de más del 80 por ciento de la población. Entonces la gente no lo veía como sistema malo en términos de acceso a la salud y, de hecho, en todas las comparaciones que se hacen internacionalmente, Colombia es uno de los pocos países que efectivamente tienen universalidad en el acceso a la salud. 

    Este es un sistema que ya viene desde 1993. En ese entonces, el Gobierno liberal de César Gaviria y su ministro Gabriel Londoño, propuso copiar el sistema chileno de salud, donde es una obligación comprar un seguro de salud, pero el seguro era mejor dependiendo de lo que uno pagara. Así, los sectores de altos ingresos tenían mejor seguro de salud que los sectores de bajos ingresos. Esa pelea la dimos en su momento para que el beneficio, contrario a esta propuesta, fuera igual para todos. Cada cual contribuye proporcionalmente a su ingreso, pero el beneficio es igual para todos. Y, además, para los que no tienen trabajo formal se creó un régimen subsidiado, que también les paga su seguro de salud. 

    Por eso no estoy de acuerdo cuando la exministra de salud de este gobierno, Carolina Corcho, decía que el derecho a la salud no está garantizado: eso es falso. Claro, hay un problema que sí quedó pendiente y es que los sectores más pobres y los sectores rurales no tienen igual acceso a los servicios del sistema de salud, y hay que mejorar esa parte. A mi juicio esa parte se podría lograr incluso sin reforma, con la ley estatutaria de salud del 2015, en donde se reconoce a la salud como un derecho fundamental y se sientan las bases para garantizarlo, incluyendo unas políticas públicas dirigidas a lograr la reducción las desigualdades de los determinantes sociales de la salud. 

    mcg: El presidente Petro también ha hablado más recientemente de reformar la Constitución de 1991 para crear un mandato popular que permita que más personas se pensionen y reducir la desigualdad en el país en general. ¿Qué caminos ve para hacer esos cambios que se necesitan? 

    JAo: Los cambios que quiere hacer el gobierno se pueden hacer con leyes y, además, con gasto público. No es necesario cambiar la Constitución para ello. Por supuesto que existen muchos vacíos y seguimos siendo una sociedad muy desigual, con alta pobreza monetaria y falta de acceso a servicios sociales y públicos de una parte de la población. Pero las leyes y la ampliación del gasto social en el marco de la Constitución han generado avances en muchas dimensiones. Por eso la pobreza multidimensional ha disminuido desde el 60 por ciento de la población en 1997—cuando se midió por primera vez—al 13 por ciento.

    Sólo algunos de los temas sociales que ha propuesto Petro no requieren reforma constitucional. De pronto algunos sí, los temas de descentralización, por ejemplo, sí pueden requerir algunas normas constitucionales, pero incluso la reforma agraria se puede hacer sin una reforma. Yo como ministro de Agricultura fui el que promovió la ley actual de reforma agraria, la ley 160 de 1994, que permite hacer una transformación agraria de gran escala a través del Sistema Nacional de Reforma Agraria y establece un subsidio para la adquisición de tierras. 

    Es un problema de efectividad y de ponerle recursos a la Agencia Nacional de Tierras para que puedan comprar tierras para redistribuir, que es, de hecho, lo que el gobierno Petro pretende ahora. Por ejemplo, el presupuesto que más aumentó en el Gobierno nacional cuando yo era ministro fue precisamente el asignado a la Agencia Nacional de Tierras para comprar tierra para distribuir. 

    Entonces, en algunos casos puede ser necesaria la reforma constitucional, pero en la mayor parte de estos lo que se necesita es una política social eficaz. Estoy de acuerdo con el analista político Rodrigo Uprimny, quien señaló que la propuesta del Presidente es “innecesaria, inoportuna, contradictoria, inviable y por todo eso es riesgosa”. Por eso creo que es necesario cuidar nuestra política monetaria también, que según la Constitución, debe ser coordinada con la política económica general. En aplicación de este principio, la Corte Constitucional ya determinó en una sentencia de 1999 que la política monetaria debe tener en cuenta sus efectos sobre el empleo y la actividad productiva. 

    Cg: Hay otra discusión sobre la transición energética que planteó Petro, que llegó al poder con esa promesa en campaña, pero se ha demorado en permitir la entrada de ciertos proyectos de energía renovables. El gobierno, igualmente, no decide si van a explorar o no nuevos yacimientos de hidrocarburos. Usted varias veces ha dicho que sí toca. 

    JAo: Yo sí creo en la transición energética como un tema mundial por el cambio climático. Sobre eso no tengo la menor duda, estuve diez años en Naciones Unidas y como ministro de Agricultura y en la creación del Ministerio de Medio Ambiente. Cuando yo recibí el Ministerio de Agricultura todavía el medio ambiente dependía del Inderena, que era el instituto adscrito al Ministerio de Agricultura, y con él hicimos la propuesta para crear el Ministerio de Medio Ambiente. Es decir, soy muy sensible a estos temas y creo decididamente en la urgencia de hacer transformaciones descontaminantes en la economía. 

    El problema es quién es el que debe hacerla, qué puede hacer y qué debe hacer Colombia. Esa es la discusión. Colombia produce el 0.6 por ciento del petróleo del mundo. O sea, Colombia deja de producir petróleo y eso lo reemplaza cualquier otro muy rápido, Lo que hagamos en materia de reducción de producción del petróleo, no importa en materia del cambio climático mundial. Además, porque como yo lo decía en los debates dentro del Gobierno, hay tres transiciones: la transición energética, la transición exportadora y la transición fiscal. En todas estas dependemos del petróleo. Entonces si dejamos de exportar petróleo, tenemos que exportar otra cosa, y todavía no tenemos un equivalente igualmente rentable. 

    En materia fiscal, los individuos que venden el petróleo son importantísimos en materia de impuesto de renta, como las utilidades de Ecopetrol, que también son un ingreso del Gobierno. Por ese motivo, el manejo del petróleo debe ser cauteloso para ponerlo en la transición energética. En esa línea, tuvimos una discusión al interior del gobierno de respetar los contratos para hacer exploraciones de hidrocarburos ya firmados, que eran más de 200.  

    En materia de los proyectos de energía limpias, el gran problema ha sido la aprobación de las redes de transmisión, por el tema de la convivencia con las comunidades, y además algunas controversias de las comunidades indígenas de La Guajira. Por las redes de transmisión, muchas empresas que producirían energía solar en La Guajira abandonaron los proyectos que no tenían transmisión garantizada, y así se va ralentizando la entrada de nuevos proyectos de energías renovables.  

    mcg: Usted ha dicho antes que su paso por el Gobierno Petro fueron de los meses más duros de su vida. ¿Qué legado cree usted que pudo dejar en materia económica con su paso por el Ministerio de Hacienda? 

    JAo: El Gobierno de Duque nos dejó desequilibrios económicos monstruosos, un desequilibrio fiscal enorme, incluyendo el del fondo de Estabilización de Combustibles y una deuda pública también enorme. También hay un déficit de la balanza de pagos. En el año 2022, el déficit fue de un poco más del 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Si ustedes miran la historia de Colombia, el único otro año en que había un déficit tan enorme fue en 2015, pero con una diferencia esencial y es que en 2015 los precios del petróleo estaban en el suelo, mientras que en el 2022 están altísimos. 

    Nosotros recibimos eso, junto con otros factores más estructurales, como la inflación derivada de la invasión de Rusia a Ucrania. E incluso en materia fiscal, otro tema que yo mencionaba todo el tiempo en mis presentaciones, es la deuda pública del Gobierno nacional que yo recibí, que era del 60 por ciento del Producto Interno Bruto. Cuando fui ministro en 1996 y 1997 la deuda era del 20 por ciento. 

    Entonces, la deuda fiscal, la inflación y la balanza de pagos eran situaciones complejas. Ahí la tarea que tuvimos fue enfocarnos en reducir desequilibrios económicos. Y debo decir que haber logrado eso, más aprobar la reforma tributaria, son mis dos logros como ministro. Afortunadamente el manejo de estos desequilibrios ha seguido haciéndose después de mi salida.

    Cg: ¿Cuál es su visión general sobre el enfriamiento de la economía en América Latina este año? 

    JAo: En enero publiqué un artículo en el que hago referencia a lo que llamo la segunda década perdida de América Latina, en el que muestro que el promedio de crecimiento anual de la región de 2014 a 2023 estuvo apenas por encima del 0.9 por ciento. Un promedio peor que el 1.3 por ciento de los años 80s, que le ganaron a la región la categoría de “década perdida”. El periodo reciente ha sido un gran fracaso para el crecimiento en América Latina. Es cierto que ese diagnóstico varía entre regiones, y México y Centroamérica tuvieron niveles más altos de crecimiento que el promedio de Suramérica en 2023. 

    A pesar de que la inversión externa directa se ha mantenido robusta, los costos de los préstamos se han incrementado. A esto se añade el contexto global de un bajo crecimiento de los volúmenes del comercio, que se han estancado prácticamente en los últimos dos años, luego de la pandemia. Esto nos lleva a pensar que los líderes de la región deben apostarle a generar más políticas de desarrollo productivo que fomenten sectores dinámicos de la economía. Eso es algo absolutamente esencial, además de evitar crisis económicas continuas, pues uno de los grandes problemas del continente es la frecuencia de crisis macroeconómicas, siendo la más monstruosa en ese sentido la de Argentina.   

  8. Petrobras en transición

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    La campaña de Luiz Inácio Lula da Silva para su tercer mandato como presidente de Brasil ha estado definida por la idea de reconstrucción que le apunta a una recuperación política después del reinado antidemocrático de Jair Bolsonaro, promesas de reindustrialización, y una transición verde para la economía brasileña. El papel de Petrobras —la gigante estatal petrolera— es clave para tales esfuerzos y ha sido objeto de debate en la historia del desarrollo brasileño.

    Petrobras fue creada en 1953 como parte de uno de los proyectos desarrollistas populares del expresidente Getúlio Vargas, conocido como la Política Nacional del Petróleo, que aseguró un monopolio estatal sobre la perforación, refinación y transporte del petróleo. El monopolio nacional duró hasta 1997, cuando fue derribado por la administración de Fernando Henrique Cardoso, cuyo Plan Nacional de Privatización también promovió la masiva oferta pública inicial de Petrobras y permitió que la empresa cotizara en el mercado internacional. Actualmente, el Estado brasileño es el principal propietario de Petrobras, con el 50.3% de las acciones con derecho a voto.

    A lo largo de sus setenta años de historia, Petrobras nunca ha perdido su centralidad en el proyecto de desarrollo de Brasil. Desde la naturaleza desarrollista-nacional de su fundación, pasando por su entrada en el mercado global, hasta el debate contemporáneo sobre su papel en el tercer mandato de Lula, la empresa refleja la evolución de los debates sobre los caminos hacia el desarrollo en Brasil.

    Cibele Vieira es la gerente general del Sindicato de Trabajadores del Petróleo de São Paulo —Sindipetro Unificado— y directora de la Federación Única de Trabajadores del Petróleo — Federação Única dos Petroleiros (FUP) en portugués—, donde representa a los trabajadores de Petrobras a nivel nacional. Hablamos con Vieira sobre el papel de Petrobras en la administración de Lula, la historia de Petrobras en el contexto del desarrollo brasileño y la reciente entrada del país en la OPEP+. 1

    Una entrevista con Cibele Vieira

    hugo fanton: Los debates sobre la exploración de petróleo han sido prominentes desde que Lula asumió el cargo el año pasado. Se han enfocado en su relación con el objetivo de desarrollo inclusivo, la nueva política industrial y la agenda ambiental del gobierno. ¿Cuál ha sido la relación histórica entre el desarrollo nacional y la gestión de Petrobras?

    cibele vieira: La discusión sobre la exploración de petróleo en Brasil surgió en el contexto de la posguerra. En ese marco, el petróleo se entendió como un activo estratégico de fundamental importancia para asegurar la soberanía nacional, para las industrias militar y automotriz, y para la producción de bienes de consumo. Petrobras fue fundada en 1953, siete años después de que los desarrollistas iniciaran la campaña O petróleo é nosso (“el petróleo es nuestro”); su inauguración como empresa estatal con un monopolio en la exploración de petróleo en Brasil fue una victoria para este movimiento y para su lema.

    Ha habido disputas desde entonces. Desde el principio, invertimos en perforación y refinación, por lo que Petrobras se destacó internacionalmente en la perforación en alta mar; y desde 2006, con el descubrimiento de la reserva petrolera de presal, Brasil se convirtió en uno de los mayores poseedores de reservas de petróleo del mundo. Entendemos que este fue un tema importante en relación con las disputas que llevaron al golpe de estado de la presidenta Dilma Roussef en 2016 y al arresto de Lula en 2018. Hay una estrecha conexión entre la profunda crisis política interna de Brasil y su lugar como uno de los mayores productores de petróleo del mundo.

    Históricamente, los movimientos sociales y los partidos de izquierda del país han entendido que, para apoyar el desarrollo nacional de Brasil, los recursos naturales deben ser explotados de manera sostenible y de acuerdo con las necesidades de la población. En el caso del petróleo, esto significa que una exploración no tiene sentido si no es con una inversión concomitante en desarrollo industrial, nuevos empleos y crecimiento económico. Esta perspectiva, no obstante, chocó con otras aproximaciones, como las de las administraciones liberales de Fernando Collor de Mello (1990-92) y Fernando Henrique Cardoso (FHC) (1995-2002), por ejemplo, que tenían planes de privatización para Petrobras. En 1995, estalló una huelga masiva de trabajadores del petróleo que duró un mes, deteniendo la venta mientras otras industrias clave eran privatizadas. Cuando Lula llegó al poder en 2003, fue con una visión completamente diferente sobre el papel que el estado y la empresa deberían tener en la economía del país.

    Las administraciones de Lula (2003-2011) y Dilma (2011-2016) cambiaron la estructura y la misión de Petrobras; esta pasó de ser una empresa de exploración de combustibles fósiles a una empresa de gestión energética, enfocada también en la transición energética. Después del golpe contra Dilma, Petrobras volvió a centrarse únicamente en los combustibles fósiles durante las administraciones de Michel Temer (2016-2018) y Jair Bolsonaro (2019-2022), y el papel de la empresa como promotora del desarrollo nacional fue abandonado.

    Temer y Bolsonaro fueron mucho más exitosos que FHC en desmantelar Petrobras. En los últimos años, la propia distribuidora de petróleo de Petrobras, BR Distribuidora, fue privatizada junto con muchas refinerías y filiales. La estrategia de la empresa fue transformada: si antes estaba orientada hacia el suministro de productos derivados del petróleo para el mercado interno, ahora estaba enfocada en los mercados financieros, los cuales aumentaron los márgenes de ganancia y los pagos de dividendos. La transición energética, incompatible con el nuevo plan de rentabilidad a corto plazo, fue eliminada de la agenda, pues es imposible que una filial de biocombustibles iguale la rentabilidad de la perforación en la capa de petróleo presal. Finalmente, el centro de investigación de la empresa fue completamente desmantelado.

    En ese sentido, el debate que hoy tenemos con los trabajadores petroleros ahora tiene que ver con algunos paralelos entre la asunción de Lula al cargo en 2003 y en 2023. La nueva administración quiere reanudar su proyecto y misión anteriores, pero hay obstáculos dejados por las administraciones anteriores.

    hF: ¿Cuál es la evaluación del movimiento laboral sobre la gestión de Petrobras y la nueva administración de Lula, a poco más de un año después de su inauguración?

    cV: La FUP formó parte de los grupos de trabajo del equipo de transición del gobierno y contribuyó considerablemente a las propuestas para la industria petrolera. Sin embargo, dada la estrecha victoria, el gobierno debe hacer concesiones para mantener su coalición.

    Además de estas disputas en la escena política nacional en general, el movimiento sindical también está enfrentando algunos desafíos adicionales. Este año, como parte de la campaña salarial de los trabajadores petroleros, estamos discutiendo cuestiones de gobernanza interna. A pesar de los cambios en la presidencia y en la junta interna, hay perspectivas divergentes enfrentándose dentro de Petrobras: algunos partidarios de Bolsonaro todavía están allí, junto con los pro-desarrollistas que desaprueban el movimiento sindical porque creen que los trabajadores deben conformarse y seguir las reglas; y por otro lado, estamos algunos de nosotros, que hacemos parte del movimiento sindical. En ese sentido, hay disputas políticas sobre el papel de la empresa en el ámbito nacional, pero también hay discusiones sobre las relaciones de poder internas dentro de Petrobras como tal.

    Los conflictos internos en el Consejo Administrativo de Petrobras —Conselho de Administração (CA) en portugués— reflejan las disputas de alianzas en el Congreso Nacional. Esto significa que hay divergencias incluso entre los asesores designados por el propio gobierno; en efecto, dado que las nominaciones reflejan las alianzas del gobierno en el Congreso, el presidente de Petrobras no tiene la mayoría de los escaños en el CA.

    Tanto el presidente Lula como el presidente de Petrobras, Jean Paul Prates, han estado enfatizando el papel de la empresa en la transición energética, asegurando precios accesibles de combustible para la población, recuperando el crecimiento económico, construyendo flotas navales, etc. Sin embargo, el número de plazas que se han anunciado para el nuevo concurso público no es suficiente; ni siquiera cubre la reducción de la fuerza laboral que habrá este año por jubilaciones. Petrobras solía ser una empresa de 86,000 trabajadores, y ahora tenemos solamente 40,000. El plan de negocios que se publicó prevé una cantidad muy pequeña de inversiones; no está ni remotamente cerca de lo que realmente se necesita.

    hF: ¿Prevalece todavía hoy la visión de Petrobras como exploradora de combustibles fósiles frente a la idea de una empresa de gestión energética?

    cV: Esto es todavía un tema en discusión. Hoy Petrobras puede aprobar inversiones en energías renovables, pero no en la escala que se necesita. Está claro que ha habido un cambio en la visión respecto al papel de la empresa: Petrobras vuelve a posicionarse como impulsor del desarrollo nacional y ha adoptado un plan para operar en la refinería en todos los estados brasileños, no solo en Río de Janeiro y São Paulo. No obstante, y a pesar de la voluntad política, las cifras están todavía muy lejos de alcanzar las intenciones publicitadas.

    hF: ¿Qué perspectiva tiene la FUP respecto al papel de Petrobras en la transición energética?

    cV: En la FUP entendemos que hay una necesidad vital de superar la dependencia de los recursos de combustibles fósiles; este es un proceso en curso. Al mismo tiempo, el petróleo no desaparecerá mañana; incluso mientras aumenta la producción renovable, la exploración petrolera aún está en el horizonte.

    Esto significa que algunas políticas deben ir de la mano: la riqueza generada por la exploración petrolera debe invertirse en investigación y en el desarrollo de nuevas fuentes de energía. Tenemos centrales eléctricas de biomasa y biocombustible en Minas Gerais y Bahía. También está pendiente la discusión sobre el sistema de producción, incluida la división entre grandes y pequeños productores, así como nuestra relación con el desarrollo regional.

    Es inaceptable tener grandes centrales eléctricas rodeadas de pobreza. En la producción de biomasa, los recursos deben provenir de pequeños agricultores y no de agronegocios; esa política existía antes, pero fue interrumpida por la administración de Temer. Recuperarla sería un ejemplo concreto del tipo de iniciativas que defendemos hacia una transición energética justa.

    Además de invertir en nuevas fuentes de energía, también es necesario reducir el impacto de las emisiones de los combustibles fósiles mediante la reducción del azufre en la gasolina y el diésel, por ejemplo. Las inversiones de Petrobras en refinerías ya contemplan planes para hacer que los combustibles fósiles sean menos contaminantes.

    Deberíamos continuar con la exploración petrolera. Petrobras debe explorar nuevas fronteras. En ese sentido, estamos a favor de explorar la región del Margen Ecuatorial, a la cual no se debería referir como “desembocadura del río Amazonas”, pues de hecho se encuentra a más de 150 kms de la desembocadura. Dado que Petrobras tiene una larga tradición garantizando la seguridad industrial en la exploración de petróleo, expandir esta tradición nos permitiría invertir en nuevas fuentes de energía: esta es nuestra idea de una transición energética justa y popular.

    hF: Las propuestas para nuevas exploraciones petroleras han causado controversia; la del Margen Ecuatorial ha sido particularmente criticada por Marina Silva, la propia ministra de Medio Ambiente de Lula. ¿Por qué está la FUP a favor de explorar allí?

    cV: Petrobras ha estado explorando petróleo en la Amazonía durante mucho tiempo. Hay una refinería en Manaos. Durante años hemos estado operando en la selva. Otros países de la región amazónica también exploran petróleo y tienen un historial de vertido de desechos en las selvas, lo que no es nuestro caso.

    Esta es la diferencia que surge de ser Petrobras una empresa estatal; es una empresa más responsable en cuanto al proceso de producción. La nueva frontera de exploración es el Margen Ecuatorial, que no se encuentra en el campo de presal, sino que es un yacimiento petrolífero marítimo muy grande. Esto significa que no se trata de exploración terrestre o exploración cerca de la costa, como algunos han estado diciendo. Además, Petrobras es la organización con la tecnología más adecuada para este tipo de perforación. Las reservas de petróleo no se ajustan a nuestras fronteras geográficas. La reciente disputa entre Guyana y Venezuela está relacionada con la exploración en la región que abarca el Margen Ecuatorial. En el mundo de hoy, detener el uso de los combustibles fósiles no es una opción factible. El Margen Ecuatorial será explorado, eso es seguro, ya sea por Brasil o por otros países.

    Nuestra comprensión es que las nuevas fronteras deben explorarse, pero siempre garantizando que los ingresos se inviertan en la transición energética.

    Si observamos el mapa petrolero mundial, la mayoría de los yacimientos son antiguos y están experimentando un declive en la producción. Sin embargo, Brasil está descubriendo nuevos campos con enormes reservas, lo que le permitiría aumentar la producción. Aún mientras la capacidad de producción de fuentes de energía alternativas sigue creciendo, tenemos un papel cada vez más importante en la producción de petróleo. Desde un punto de vista muy pragmático: si no exploramos, no tendremos alternativas energéticas capaces de satisfacer la demanda y tendremos que pagar un precio más alto por consumir petróleo a nivel nacional.

    hF: ¿Cuál es el papel de Petrobras en la nueva política industrial de Brasil con respecto a la competencia extranjera?

    cV: Cuando hablamos de competencia a nivel global, no vale la pena lidiar en sectores donde China tiene una escala productiva mucho más grande, pues es imposible competir con los precios que ésta alcanza. No obstante, esto no significa que no podamos tener industrias más complejas, ni que debamos limitarnos a proporcionar materias primas; hay espacio suficiente para diversificar nuestro mercado y para superar la dependencia económica. En comparación con otros países, Brasil no está en una mala situación económica; tenemos buena agricultura, servicios e industria. Continuar invirtiendo en la expansión industrial permite la generación de empleos de calidad; proporciona a los trabajadores un salario decente; y produce efectos positivos en toda la cadena de servicios.

    Petrobras tiene un papel estratégico en esto. Los precios de la energía y el transporte son cuestiones fundamentales para la industria. La construcción de nuevos gasoductos es una de las principales preocupaciones tanto en el plan de negocios de Petrobras como en los proyectos de infraestructura del nuevo Programa de Aceleración del Crecimiento —Programa de Aceleração do Crescimento en portugués—. Asistí a algunas de las reuniones que la industria química tuvo con el vicepresidente Alckmin, y la principal preocupación era el suministro de gas; y puesto que Petrobras proporciona recursos para la industria nacional, el asunto del suministro del gas es crucial para asegurar buenos precios y estabilidad. También está Petrobras Diesel, que suministra combustible para un país que depende en gran medida del transporte por carretera. Además de la cadena de producción de petróleo, Petrobras también juega un papel importante en el agronegocio al proporcionar fertilizantes. 

    El debate en torno a los insumos locales para la producción brasileña se deriva de esto. Cuando se construye una plataforma petrolífera, ¿es más estratégico utilizar proyectos, tecnologías y componentes importados, o invertir en recursos locales?

    hF: Finalmente, ¿cuál fue la reacción general en el movimiento sindical de los trabajadores petroleros después de que Brasil fuera invitado a unirse a la OPEP+?

    cV: La FUP no tiene una postura oficial, así que compartiré mi punto de vista personal sobre este tema. Cabe aclarar que la OPEP+ y la OPEP son organizaciones distintas: ser miembro de la primera no implica necesariamente cumplir con las disposiciones de la segunda. En ese sentido, si observamos nuestra capacidad productiva y pensamos en los yacimientos petrolíferos que tenemos y cuánto petróleo producimos, tiene sentido unirse a la OPEP+. Esta organización influye directamente en el precio internacional del petróleo, y seguir dichos procesos de toma de decisiones siempre es positivo.

    Los costos de producción del presal brasileño son más altos que los de Arabia Saudita y los de muchos miembros de la OPEP, pero aún son más bajos que los de otros. Dado que muchos países tienen costos de producción superiores a los nuestros, el precio determinado por la OPEP no obstaculizará nuestra producción. Desde mi punto de vista, participar en las discusiones sobre la formación de precios del petróleo no implica ningún riesgo ni nos obliga a asumir una tasa de producción más baja de la que es viable para Brasil.

    Mantener esta discusión hace que Brasil sea más seguro. A diferencia de la mayoría de los grandes países productores de petróleo, no dependemos únicamente del petróleo como fuente de energía. Esto nos da una posición más cómoda para discutir precios.

    Además de eso, como el propio Lula señaló, está el problema de la transición energética. Nuestro presidente fue fuertemente cuestionado sobre la aparente contradicción de posicionar a Brasil como líder ambiental mientras se unía a la OPEP+. La pregunta más relevante en el debate es si es mejor dejar estas decisiones en manos de otros países o participar activamente.

    Las empresas petroleras son actores centrales en la transición energética; representan empresas que ya producen energía y que están expandiendo sus actividades a otras fuentes. Es imposible crear un plan de transición energética responsable sin involucrar a los productores; por lo tanto, la transición energética también depende de las discusiones llevadas a cabo por la OPEP. Si las empresas petroleras quieren socavar cualquier iniciativa de transición energética, perjudicando económicamente las fuentes de energía alternativas, todo lo que tienen que hacer es bajar los precios del petróleo.

    Dado que Brasil es un gran productor cuya matriz energética no depende completamente del petróleo, estamos en una posición aún más cómoda para promover el debate sobre la transición energética dentro de la organización.

    Esta entrevista fue traducida del inglés al español por Eduardo F. Gutiérrez González para Phenomenal World.

  9. Milei y el mundo

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    Al nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, no le llevó mucho tiempo ponerse los guantes en la arena internacional para mostrar cómo es la política exterior de un libertario. Con Brasil y China, que son los dos socios comerciales más importantes del país, ya ha creado conflictos, como la presencia del expresidente brasilero, Jair Bolsonaro, en su posesión presidencial. O las relaciones que ha empezado a tener con Taiwán, como la reunión con representantes de la oficina comercial de Taiwán o el encuentro de la ministra argentina de asuntos exteriores, Diana Mondino, con la representante de Taiwán en Buenos Aires.

    Milei se considera un “anarcocapitalista” y buscará estrechar lazos con lo que llama “mundo libre”, pero esa carga ideológica sobre la política exterior argentina se choca con unas relaciones de dependencia concretas con el Fondo Monetario Internacional alrededor de la deuda que tiene contraída con ese organismo, y también de la creciente importancia de China en la economía Argentina. Las primeras confrontaciones que ha elegido con otros líderes en el continente, y el distanciamiento de foros como los BRICS y Mercosur muestran que Milei quiere rápidamente elegir sus enemigos, pero estas peleas le podrían salir costosas. 

    Para discutir sobre las primeras puntadas de la política exterior del gobierno de Javier Milei hablamos con Maia Colodenco, quien fue Jefa de la Unidad de Asuntos Internacionales del Ministerio de Economía de Argentina, en el gobierno de Alberto Fernández. Representó a la República Argentina en el G20 y se desempeñó como consultora del Banco Interamericano y como Asesora Principal del Director Ejecutivo por Argentina del Banco Mundial, con sede en Washington. En 2019 fue nombrada jefa de la Unidad de Asuntos Internacionales del Ministerio de Economía. 

    Una entrevista con Maia Colodenco

    CAMILO GARZóN: Algunos miembros del equipo económico de Milei que ya fueron anunciados son también perfiles de asesores económicos que venían de trabajar con Macri, como Luis Caputo, el ministro de Economía, o Santiago Bausili, del Banco Central. ¿Qué lectura hace de ese primer círculo de asesores económicos de Milei y cómo cree que influyen en su política económica? 

    Maia colodenco: Obviamente Milei llegó al gobierno ganando el balotaje, pero necesitó de fuerzas de coalición que lo ayudaron a acceder al triunfo. Ahí se ve cierta negociación de continuidad con esas fuerzas que lo ayudaron a llegar al poder, pero creo que también Milei ve, comparado con sus nichos de campaña y viendo cómo está el país en términos económicos, que es necesario cierto pragmatismo en términos macroeconómicos. Es la “moraleja” que queda de cuando Macri entró al gobierno, al haber introducido políticas de shock que no salieron bien.  

    Había ciertos desequilibrios macroeconómicos al finalizar la gestión de Alberto Fernández que había que resolver, que todavía existen y no han sido abordados. El análisis, por ejemplo, de las cuestiones cambiarias, el cepo cambiario (ese conjunto de restricciones al acceso de divisas extranjeras en Argentina, y que se aplica desde 2011) sigue estando vigente. Todavía no hay una política clara de cómo van a unificar las monedas comparativamente con el dólar. Frente a estos desafíos, en lugar de cancelar el Banco Central, pusieron a cargo una personalidad que es muy conocida en el sector de los mercados, como es Santiago Bausili, que hoy es presidente del Banco Central. Ahí se ve cierto pragmatismo y también se ve, de alguna manera, una tendencia o un foco hacia la dolarización, como tratar de dolarizar los pasivos del Banco Central, lo cual puede ser un camino hacia una posible dolarización de la economía. 

    Así que puedo ver algunas políticas más de shock en otros sectores del campo político, pero en lo económico esa continuidad de algunas figuras dentro del sector quizá marque un cierto pragmatismo. La negociación de la deuda externa con el Fondo Económico Internacional (FMI) seguramente tiene algún rol en esta decisión macroeconómica que va en la línea de medidas de continuidad.

    CG: ¿Cómo cree que se va a desarrollar el tema de la renegociación de la deuda externa y la relación del país con el Fondo Monetario Internacional en este gobierno? 

    MC: Siempre las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional son complicadas. El antecedente es que, en 2018, el gobierno de Macri tomó la deuda más grande del FMI en su historia. Es también el crédito más importante asumido por el gobierno en toda la historia argentina. Es una deuda que alcanza los 45 mil millones de dólares. Yo creo que hasta para el Fondo es un tema a resolver y quedar en buenos términos con Argentina. 

    En el gobierno de Alberto Fernández, donde trabajé, Martín Guzmán, su primer ministro de Economía renegoció la deuda con el Fondo de una forma en la que creo que le servía a la Argentina.1 Esto porque no implicaba políticas de ajuste, y permitía refinanciar la deuda sin ninguna reforma laboral o sin privatización de empresas públicas. Paraba el gasto, pero no era regresivo. Guzmán empezó la negociación, a diferencia de otros casos en el mundo, primero con los acreedores privados de acuerdo a los vencimientos, con un análisis de restauración y de  sostenibilidad, y luego negoció con el FMI. Eso es algo que de esta manera no se había hecho nunca y se logró cambiar. En comparación con algunas de las políticas actuales que se están promoviendo, creemos que el programa que en su momento había negociado Martín Guzmán tenía la intención de que el acuerdo fuera un ajuste paulatino, de acuerdo a cómo iban evolucionando los factores en Argentina y poniendo en la agenda el tema de la reducción de los sobrecargos del FMI. 

    Obviamente el FMI quiere que los números cierren y no le importa lo que pase con la gente en el país. Por su parte, en el arranque de este gobierno, el objetivo más reciente de la misión del gobierno de Milei, que encabeza Luis Caputo y el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, es renegociar los primeros vencimientos de la deuda que Argentina mantiene con el Fondo. Estos ascienden, en total, a 1.950 millones de dólares. Pero hay que ver cómo continúan las nuevas medidas internas en el país que Javier Milei está proponiendo y que se están discutiendo en el Congreso, pues estas podrían impactar también la negociación con el FMI.

    Entre estás están las reformas de las jubilaciones de la gente, la reducción de los planes sociales, que ocupan gran parte del gasto público. La reforma de los sistemas de salud, así como todo lo que tiene que ver con la reducción a los subsidios eléctricos y del transporte. Estas reformas, indirectamente, impactan la relación con el FMI en tanto que lo que buscan es reducir el gasto público con esos ajustes, y así pretenden lograr unos objetivos de reducción de déficit fiscal. Depende de qué variables toquen, si recargan el logro de estos objetivos vía cantidad de empleo o vía menos consumo y menos estímulos a la economía. Pero el FMI claramente va a felicitar a Milei si se logra reducir el déficit fiscal. No creo que le importe cómo se haga mientras se haga y se vea el numerito creciendo.

    CG: Por otro lado está la presencia de Argentina en ciertos foros económicos globales, pues justo el país viene de participar del Foro de Davos. ¿Qué lectura hace de la intervención de Milei en su discurso y cómo siente que fue interpretado por otros jefes de Estado, pero también por otros personajes como Elon Musk, que alabó su intervención?

    MC: Sí, claramente puedo decir que fue muy elocuente, eso, sin duda. Pero creo que parte de un diagnóstico de la realidad actual equivocado y desactualizado, como de otra época del mundo. Por ejemplo, hay categorías de su discurso que yo entiendo que no funcionan más. Dice que ha fracasado el occidente en lo económico, pero entonces, ¿cuál es la región que no lo ha hecho? Si se está refiriendo al modelo económico del sudeste asiático, ese no es un modelo que a él le guste seguir. Entonces, vemos un poco de contradicción y también un mundo de categorías que viene más de la Guerra Fría, como si hubiera una división tajante entre oriente y occidente, pero actualmente el mundo está multipolarizado. Los actores están mucho más atomizados, hay mucho más conflicto en el mundo, pero este no pasa por una cruzada contra el socialismo, como él lo presenta. 

    También me parece que el diagnóstico es equivocado en el sentido del autoreconocimiento del rol que cumple Argentina a nivel nacional e internacional. Un país como Argentina, latinoamericano, grande, no es un país insignificante, pero tampoco es un país de carácter sistémico en la economía internacional. La verdad es que estamos en un montón de foros internacionales y podemos hacernos escuchar la voz siempre, pero me parece que el diagnóstico del rol de Argentina también está fuera de contexto. Para varios líderes habrá parecido pintoresco, a otros los habrá desencajado su forma de hablar y sus comentarios fuera de protocolo. 

    Una de las tendencias que se ven en el escenario internacional es que hoy en día el sector privado tiene un peso notorio, y por eso un foro como el de Davos es importante. Vimos antes su poder en las discusiones sobre la reestructuración de la deuda. El país tiene que entender que no solo se mueve en relaciones con actores estatales, sino que hay un sector privado en distintas áreas que tiene tanto peso e iniciativa como ciertos países, pero eso no hace que Milei deba solamente enfocarse en los privados como unidades independientes y autosuficientes. Muchos de los desarrollos, como en el sector de los autos eléctricos, fueron impulsados por grandes agendas de desarrollo e inversiones estatales amplias. Un tipo como Elon Musk puede celebrar todo lo que quiera la libre iniciativa de las empresas, pero su crecimiento en distintos sectores ha sido facilitado por el Estado, así que veo también en esa celebración unilateral de los emprendedores contra el Estado contradicciones en su discurso. Yo creo que a Milei le faltó entender un poco a la audiencia de Davos, que está compuesta de ambos actores, de empresarios y representantes de los Estados. 

    CG: Conectando con esos otros foros, me parece interesante la relación que ya va esbozando Milei de un alineamiento con Estados Unidos e Israel, y en cambio un distanciamiento con Brasil y con China. ¿Cómo cree que esos cambios de prioridades impactan su presencia en un foro como el de los BRICS?

    El gobierno argentino ya anunció que ha rechazado la invitación a sumarse a los BRICS en una carta formal a los mandatarios de esos países, con lo cual en esta ocasión ya no hará parte de ese grupo clave de diplomacia paralela a las instituciones del norte global. Claramente, como dije antes, a un país como Argentina le sumaría estar en más foros de debate internacional, sobre todo los económicos. La participación en esos foros implica una gimnasia diplomática y de poder que es muy útil, pues puede incluso después repercutir en apoyos en distintos tipos de acuerdos logrados en cada foro.  

    En el gobierno de Alberto Fernández trabajamos mucho, por ejemplo en el G20. Muchos acuerdos que lográbamos tener en el G20 pedíamos trasladarlo al FMI o a Naciones Unidas. Todo ese trabajo personalizado en cada foro ayuda y va construyendo una relación con otros Estados, por lo que creo que es un error no sumarse, y también en ese distanciamiento creo que Milei parte de un diagnóstico equivocado, llevándole a sobrerreaccionar diplomáticamente. Incluso el Departamento de Estado de Estados Unidos ha dicho que no le pediría a los países que no se sumen a los BRICS

    La reciente incorporación de Irán en el foro de los BRICS es lo que desató más claramente la oposición de Milei, y motivó su salida de la eventual incorporación más que un distanciamiento formal con China. Pero es un error, en todo caso, porque la Argentina tiene que mejorar las relaciones comerciales con los que son sus principales principales socios, Brasil y China.

    En el Mercosur hay que ver que pasa, porque aún no se han dado reuniones tan formales. Entiendo que la canciller, Diana Mondino, estuvo recientemente reunida con miembros de ese foro en el marco de las negociaciones alrededor de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Esto a pesar de que Milei había hablado el año pasado que al Mercosur había que eliminarlo porque era una unión aduanera defectuosa. Mondino ha matizado esas declaraciones y habla de “modernizar” Mercosur, y dice que la relación de los cuatro países miembros debe cambiar para reducir la cantidad de barreras aduaneras que hay entre los países. En otro frente, que es el de la OCDE, Argentina sí va a insistir en unirse a este organismo. La cuestión es si la OCDE va a aceptar su ingreso.

    Yo creo que Argentina no tendría que elegir su presencia en uno u otro foro, y podría estar en ambos. Pero ha sido una decisión política de Milei elegir entre los dos, en mi caso, pienso que obedeciendo a una sobrerreacción y a un lineamiento que no ha sido solicitado de manera tácita. Argentina no ha tenido que elegir antes entre China y Estados Unidos. 

    Tenemos de hecho muy buena relación con China históricamente a través del swap, que es el acuerdo de intercambio financiero que el gobierno chino tiene con el Banco Central, y que ha sido fundamental para las relaciones económicas del país. A su vez, el acuerdo con el Fondo Monetario también ha sido muy importante, de modo que eso muestra que podemos tener muy buenos acuerdos con Estados Unidos a la vez que no son incompatibles con las relaciones con China. 

    CG: ¿Puede elaborar un poco más sobre la relación de Argentina con China? ¿Cómo se han visto afectadas estas relaciones por las señales del gobierno de Milei de tener nuevos acercamientos a Taiwán? 

    mc: Argentina siempre se ha adherido al principio de una sola China. De la región, solamente Paraguay ha manifestado su reconocimiento a Taiwán como Estado independiente. Desde el 2012 han cambiado las relaciones entre Argentina y China, pues se han dado más inversiones en infraestructura. Sólo entre 2007 y 2020 Argentina ha recibido $10 mil millones en inversiones de compañías chinas, concentradas en energía, minería y el sector financiero. 

    Argentina históricamente ha tenido un muy buen vínculo con China. El stock comercial entre ambos países ha sido un elemento central, porque al ser nuestro segundo socio comercial, la posibilidad de tener una línea de crédito para los intercambios comerciales ha sido clave, pues ha permitido dejar de pasar por el dólar directamente en los intercambios de moneda, y por eso ese intercambio de stock creciente. Pero también China ha sido importante para suplementar nuestras reservas internacionales a través de la figura del swap. Además tenemos importantes obras de infraestructura hechas con China: los ferrocarriles, represas en Santa Cruz. Muchas de estas inversiones tienen que ver con la logística de las exportaciones, pero en general se dedican a temas de infraestructura. 

    Ya, de hecho, si uno ve donde está poniendo los principales intereses de China a lo largo del tiempo, vemos que ha reducido un poco el papel de Argentina en sus inversiones, aunque seguimos estando entre los tres principales recipientes de inversión extranjera directa en Latinoamérica. Entonces creo que este pivoteo de opinión respecto a China no ha funcionado bien, y claramente a Argentina no le resulta beneficioso perder ese mercado o al menos la amenaza de perder el mercado de China.

    CG: Sobre el caso de Brasil, el principal socio comercial, ¿cómo ve que se desarrollará esta relación estando los dos gobiernos tan enfrentados en sus posiciones políticas?

    mc: Brasil, como decía, es nuestro principal socio comercial. En el gobierno de Alberto Fernández, Argentina venía realizando mucho trabajo para sostener el Mercosur con el gobierno nacional, porque creíamos que era una instancia que había que modernizar y hacerla más eficiente, pero igual era clave resguardar esta alianza entre los países vecinos. Yo creo que ahora Lula va a ser el guardián de esa relación y el encargado de preservar la instancia del Mercosur, pues no creo que Lula quiera apostarle a crear otras instancias de institucionalidad regional. 

    Directamente con Brasil está obviamente el caso inverso cuando estuvo Bolsonaro en el poder.  En ese entonces no había una amistad, pero sí se mantuvieron muchas relaciones, y creo que dado que Brasil es un socio estratégico e histórico no podemos perder ese conocimiento de identidad mutua, de respeto y apoyo. Con otros países vecinos Milei ya ha mostrado que puede tener una actitud más confrontativa cuando están en posiciones políticas distintas. Por ejemplo, ya retiró los embajadores argentinos en Nicaragua, Cuba y Venezuela, y está peleando con Petro, por ahora en redes sociales.

    CG: Milei llegó en un momento internacional en el que sus homólogos ideológicos, como Donald Trump o Jair Bolsonaro ya no están en el poder. Cuando en América Latina hubo un bloque en el que convergían políticas de izquierda entre gobiernos como los de Venezuela, Argentina y Brasil, eso eventualmente devino en una institucionalidad regional, como Unasur, el Banco del Sur, etc. ¿Piensa que podría suceder algo semejante si Milei encuentra pares regionales que sean coherentes con sus políticas libertarias?

    mc: Yo no he visto trazos de que quiera realizar algo semejante a lo que existió en la llamada ola rosa. No quiere decir que no pueda existir eventualmente, pero yo lo que veo en el caso de una persona como Milei es un carácter anti-institucionalista, por lo que le quedará más difícil desarrollar una institucionalidad regional similar. Es más descreyente de todos estos ambientes multilaterales, como también era Trump y Bolsonaro, y por eso, lo que comparten es esa tendencia en diplomacia a salirse de distintos foros multilaterales. 

    A Milei le falta pragmatismo en sus relaciones bilaterales, aunque ha mostrado algo de realismo en algunos temas macroeconómicos. Veremos cómo se reacomodan algunos aspectos de la política internacional, pero veo que Argentina no tiene ni que quedarse en conflictos internacionales, ni sobre reaccionar ante estos. 

  10. Petro en la COP28

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    El presidente de Colombia, Gustavo Petro, llegó a la presidencia en julio de 2022 con un discurso ambientalista fuerte en contra de los hidrocarburos, el cual contrasta con la posición ambiental de otros líderes de izquierda de América Latina que llegaron al poder de la mano de los recursos de la economía extractiva. Ese acento crítico se vió en su participación en la Cumbre del Clima (COP28), que se celebra este año en Dubai, Emiratos Árabes Unidos.

    En esta Cumbre del Clima, que se realiza en el sexto país exportador de petróleo mas grande en el mundo, Colombia anunció que se adherirá al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, un mecanismo que existe desde 2019 y que, por ahora, es el primer país continental en vincularse a él, más allá de las islas del archipiélago del pacífico, que son las más vulnerables a los efectos del cambio climático. En su discurso ante los otros mandatarios de la Cumbre, Petro entrelazó las desigualdades del cambio climático y la guerra en Gaza. 

    La retórica de Petro en la COP28 ha indicado una agenda climática transformadora, pero ¿cómo se ha traducido esta retórica en las políticas ambientales y energéticas internas de Colombia? ¿Cuál es el papel del gobierno colombiano para influir en la política climática regional en América Latina?

    Manuel Rodríguez Becerra fue el primer ministro de Medio Ambiente de Colombia desde 1993 hasta 1996 bajo el presidente César Gaviria. Hizo parte de la Comisión Mundial de Bosques y fue cofundador del Foro Nacional Ambiental (1998), una alianza de organizaciones no gubernamentales interesada en promover debates y reflexiones alrededor de la protección del medioambiente y el desarrollo sostenible. Publicó recientemente el libro Presente y futuro del medio ambiente en Colombia (2023)Para esta entrevista hizo un análisis sobre el discurso de Petro en la COP28, y la participación de Colombia en foros globales, y políticas climáticas en América Latina que muchas veces son diferentes o contradictorias.

    Entrevista con Manuel Rodríguez Becerra

    Camilo Andrés garzón: Una de las apuestas grandes del gobierno de Colombia ante la COP 28 ha sido buscar que se acuerde globalmente un plan progresivo de eliminación de combustibles fósiles como uno de los consensos finales de ese foro. ¿Es realista pensar que logrará ese objetivo?

    Manuel rodríguez becerra: La idea de lograr un compromiso mayoritario para suspender la explotación de carbono, petróleo y gas en fechas determinadas no iba a suceder en esta COP. El presidente Petro, por razones políticas muy respetables, dijo que Colombia se adherirá al Tratado de no Proliferación de Combustibles Fósiles, un tratado promovido en 2019 por las islas que están en mayor riesgo en el Pacífico. Es el primer país continental que ingresa en ese tratado, pero eso no garantizará que este encuentre grandes consensos, porque los países desarrollados se han negado reiteradas veces a establecer fechas concretas para no explotar más combustibles fósiles. 

    Ya está el antecedente de que en la COP26 (2021) setenta y siete países se comprometieron a eliminar el uso y producción de carbón de forma gradual. El plan preveía que los países más desarrollados renunciaran al uso y producción de carbón para la década de 2030, y que los países más pobres lo hicieran en 2040. China e India propusieron esto, pero no es claro que realmente estos objetivos se vayan a cumplir, pues lo que muestran los datos es que el mundo va en la senda contraria. Son más los combustibles fósiles que se consumen hoy. 

    Esto lo muestra el informe “The production gap” (2023), publicado por el Instituto de Estocolmo para el Ambiente, que plantea la tesis de que los veinte gobiernos responsables de más del 80 por ciento de las emisiones globales planean producir más del doble de combustibles fósiles, para 2030, de lo que sería necesario si se quiere mantener el límite de 1.5 grados Celsius. Según ese estudio, el mundo no va en camino a producir menos hidrocarburos, sino más. Las proyecciones son de una producción de un 460 por ciento más de carbón, un 83 por ciento más de gas y un 29 por ciento más de petróleo en 2030. 

    Realmente, después de veintiocho COP realizadas entre 1994 y 2023, nunca ha habido un acuerdo formal para reducir el uso de combustibles fósiles en el mundo. 

    CAG: ¿Cómo interpreta el impacto y los contenidos del discurso de Petro ante el foro de presidentes de la COP28, en el que asemejó la situación humanitaria en Gaza con los desplazamientos por cambio climático que se darán en todo el mundo, y dijo que “Hitler está golpeando en las puertas de los hogares de la clase media europea y norteamericana y muchos ya lo han hecho entrar”?

    MRB: Petro tiene toda la razón en el tema de que en el futuro va a haber millones de migrantes por las consecuencias del cambio climático, eso es algo que hace bien en señalar y en lo que hay que seguir insistiendo porque es, correctamente, un desplazamiento que vendrá especialmente desde los países más vulnerables. No me parece, en cambio, tan acertado que esto lo combine con unas escenas sobre el sufrimiento en Gaza, pues es un problema muy diferente y con sus propias causas.  

    Del mismo modo, sus comparaciones del ascenso de la derecha en Europa y Estados Unidos tampoco cayeron bien en la Cancillería Alemana, por ejemplo, que protestó contra el discurso por “hacer comparaciones crudas con la era nazi, y así relativizar el Holocausto”, como dijo en un comunicado. Es interesante que el gobierno de Colombia, en el discurso que se produjo por escrito basado en la intervención que dio Petro, quitó esas alusiones que hizo el presidente a Hitler y a Gaza, con lo que creo que hay una falta de transparencia increíble. 

    Otro punto que dijo el presidente Petro en ese discurso es que logró bajar la deforestación en la Amazonía en un 70 por ciento con recursos propios, lo cual no es del todo cierto porque Colombia viene recibiendo recursos importantes de cooperación internacional desde Noruega, Gran Bretaña, y Alemania para este propósito. Pero, en general, para los donantes es una buena noticia que esos recursos que están dando sí se estén traduciendo en datos efectivos de reducción de la deforestación. 

    Ahora, por ahora es muy temprano para considerar esa reducción como definitiva, y sigue siendo coyuntural. Lo que necesitamos saber del plan de Gobierno es si realmente va a bajar la deforestación de forma sustantiva o no. Hay que recordar que en el periodo del presidente Iván Duque, su antecesor en el poder, el daño ambiental de los bosques bajó muy sustancialmente, pero para el año siguiente volvió a subir violentamente, por lo que celebrar la reducción en un año no es definitivo. Creo que los países donantes le hacen un seguimiento muy cuidadoso para que el gobierno pueda cumplir estas metas de manera duradera.   

    Cag: ¿Cómo evalúa el énfasis que le ha dado el gobierno de Gustavo Petro precisamente a esa reducción de la deforestación amazónica?

    MRB: Hace bien el Gobierno de Gustavo Petro en enfocar sus esfuerzos en debilitar la deforestación en la cuenca amazónica y en buscar una cooperación internacional activa para detener la deforestación en esta cuenca. No solamente en relación con el cambio climático, sino porque es la región con la mayor biodiversidad del mundo, por lo que tiene un gran significado proteger los bosques amazónicos y proteger las fuentes hídricas superficiales. 

    Otro gran anuncio que ha hecho Colombia es el de la Ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, que presentó la Estrategia Nacional de Restauración, la cual plantea la meta de restaurar más de 753 mil hectáreas al 2026 en el país, la más ambiciosa que se haya trazado algún Plan de Desarrollo. Es una meta ambiciosa, pues Colombia tenía una meta de restaurar un millón de hectáreas en esta década al 2030, y el gobierno Petro ha propuesto realizar 750 mil a 2026. El punto es si va a tener la capacidad para que el ministerio y las autoridades ambientales hagan ejecución de esas promesas. 

    Pero de todas maneras, uno podría decir que de llegar a cumplir esas dos metas en reducción de la deforestación y de restauración forestal, uno de los mayores legados de Petro sería en lo ambiental. Otro tema es que en el mismo discurso, el presidente Petro reiteró el tema de detener la explotación y exploración de gas y petróleo en el país, y eso en relación con la firma del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles. Pero muchos consideramos que es un gran problema suspender la exploración de combustibles fósiles en Colombia.

    Cag: ¿Por qué lo dice?

    MRB: En las regiones del mundo existen grandes diferencias sobre los factores que inciden en las emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras que la agricultura, la silvicultura, y otros usos del suelo representan el 24 por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del mundo, en América Latina representan más del 50 por ciento. En Colombia, la deforestación, la agricultura y la silvicultura representan el 59 por ciento de las emisiones de estos gases contaminantes. Por eso su prioridad para reducir las emisiones no debería estar necesariamente en la descarbonización de la economía, sino en detener la deforestación y transformar la actividad agropecuaria, aún cuando avanzar en la descarbonización sí sea importante. 

    Además, en Colombia, los combustibles fósiles representan un 3 por ciento del PIB, y suspender su exploración conllevaría a poner en riesgo el autoabastecimiento de gas y de petróleo del país, dos combustibles que todavía se consumirán en algún grado dentro de veinte o treinta años en el mundo. También significaría sacrificar sus exportaciones, pues estas equivalen al 40 por ciento en total. Es decir, implica un sacrificio significativo de puntos de crecimiento económico que son importantes para la solución de diversos problemas sociales. La política de suspender en Colombia la exploración de petróleo y gas no tiene ningún beneficio sustancial para el planeta, pues mientras haya demanda internacional la oferta que deje de hacer Colombia la suplirá otro país y sin acuerdos internacionales para reducir significativamente la explotación de combustibles fósiles.

    Cag: ¿Cómo juega o qué tan distintivo es como actor Petro frente a otros líderes de América Latina y cómo puede afectar esto la idea de una posición regional unificada en temas ambientales ante la COP28?

    MRB: Estamos en un contexto muy diverso. Mientras que Milei, de Argentina, niega el cambio climático, Lula, de Brasil, hace un equilibrio difícil entre el extractivismo y la defensa de los indígenas. Históricamente, en América Latina ha sido muy difícil tener una  posición regional. Las posiciones regionales se montan y se construyen antes de las COP, y aquí claramente no hay una. En ese sentido, la Unión Africana es un muy buen ejemplo sobre una posición de consenso frente a negociaciones de cambio climático. Pero la falta de unión en América Latina es muy grande, también sobre el tema amazónico. 

    Por ejemplo, Lula Da Silva se negó en la Cumbre Amazónica a considerar la propuesta de Petro de que Brasil suspendiera las exploraciones de petróleo en esa región, y dijo que iba a seguir usando carbón y gas o gas y petróleo en los próximos años. Y de hecho ha aumentado la exploración y explotación de estos. Humildemente tenemos que reconocer que quien tiene mayor peso en las negociaciones sobre todo el tema de la región amazónica es Lula Da Silva y Brasil.  

    Cag: ¿Cuál es su lectura, en general, sobre la utilidad de las COP para lograr consensos alrededor de metas globales para luchar contra el cambio climático?

    MRB: La Convención ha tenido poco éxito, para decir lo menos. En 1992 su meta fue disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en tal monto que hacia el año 2000 estas no superaran las del año 1990. Treinta años después de firmada la Convención en 1992, las emisiones se han incrementado en un 60 por ciento con respecto a 1990. 

    De acuerdo con cálculos basados en las actuales tendencias de emisiones, a junio de este año restaban tan solo ocho años y diez meses para alcanzar el límite de aumento de temperatura de 1,5 grados centígrados que se estableció en el Acuerdo de París, luego del cual se espera que los eventos climáticos extremos se intensifiquen aún más. 

    Uno de los argumentos es que si esas medidas no se hubieran tomado, el resultado actual sería peor. Pero ese no es el punto. El punto es que estos acuerdos estaban pensados para evitar eventos climáticos extremos que hoy, sin duda, ya estamos viviendo en todo el mundo, como las olas de calor en Europa de 2022 o las inundaciones en Colombia entre los años 2010-2011, por citar algunos.  

    Cag: Finalmente, ¿cuál es su lectura sobre a qué acuerdos se llegaron al finalizar las reuniones en el escenario de la COP28?

    MRB: Yo he participado en unas nueve COP, y además estuve en la legislación de la Convención de Cambio Climático. El único tratado que tuvo en cierto vigor y que estaba muy bien diseñado y con bastante fuerza jurídica fue el Protocolo de Kioto. Pero este colapsó en el año 2009 y en muy buena parte porque Estados Unidos, si bien fue un gran arquitecto de este protocolo, quedó sin ratificar en el gobierno de George Bush. A raíz del colapso del Protocolo de Kioto, se comienza a construir el Acuerdo de París, que se va a firmar en 2015. 

    Si uno mira de 2015 a hoy, pues no hay razón para ser optimista. Claramente las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado. Con las estimaciones de explotaciones de fósiles que están en marcha, el umbral de 1.5 grados centígrados tiene una altísima probabilidad de que se traspase antes de finalizar el siglo, etc. Entonces, claro, no se ve que haya una actitud por parte de los países desarrollados. Hacen los acuerdos, pero no los cumplen. 

    Entonces, claro, en esta COP se va a celebrar como un logro que se le puso plata al Fondo de Compensación y Daños, pero ese fondo ya se había creado desde la COP27. Este tipo de anuncios generan esperanza y se presentan como logros, pero el problema con todo esto es la implementación. Por ejemplo, en Copenhague, en 2009, los países desarrollados se comprometieron a aportar 100 mil millones de dólares al año a partir de 2009 para mitigación y adaptación. Ya han pasado 13 años y nunca se cumplió esa meta. Además, es un valor insuficiente. Por decir algo, los africanos estiman que ellos necesitarían montos para mitigación y adaptación del orden de 700 mil millones de dólares de recursos concesionales, o sea, siete veces ese monto. 

    La pregunta es, si no están cumpliendo adecuadamente con el Fondo de Mitigación y Adaptación, ¿por qué van a cumplir con este de Pérdidas y Daños que lanzarán como uno de los triunfos de esta reunión?